Ahora que el 2011 está a punto de acabar, una recopilación de los personajes que han pasado por esta bitácora durante el año.
Cuando Joseph Hatch llegó a la isla de Macquarie, otros ya se habían encargado de acabar con los leones y con los elefantes marinos. Los primeros murieron pos sus pieles y los segundos por su grasa, con la que se producía aceite. Hatch, entonces, puso la vista en los tres millones de pingüinos de la isla y que, hasta aquel entonces, habían permanecido ajenos a las matanzas. Seguir leyendo Josep Hatch, el hombre que “coció” dos millones de pingüinos para convertirlos en aceite.
En 1725, un niño fue “cazado” en los bosques de los alrededores de Hamelín. No tendría más de 14 años e iba desnudo, andaba a cuatro patas y trepaba por los árboles con la agilidad de una ardilla. Su aspecto era silvestre, sucio y descuidado, y, como se sabría después, no entendía lo que le decían ni era capaz de articular palabra. Con el tiempo, aquel niño se convertiría en una celebridad de su época y sería objeto de numerosas teorías que intentarían explicar su misterio. Seguir leyendo, Peter the Wild, el niño que salió del bosque y llegó al palacio real.
Un día de abril en 1856, los espíritus de tres de sus antepasados se le aparecieron a la joven Nongqawuse. Los espectros le pidieron que dijera a su pueblo, los xhosa, que tenían que arrasar sus cosechas y exterminar su ganado porque había sido criado por las manos contaminadas de los que había estando practicando brujería. A cambio, los que habían muerto regresarían de sus tumbas y barrerían a los ingleses hasta el mar. La profecía no tardó en llegar a oídos del Gran Jefe xhosa, Sarhili, que se convenció y sacrificó sus animales. Seguir leyendo La profeta sudafricana que quiso liberar a su pueblo y casi lo acaba exterminando.
Zebulon Simintov vive en una habitación anexa a la última sinagoga en activo de Kabul. Es el último de los suyos, no queda ningún otro judío en todo Afganistán. El día que muera o decida marcharse a Israel se pondrá fin a lo que algunos creen que han sido veinticinco siglos de presencia judía en el país. Seguir leyendo El último judío de Afganistán.
Aunque las historias son un poquito tristes… ¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!
PS: El próximo post os prometo que será "nuevo" ;-)
sábado, 24 de diciembre de 2011
miércoles, 30 de noviembre de 2011
4 años y 4 lugares
Hoy estamos de cumpleaños. El cuarto desde que esto echo a andar y, para celebrarlo, una selección de 4 lugares de entre todos los que hemos visitado en todo este tiempo:
Los casi 200 años que lleva resistiendo la fuerza del Mar del Norte, convierten al faro de Bell Rock en el más antiguo de los construidos mar adentro que aún sigue en pie. Situado a unos 18km de la costa este de Escocia, es considerado una obra maestra de la ingeniería del siglo XIX. Una torre de 35 metros de altura de piedra blanca que parece salir de la nada en medio del Mar del Norte. Su construcción fue larga y difícil, ya que el oleaje y las tormentas sólo permitían trabajar unos pocos meses al año y las mareas reducían las jornadas de trabajo a sólo un par de horas, las horas de marea baja en las que la roca no permanecía sumergida bajo las aguas. Seguir leyendo El Faro de Bell Rock, una maravilla en medio del mar
¿Qué podía hacer una cabina telefónica en el medio de la nada? A 24 kilómetros de la carretera asfaltada más próxima, perdida en el desierto de Mojave. Es un lugar en el que no hay nada y los “edificios” más cercanos son unas cuantas caravanas y chozas, a unos 8 kilómetros. Su rareza y soledad cautivaron a no pocos, a finales de los 90, cuando la cabina se convirtió en todo un fenómeno en internet y se puso de moda llamar a su número para ver si alguien contestaba. Seguir leyendo Una cabina en medio del desierto
En el suroeste de la península del Peloponeso, se encuentra el conocido como Gibraltar griego, Monemvasia. Un imponente peñón de 1.8 kilómetros de longitud que en el siglo IV quedó separado de la costa a causa de un terremoto. Desde el siglo VI, han sido muchos los que han buscado refugio y los que han intentado apoderarse de él. Una fortaleza construida por la naturaleza, como gustaba decir a los venecianos, y que se levanta 300 metros sobre el mar rodeada por pronunciados precipicios que la convertían en inexpugnable. Seguir leyendo La fortaleza natural de Monemvasia
Después de cómo mínimo dos milenios, el 29 de agosto de 1930, fueron evacuados los últimos 36 habitantes de Saint Kilda, una de las comunidades más aisladas del Reino Unido, que hasta mediados del siglo XIX había vivido casi sin contacto con el mundo exterior. Finalmente, las influencias externas habían acabado arruinando un modo de vida propio marcado por la autosuficiencia. Seguir leyendo Y las islas Saint Kilda se quedaron solas
Si fueran 5, y no 4, los años que cumple el blog y este post se titulara por tanto “5 años y 5 lugares”, sin duda, habría añadido a la selección el Santuario de Nemrut Dagi. Un lugar fascinante que tuve la suerte de poder visitar este pasado septiembre. Pero tenían que ser 4 y al ser tan reciente el post me pareció más oportuno rescatar otro para la lista.
Los números de este cuarto año, para no faltar a la tradición:
- Visitas: unas 250.000
- Visitantes únicos: unos 176.000
- Páginas vistas: unas 442.000
- Comentarios (sobre posts de este año): 332
- Subscriptores: entre 4.300 y 4.350
- Seguidores en twitter: unos 950 http://twitter.com/cabovolo
- Seguidores en facebook: 208
- Seguidores en google+: 132
¡Saludos y gracias por seguir ahí!
Los casi 200 años que lleva resistiendo la fuerza del Mar del Norte, convierten al faro de Bell Rock en el más antiguo de los construidos mar adentro que aún sigue en pie. Situado a unos 18km de la costa este de Escocia, es considerado una obra maestra de la ingeniería del siglo XIX. Una torre de 35 metros de altura de piedra blanca que parece salir de la nada en medio del Mar del Norte. Su construcción fue larga y difícil, ya que el oleaje y las tormentas sólo permitían trabajar unos pocos meses al año y las mareas reducían las jornadas de trabajo a sólo un par de horas, las horas de marea baja en las que la roca no permanecía sumergida bajo las aguas. Seguir leyendo El Faro de Bell Rock, una maravilla en medio del mar
¿Qué podía hacer una cabina telefónica en el medio de la nada? A 24 kilómetros de la carretera asfaltada más próxima, perdida en el desierto de Mojave. Es un lugar en el que no hay nada y los “edificios” más cercanos son unas cuantas caravanas y chozas, a unos 8 kilómetros. Su rareza y soledad cautivaron a no pocos, a finales de los 90, cuando la cabina se convirtió en todo un fenómeno en internet y se puso de moda llamar a su número para ver si alguien contestaba. Seguir leyendo Una cabina en medio del desierto
En el suroeste de la península del Peloponeso, se encuentra el conocido como Gibraltar griego, Monemvasia. Un imponente peñón de 1.8 kilómetros de longitud que en el siglo IV quedó separado de la costa a causa de un terremoto. Desde el siglo VI, han sido muchos los que han buscado refugio y los que han intentado apoderarse de él. Una fortaleza construida por la naturaleza, como gustaba decir a los venecianos, y que se levanta 300 metros sobre el mar rodeada por pronunciados precipicios que la convertían en inexpugnable. Seguir leyendo La fortaleza natural de Monemvasia
Después de cómo mínimo dos milenios, el 29 de agosto de 1930, fueron evacuados los últimos 36 habitantes de Saint Kilda, una de las comunidades más aisladas del Reino Unido, que hasta mediados del siglo XIX había vivido casi sin contacto con el mundo exterior. Finalmente, las influencias externas habían acabado arruinando un modo de vida propio marcado por la autosuficiencia. Seguir leyendo Y las islas Saint Kilda se quedaron solas
Si fueran 5, y no 4, los años que cumple el blog y este post se titulara por tanto “5 años y 5 lugares”, sin duda, habría añadido a la selección el Santuario de Nemrut Dagi. Un lugar fascinante que tuve la suerte de poder visitar este pasado septiembre. Pero tenían que ser 4 y al ser tan reciente el post me pareció más oportuno rescatar otro para la lista.
Los números de este cuarto año, para no faltar a la tradición:
- Visitas: unas 250.000
- Visitantes únicos: unos 176.000
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jueves, 10 de noviembre de 2011
Rhyolite, la ciudad que tenía que convertirse en la Chicago de Nevada, pero acabó abandonada
En 1907, Rhyolite contaba con luz eléctrica, agua potable y teléfono, varios periódicos locales, un hospital, una pequeña ópera y su propia bolsa de valores. Todo esto en una ciudad de poco más de 5.000 habitantes, pero que florecía gracias a las minas de oro de sus alrededores. Dos años antes, era sólo un trozo de desierto, pero en aquel momento su futuro se antojaba prometedor.
El 9 de agosto de 1904, dos buscadores de oro llamados Ed Cross y Frank “Shorty” Harris encontraron una roca del mismo color y tamaño que una rana toro con trozos de un metal dorado incrustados. El metal era oro y la rana toro (bullfrog en inglés) acabaría dando nombre a aquella montaña y a todo el distrito.
Rápidamente, Cross y “Shorty” delimitaron con estacas la que se convertiría en su concesión, tal como exigía la Ley de la Minería Americana del 1872, una ley que permitía a cualquiera que encontrara oro, plata, cobre u otro yacimiento de valor en terreno público reclamar la concesión de los derechos mineros de una parcela de cómo máximo 457 metros de ancho por 183 de largo alrededor de la zona del hallazgo a cambio de entre 2.5 y 5 dólares por acre.
Lo siguiente fue llevar las muestras a examinar a la ciudad de Goldfield, situada a más de 100 kilómetros al norte, para poder registrar su concesión. De la roca que tenía forma de rana se podrían obtener unos 665 dólares de oro por tonelada, pero de otras que llevaron se podría sacar mucho más, hasta unos 3.000 dólares (el equivalente a unos 70.000 actuales). No había duda, la mena presentaba una alta concentración en oro.
La noticia del hallazgo corrió como la pólvora y no tardó en llegar hasta la vecina Tonopah. Había comenzado la fiebre del oro de Bullfrog. Mineros y especuladores acudieron rápidamente de todo el país y, en poco tiempo, 2.000 concesiones mineras se repartían todo el terreno en 30 millas a la redonda. Los mineros se asentaban en campo abierto, unos con sus tiendas, otros con poco más que un carro y otros dormían al raso. Tampoco se necesitaba mucho para montar un bar, un tablón sobre un par de bidones bastaban para montar barra sobre la que servir whisky.
Día a día, Ed Cross y “Shorty” veían como surgía una pequeña ciudad alrededor de su concesión que, en apenas dos semanas, ya contaba con 1.200 habitantes. La ciudad sería bautizada como Rhyolite, el nombre en inglés de la riolita, una roca ígnea que abundaba en zona. Aunque en el distrito de Bullfrog, el de Rhyolite no era el único campamento minero que se convertía en ciudad. A unas cuantas millas, surgía Gold Center y, también cerca, el antiguo rancho del viejo Montillus Murray Beatty se convertía en toda una ciudad.
“Shorty” no esperaría demasiado para vender su parte de la concesión. Lo hizo por 25.000 dólares (según otras versiones de la historia, fue por tan sólo 1.000), después de seis días de juerga, que culminaron con una monumental borrachera. Una cantidad que al día después, sereno, no le convenció, pero poco pudo hacer por cambiar, su firma y la de 7 testigos estaban estampadas en un documento sellado por un notario. Cross, por el contrario, vendió su parte sin estar bajo la influencia del alcohol, por lo que no es de extrañar que la vendiera por cinco veces más que su socio.
Cross cogió el dinero y se marchó al condado de San Diego, donde compró un rancho, se casó y llevó una vida acomodada. Shorty, por el contrario, prefirió celebrar su venta por todo lo alto en los salones de la ciudad con mujeres y alcohol. Según él mismo reconoció, de no ser por la aparición de un antiguo amigo que le hizo ver el mal camino que llevaba, se hubiera dilapidado todo el dinero en unas pocas semanas. Paró a tiempo y pudo conservar unos 8.000 dólares.
Mientras, Rhyolite seguía creciendo, aunque el hallazgo “más grande hecho en el desierto” estaba aún por llegar. El honor recaería en Bob Montgomery, un minero que había sido uno de los primeros en llegar a Rhyolite al comienzo de la fiebre del oro, pero que no había tenido demasiada suerte. Sin embargo, todo cambiaría un día de noviembre de 1904, cuando “Hungry Johny”, un indio shoshón que trabajaba para él, descubrió oro en una de sus concesiones. Las primeras muestras de mineral presentaban una concentración de oro excepcional, unos 16.000 dólares (390.000 actuales) por tonelada de mena. “Hungry Johny” había descubierto una mina “más rica que las del Rey Salomón”, aseguraban algunos, que calculaban que se podrían extraer millones de dólares en oro y plata, la mina más rentable del distrito.
La Montgomery-Shoshone, como sería conocida la mina, se convirtió en toda una sensación a nivel nacional. El distrito de Bullfrog pasó a ser conocido en todo el país y Rhyolite, el asentamiento más próximo a la mina, se convirtió en su capital. La palabra “bullfrog” pasó a ser sinónimo de oro y más de 200 compañías mineras del distrito la incluían en su nombre. La mayoría de ellas vendían sus acciones por correo a través de dudosas agencias de inversión de todo el país que describían el distrito como “el mayor descubrimiento de oro de los tiempos modernos” y llegaban a asegurar, en algunos casos, beneficios de hasta el 800% en tan sólo 4 meses.
Como resultado de este boom, el crecimiento Rhyolite no cesaba y en junio de 1905, casi un año después de que Cross y Shorty encontraran oro, la ciudad ya contaba con una población de 2.500 personas que se divertía en sus 50 salones con sus 35 mesas de apuestas, comían en sus 16 restaurantes y podían leer su semanario local. Varias canalizaciones proveían de agua potable a la ciudad, que desde hacía un tiempo ya no tenía que pagar 5 dólares por los barriles de agua con regusto a whisky que antes se traía a lomos de burros.
Se organizaban torneos de beisbol, de tenis, alguna carrera de caballo, los domingos se exhibían películas y los espectáculos de variedades eran habituales en la Arcade Opera House. Cuatro diligencias cubrían el trayecto entre Rhyolite y Goldfield en 2 días por 18 dólares, y para aquellos que se lo podían permitir existían varias líneas de automóviles que empleaban White Steamers de vapor y Pope-Toledos de gasolina, que por 25 dólares hacían el mismo trayecto en tan sólo 5 horas, con la posibilidad de alagarlo hasta la estación de tren de Las Vegas.
Pero, el gran boom para Rhyolite se produciría cuando el magnate del acero Charles M. Schwab ofreció un millón y medio de dólares por el 51% de las acciones de la mina de Montgomery. Un precio muy alto, pero que parecía bastante razonable, si tal como a Montgomery le gustaba jactarse, se podían obtener unos 10.000 dólares diarios en oro de ella.
Las exigencias extras de la mujer de Montgomery, que quería un millón más para ella, y la denuncia de otros dos mineros que afirmaban que cuando “Hungry Johnny” encontró oro por primera vez en la mina estaba trabajando para ellos y no para Montgomery, alagaron el proceso de la venta, que no se cerraría hasta febrero de 1906. Montgomery recibió un millón de dólares en efectivo, mientras conservaba una quinta parte de sus acciones, que, de haberlas vendido al precio de mercado de ese momento, podrían haberle supuesto otro par de millones más. En total, entre unos 40 y 60 millones actuales.
Con el dinero de Schwab, la Shoshone Consolidated Mining Company, y de rebote Rhyolite, se situaron a otro nivel. La alta rentabilidad que parecía tener el yacimiento animó al magnate a llevar a cabo importantes inversiones. Una de ellas, la construcción de un ramal en la línea de ferrocarril que se estaba construyendo entre Las Vegas y Tonopah desde Rhyolite hasta su mina para facilitar el transporte la maquinaría pesada que necesitaba para la construcción de la planta de procesado de mineral y que después usaría para el transporte de la mena.
El 14 de diciembre, la línea entró en funcionamiento y Rhyolite quedó conectada por tren con la ciudad de Las Vegas, situada a más de 200km al sur. El edificio de la estación había costado más de 130.000 dólares de la época, el equivalente a unos 3 millones actuales. En menos de medio año, una nueva línea de ferrocarril llegaría a Rhyolite, la Bullfrog Goldfield, esta vez para unir la ciudad con el norte. Con el tiempo Rhyolite llegaría a contar con otra más y se declararía una guerra de precios entre ellas por hacerse con el transporte de la mena de mayor calidad hasta las fundiciones de Salt Lake City.
Al año siguiente, 1907, sólo dos años después de su fundación, Rhyolite, con entre 4.000 y 5.000 residentes, se convierte en la cuarta ciudad con más habitantes de Nevada. Además, la ciudad contaba con comodidades más propias de ciudades mucho mayores. Hasta ella llegaban varias líneas de telégrafo y teléfono, tenía su propio departamento de bomberos y policía, sus aceras eran de hormigón y contaba con una piscina pública, dos iglesias y dos escuelas. La ciudad incluso contaba con un barrio de “luces rojas” al que llegaban para buscarse la vida mujeres desde ciudades tan alejadas como San Francisco.
A otras ciudades mineras del distrito, sin embargo, no les iba tan bien. Gold Center o Bullfrog habían quedado abandonadas y una parte de sus ciudadanos se habían mudado a Rhyolite, a medida que los depósitos superficiales se agotaban y se descubría que a mayor profundidad tampoco había nada. De tanto en tanto, aparecía algún otro campamento minero a la sombra de algún nuevo descubrimiento de oro, pero todos acababan muriendo al mismo ritmo que el oro se acababa. Solo el campamento de Pioneer, surgido a la sombra de la mina Mayflower y que alcanzaría una población de 2.500 personas en 1908, parecía poder hacer competencia a Rhyolite.
Mientras, la actividad no cesaba en la mina Montgomery-Shoshone. En marzo de 1907 entró en funcionamiento el ramal de tren hasta ella y comenzó la construcción de unas gigantescas instalaciones para procesar más de 300 toneladas de mineral al día. En agosto ya estaba todo listo y en sólo unas semanas la electricidad llegó hasta la mina, unos meses antes lo había hecho hasta la ciudad. Otra vez, Schwab era el responsable.
El magnate del acero contrató a la Nevada-California Power Company para que tendiera una línea eléctrica de más de 160 kilómetros desde Bishop Creek, en California, hasta la ciudad minera para dar servicio a su mina. De rebote, se beneficiaron Rhyolite y las demás minas de la ciudad y del distrito, que hasta entonces habían usado generadores eléctricos de gasolina. Schwab también había hecho traer agua hasta su mina gracias a la compra por unos 150.000 dólares de una canalización de 20 kilómetros desde Gross Springs.
Durante el 1907 llegaría a la Rhyolite otro de los grandes culpables de su burbuja, el “doctor” William S. Phillips. Como Schwab estaba muy ocupado con su negocio minero, cedió los derechos de promoción urbanística de la ciudad a Philips, que pretendía convertir Rhyolite en la “Chicago del Oeste”. Según aseguraba, pretendía invertir 100.000 dólares en la construcción de un gran hotel, además de construir un hospital, un ayuntamiento, cosas más propias de una gran ciudad que de una del tamaño de Rhyolite, pero el futuro de la ciudad continuaba siendo más que prometedor.
Lamentablemente, estos edificios no llegaron a existir más allá de en los cárteles que el “doctor” colocó en varios solares de la ciudad como gancho para vender el resto a precios inflados. Phillips consiguió grandes beneficios, pero pasado un tiempo desapareció con ellos dejando a deber una gran cantidad de dinero a la ciudad y al mismísimo Schwab. Un año después, acabaría siendo condenado a 3 años de cárcel en Los Angeles, por fraude postal, mientras se dedicaba a vender parcelas en la prometedora ciudad de Velma, situada en los ricos campos petrolíferos de Amargosa. Lugares, ambos, que sólo existían en sus folletos.
Por su parte, Rhyolite apuraba sus últimos días de gloria a la sombra de la mina Montgomery-Shosone. En su recién creada bolsa de valores, cotizaban unas 74 compañías mineras de la región y operaban 125 brokers llegados desde Nueva York, Los Angeles y otras grandes ciudades. Aunque se trataba de una bolsa pequeña, sólo en su primer día de funcionamiento, el 25 de marzo de 1907, 60.000 acciones cambiaron de mano, y un total de 750.000 lo harían durante las dos semanas siguientes. Pero lo que se movía era papel y no dinero, puesto que la mayoría de las empresas que cotizaban todavía no habían producido ni tan siquiera un lingote de oro, aunque eso no evitaba que su cotización estuviera disparada.
Además de esta bolsa, Rhyolite contaba desde hace tiempo con, como mínimo, tres bancos. Uno de ellos era el John S. Cook and Co Bank, fundado en 1905, que había construido una lujosa sede en Golden Street con paredes de hormigón reforzado y un grosor de entre 66 y 91 centímetros. El edificio tenía zócalos de caoba hondureña y una escalinata de mármol traído desde Italia, desde donde se habían traído los vidrios tintados de sus ventanas. Con estos lujos, no es de extrañar que su construcción costara el equivalente a unos 2.200.000 dólares actuales. El edificio se abrió al público en enero de 1908, poco antes de que comenzara el declive de Rhyolite y de la que había sido su mina más rentable, la Montgomery-Shosone.
Aunque durante los primeros tres años la mina de Schwab había producido lingotes de oro por un valor equivalente a unos 24 millones de dólares actuales, algunos accionistas minoritarios de la compañía comenzaron a sospechar que la mina estaba sobrevalorada y no se creyeron las predicciones de uno de los directivos que aseguraba que en el subsuelo de ella aún quedaban otros 5 millones esperando ser extraídos. Para salir de dudas, los accionistas hicieron venir en febrero de 1908 a un reputado ingeniero de minas británico.
En aquel entonces, las acciones de la compañía cotizaban a 3 dólares, muy lejos de los 23 a los que lo habían llegado a hacer cuando Schwab se hizo con el control de ella. Las conclusiones de estudio del ingeniero se filtraron antes de hacerse públicas, haciendo que el valor de las acciones de la mina se hundiera bruscamente hasta los 75 centavos. El primer decepcionado fue el propio Schwab al comprobar que lo que había comprado como una mina con una mena con alta concentración en oro se limitaba sólo a unas cuantas capas superficiales de ella.
La mina, sin embargo, continuaba siendo rentable, aunque a partir de 1909 no se encontró más oro y la mena que se extraía era cada vez de peor calidad, con lo que la producción comenzó a bajar hasta que, al año siguiente, la mina entró en pérdidas, por lo que dejaría de funcionar el 14 de marzo de 1911. Para entonces, la acción, que ya cotizaba a tan sólo 10 centavos, bajó hasta los 4 y finalmente fue retirada del mercado.
La mina había producido oro por un valor de 1.418.000 dólares, pero los accionistas no habían visto, ni verían, un solo centavo. Al poco de entrar en el accionariado, Schwab había vendido todas sus acciones a la propia empresa, a la que había prestado su propio dinero justamente para que pudiera comprárselas. De esta manera, Schwab se convirtió en el principal acreedor de la Shoshone Consolidated Mining Company con lo que seguía reteniendo el control de la compañía y además se aseguraba que cualquier beneficio que la empresa generara en el futuro iría en primer lugar a pagar su deuda, antes que a retribuir a accionistas o a saldar otras deudas menores. Oficialmente, sin embargo, el préstamo fue publicitado como una muestra de la gran fe que Schwab tenía en la mina.
Esta treta financiera, que Schwab había aprendido en otros negocios fallidos del pasado, le funcionó muy bien y todo el beneficio que la empresa generó fue a su bolsillo, incluido el de la venta de la maquinaría cuando se liquidó la compañía. El cierre de la mina suponía el fin para Rhyolite, aunque la decadencia del distrito había comenzado ya unos años antes. Algunos lo sitúan en 1906, coincidiendo con el terremoto de San Francisco.
La consecuencia más inmediata del terremoto fue la interrupción del servicio ferroviario entre el distrito y California, pero la más importante sería el parón inversor que llegaría después. A causa del terremoto, muchas compañías de la ciudad perdieron sus oficinas y con ellas sus archivos y contabilidad, con lo que la bolsa de la ciudad y muchos bancos tuvieron que permanecer cerrados durante un par de meses. El dinero de San Francisco dejó de llegar al distrito y, para cuando la ciudad recuperó la actividad, gran parte de ese dinero se desvió a la propia California.
El pánico financiero del año siguiente tampoco ayudó, pero la razón más importante del declive de Rhyolite fue una promesa incumplida. La ciudad había surgido a la sombra de sus minas, pero, a excepción de la Montgomery-Shoshone y alguna otra, la mayoría resultaron un auténtico fracaso en la que sólo algunos especuladores consiguieron hacer dinero. Muchas de ellas comenzaron a cerrar a medida que se agotaba la mena de mayor calidad y dejaban de ser rentables, fue entonces cuando Rhyolite comenzó a apagarse, se redujeron las inversiones y los mineros desempleados comenzaron a abandonar la ciudad en busca de un nuevo dorado.
El declive de Rhyolite fue tan rápido como lo había sido su auge. En 1910, sólo quedaban 611 residentes en la ciudad, todos sus bancos habían cerrado y el alumbrado público había dejado de funcionar. En junio de 1912 cerraría el último de sus periódicos. En noviembre de 1913, lo haría su oficina postal y en julio de 1914, la estación vio marchar el último tren. En 1918 la Bullfrog District Telephone Company cortó la línea al par o tres de abonados que le quedaban en Beatty y Rhyolite. Dos años antes, la Nevada-California Power Company había desmantelado su línea eléctrica y la ciudad se había quedado a oscuras.
En 1920, sólo quedaban 14 habitantes y, en 1924, sólo un anciano de 92 años de edad. La otrora boyante Rhyolite se convirtió en un almacén de materiales de construcción a buen precio para otras ciudades del distrito. De hecho, algunos edificios se trasladaron enteros hasta Beatty o Pioneer.
Hoy en día, la “Bottle House” es de lo poco que queda en la ciudad. Una curiosa casa construida en febrero de 1906 con 50.000 botellas de cerveza y licores por un minero llamado Tom T. Kelly que la Paramount restauró en 1925 para filmar una película muda. La casa volvería en otra película en 1964 y en 2004 en “La Isla”, con Ewan McGregor y Scarlett Johansson.
Enlace permanente a Rhyolite, la ciudad que tenía que convertirse en la Chicago de Nevada, pero acabó abandonada
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- Ferdinandea, la isla que vino y se fue
+info:
- Rhyolite, Nevada in en.wikipedia.org
- Death Valley and the Amargosa: A Land of Illusion by Richar E. Lingenfelter in Google books
- Rhyolite Ghost Town in National Park Service
- Rhyolite Nevada and the Bullfrog Mining District by Alfreda Holloway
- Beatty, Nevada History by Beatty Museum & Historical Society in Beatty
Panorámica de Rhyolite en 1908 | www.rhyolitenevada.com
El 9 de agosto de 1904, dos buscadores de oro llamados Ed Cross y Frank “Shorty” Harris encontraron una roca del mismo color y tamaño que una rana toro con trozos de un metal dorado incrustados. El metal era oro y la rana toro (bullfrog en inglés) acabaría dando nombre a aquella montaña y a todo el distrito.
Rápidamente, Cross y “Shorty” delimitaron con estacas la que se convertiría en su concesión, tal como exigía la Ley de la Minería Americana del 1872, una ley que permitía a cualquiera que encontrara oro, plata, cobre u otro yacimiento de valor en terreno público reclamar la concesión de los derechos mineros de una parcela de cómo máximo 457 metros de ancho por 183 de largo alrededor de la zona del hallazgo a cambio de entre 2.5 y 5 dólares por acre.
Lo siguiente fue llevar las muestras a examinar a la ciudad de Goldfield, situada a más de 100 kilómetros al norte, para poder registrar su concesión. De la roca que tenía forma de rana se podrían obtener unos 665 dólares de oro por tonelada, pero de otras que llevaron se podría sacar mucho más, hasta unos 3.000 dólares (el equivalente a unos 70.000 actuales). No había duda, la mena presentaba una alta concentración en oro.
Shorty Harris en el Death Valley, con él empezó todo | US National Park Service
La noticia del hallazgo corrió como la pólvora y no tardó en llegar hasta la vecina Tonopah. Había comenzado la fiebre del oro de Bullfrog. Mineros y especuladores acudieron rápidamente de todo el país y, en poco tiempo, 2.000 concesiones mineras se repartían todo el terreno en 30 millas a la redonda. Los mineros se asentaban en campo abierto, unos con sus tiendas, otros con poco más que un carro y otros dormían al raso. Tampoco se necesitaba mucho para montar un bar, un tablón sobre un par de bidones bastaban para montar barra sobre la que servir whisky.
Día a día, Ed Cross y “Shorty” veían como surgía una pequeña ciudad alrededor de su concesión que, en apenas dos semanas, ya contaba con 1.200 habitantes. La ciudad sería bautizada como Rhyolite, el nombre en inglés de la riolita, una roca ígnea que abundaba en zona. Aunque en el distrito de Bullfrog, el de Rhyolite no era el único campamento minero que se convertía en ciudad. A unas cuantas millas, surgía Gold Center y, también cerca, el antiguo rancho del viejo Montillus Murray Beatty se convertía en toda una ciudad.
“Shorty” no esperaría demasiado para vender su parte de la concesión. Lo hizo por 25.000 dólares (según otras versiones de la historia, fue por tan sólo 1.000), después de seis días de juerga, que culminaron con una monumental borrachera. Una cantidad que al día después, sereno, no le convenció, pero poco pudo hacer por cambiar, su firma y la de 7 testigos estaban estampadas en un documento sellado por un notario. Cross, por el contrario, vendió su parte sin estar bajo la influencia del alcohol, por lo que no es de extrañar que la vendiera por cinco veces más que su socio.
Cross cogió el dinero y se marchó al condado de San Diego, donde compró un rancho, se casó y llevó una vida acomodada. Shorty, por el contrario, prefirió celebrar su venta por todo lo alto en los salones de la ciudad con mujeres y alcohol. Según él mismo reconoció, de no ser por la aparición de un antiguo amigo que le hizo ver el mal camino que llevaba, se hubiera dilapidado todo el dinero en unas pocas semanas. Paró a tiempo y pudo conservar unos 8.000 dólares.
Mientras, Rhyolite seguía creciendo, aunque el hallazgo “más grande hecho en el desierto” estaba aún por llegar. El honor recaería en Bob Montgomery, un minero que había sido uno de los primeros en llegar a Rhyolite al comienzo de la fiebre del oro, pero que no había tenido demasiada suerte. Sin embargo, todo cambiaría un día de noviembre de 1904, cuando “Hungry Johny”, un indio shoshón que trabajaba para él, descubrió oro en una de sus concesiones. Las primeras muestras de mineral presentaban una concentración de oro excepcional, unos 16.000 dólares (390.000 actuales) por tonelada de mena. “Hungry Johny” había descubierto una mina “más rica que las del Rey Salomón”, aseguraban algunos, que calculaban que se podrían extraer millones de dólares en oro y plata, la mina más rentable del distrito.
La Montgomery-Shoshone, como sería conocida la mina, se convirtió en toda una sensación a nivel nacional. El distrito de Bullfrog pasó a ser conocido en todo el país y Rhyolite, el asentamiento más próximo a la mina, se convirtió en su capital. La palabra “bullfrog” pasó a ser sinónimo de oro y más de 200 compañías mineras del distrito la incluían en su nombre. La mayoría de ellas vendían sus acciones por correo a través de dudosas agencias de inversión de todo el país que describían el distrito como “el mayor descubrimiento de oro de los tiempos modernos” y llegaban a asegurar, en algunos casos, beneficios de hasta el 800% en tan sólo 4 meses.
Como resultado de este boom, el crecimiento Rhyolite no cesaba y en junio de 1905, casi un año después de que Cross y Shorty encontraran oro, la ciudad ya contaba con una población de 2.500 personas que se divertía en sus 50 salones con sus 35 mesas de apuestas, comían en sus 16 restaurantes y podían leer su semanario local. Varias canalizaciones proveían de agua potable a la ciudad, que desde hacía un tiempo ya no tenía que pagar 5 dólares por los barriles de agua con regusto a whisky que antes se traía a lomos de burros.
Charles Michael Schwab en 1901 | Wikipedia
Se organizaban torneos de beisbol, de tenis, alguna carrera de caballo, los domingos se exhibían películas y los espectáculos de variedades eran habituales en la Arcade Opera House. Cuatro diligencias cubrían el trayecto entre Rhyolite y Goldfield en 2 días por 18 dólares, y para aquellos que se lo podían permitir existían varias líneas de automóviles que empleaban White Steamers de vapor y Pope-Toledos de gasolina, que por 25 dólares hacían el mismo trayecto en tan sólo 5 horas, con la posibilidad de alagarlo hasta la estación de tren de Las Vegas.
Pero, el gran boom para Rhyolite se produciría cuando el magnate del acero Charles M. Schwab ofreció un millón y medio de dólares por el 51% de las acciones de la mina de Montgomery. Un precio muy alto, pero que parecía bastante razonable, si tal como a Montgomery le gustaba jactarse, se podían obtener unos 10.000 dólares diarios en oro de ella.
Las exigencias extras de la mujer de Montgomery, que quería un millón más para ella, y la denuncia de otros dos mineros que afirmaban que cuando “Hungry Johnny” encontró oro por primera vez en la mina estaba trabajando para ellos y no para Montgomery, alagaron el proceso de la venta, que no se cerraría hasta febrero de 1906. Montgomery recibió un millón de dólares en efectivo, mientras conservaba una quinta parte de sus acciones, que, de haberlas vendido al precio de mercado de ese momento, podrían haberle supuesto otro par de millones más. En total, entre unos 40 y 60 millones actuales.
Con el dinero de Schwab, la Shoshone Consolidated Mining Company, y de rebote Rhyolite, se situaron a otro nivel. La alta rentabilidad que parecía tener el yacimiento animó al magnate a llevar a cabo importantes inversiones. Una de ellas, la construcción de un ramal en la línea de ferrocarril que se estaba construyendo entre Las Vegas y Tonopah desde Rhyolite hasta su mina para facilitar el transporte la maquinaría pesada que necesitaba para la construcción de la planta de procesado de mineral y que después usaría para el transporte de la mena.
Plano de Rhyolite en 1908 | Department of the Interior General Land Office (PDF)
El 14 de diciembre, la línea entró en funcionamiento y Rhyolite quedó conectada por tren con la ciudad de Las Vegas, situada a más de 200km al sur. El edificio de la estación había costado más de 130.000 dólares de la época, el equivalente a unos 3 millones actuales. En menos de medio año, una nueva línea de ferrocarril llegaría a Rhyolite, la Bullfrog Goldfield, esta vez para unir la ciudad con el norte. Con el tiempo Rhyolite llegaría a contar con otra más y se declararía una guerra de precios entre ellas por hacerse con el transporte de la mena de mayor calidad hasta las fundiciones de Salt Lake City.
Al año siguiente, 1907, sólo dos años después de su fundación, Rhyolite, con entre 4.000 y 5.000 residentes, se convierte en la cuarta ciudad con más habitantes de Nevada. Además, la ciudad contaba con comodidades más propias de ciudades mucho mayores. Hasta ella llegaban varias líneas de telégrafo y teléfono, tenía su propio departamento de bomberos y policía, sus aceras eran de hormigón y contaba con una piscina pública, dos iglesias y dos escuelas. La ciudad incluso contaba con un barrio de “luces rojas” al que llegaban para buscarse la vida mujeres desde ciudades tan alejadas como San Francisco.
A otras ciudades mineras del distrito, sin embargo, no les iba tan bien. Gold Center o Bullfrog habían quedado abandonadas y una parte de sus ciudadanos se habían mudado a Rhyolite, a medida que los depósitos superficiales se agotaban y se descubría que a mayor profundidad tampoco había nada. De tanto en tanto, aparecía algún otro campamento minero a la sombra de algún nuevo descubrimiento de oro, pero todos acababan muriendo al mismo ritmo que el oro se acababa. Solo el campamento de Pioneer, surgido a la sombra de la mina Mayflower y que alcanzaría una población de 2.500 personas en 1908, parecía poder hacer competencia a Rhyolite.
La sede del John S. Cook and Co. Bank en 1908 y 2009 | Alfreda Holloway
Mientras, la actividad no cesaba en la mina Montgomery-Shoshone. En marzo de 1907 entró en funcionamiento el ramal de tren hasta ella y comenzó la construcción de unas gigantescas instalaciones para procesar más de 300 toneladas de mineral al día. En agosto ya estaba todo listo y en sólo unas semanas la electricidad llegó hasta la mina, unos meses antes lo había hecho hasta la ciudad. Otra vez, Schwab era el responsable.
El magnate del acero contrató a la Nevada-California Power Company para que tendiera una línea eléctrica de más de 160 kilómetros desde Bishop Creek, en California, hasta la ciudad minera para dar servicio a su mina. De rebote, se beneficiaron Rhyolite y las demás minas de la ciudad y del distrito, que hasta entonces habían usado generadores eléctricos de gasolina. Schwab también había hecho traer agua hasta su mina gracias a la compra por unos 150.000 dólares de una canalización de 20 kilómetros desde Gross Springs.
Durante el 1907 llegaría a la Rhyolite otro de los grandes culpables de su burbuja, el “doctor” William S. Phillips. Como Schwab estaba muy ocupado con su negocio minero, cedió los derechos de promoción urbanística de la ciudad a Philips, que pretendía convertir Rhyolite en la “Chicago del Oeste”. Según aseguraba, pretendía invertir 100.000 dólares en la construcción de un gran hotel, además de construir un hospital, un ayuntamiento, cosas más propias de una gran ciudad que de una del tamaño de Rhyolite, pero el futuro de la ciudad continuaba siendo más que prometedor.
Lamentablemente, estos edificios no llegaron a existir más allá de en los cárteles que el “doctor” colocó en varios solares de la ciudad como gancho para vender el resto a precios inflados. Phillips consiguió grandes beneficios, pero pasado un tiempo desapareció con ellos dejando a deber una gran cantidad de dinero a la ciudad y al mismísimo Schwab. Un año después, acabaría siendo condenado a 3 años de cárcel en Los Angeles, por fraude postal, mientras se dedicaba a vender parcelas en la prometedora ciudad de Velma, situada en los ricos campos petrolíferos de Amargosa. Lugares, ambos, que sólo existían en sus folletos.
Por su parte, Rhyolite apuraba sus últimos días de gloria a la sombra de la mina Montgomery-Shosone. En su recién creada bolsa de valores, cotizaban unas 74 compañías mineras de la región y operaban 125 brokers llegados desde Nueva York, Los Angeles y otras grandes ciudades. Aunque se trataba de una bolsa pequeña, sólo en su primer día de funcionamiento, el 25 de marzo de 1907, 60.000 acciones cambiaron de mano, y un total de 750.000 lo harían durante las dos semanas siguientes. Pero lo que se movía era papel y no dinero, puesto que la mayoría de las empresas que cotizaban todavía no habían producido ni tan siquiera un lingote de oro, aunque eso no evitaba que su cotización estuviera disparada.
Además de esta bolsa, Rhyolite contaba desde hace tiempo con, como mínimo, tres bancos. Uno de ellos era el John S. Cook and Co Bank, fundado en 1905, que había construido una lujosa sede en Golden Street con paredes de hormigón reforzado y un grosor de entre 66 y 91 centímetros. El edificio tenía zócalos de caoba hondureña y una escalinata de mármol traído desde Italia, desde donde se habían traído los vidrios tintados de sus ventanas. Con estos lujos, no es de extrañar que su construcción costara el equivalente a unos 2.200.000 dólares actuales. El edificio se abrió al público en enero de 1908, poco antes de que comenzara el declive de Rhyolite y de la que había sido su mina más rentable, la Montgomery-Shosone.
Aunque durante los primeros tres años la mina de Schwab había producido lingotes de oro por un valor equivalente a unos 24 millones de dólares actuales, algunos accionistas minoritarios de la compañía comenzaron a sospechar que la mina estaba sobrevalorada y no se creyeron las predicciones de uno de los directivos que aseguraba que en el subsuelo de ella aún quedaban otros 5 millones esperando ser extraídos. Para salir de dudas, los accionistas hicieron venir en febrero de 1908 a un reputado ingeniero de minas británico.
En aquel entonces, las acciones de la compañía cotizaban a 3 dólares, muy lejos de los 23 a los que lo habían llegado a hacer cuando Schwab se hizo con el control de ella. Las conclusiones de estudio del ingeniero se filtraron antes de hacerse públicas, haciendo que el valor de las acciones de la mina se hundiera bruscamente hasta los 75 centavos. El primer decepcionado fue el propio Schwab al comprobar que lo que había comprado como una mina con una mena con alta concentración en oro se limitaba sólo a unas cuantas capas superficiales de ella.
La mina, sin embargo, continuaba siendo rentable, aunque a partir de 1909 no se encontró más oro y la mena que se extraía era cada vez de peor calidad, con lo que la producción comenzó a bajar hasta que, al año siguiente, la mina entró en pérdidas, por lo que dejaría de funcionar el 14 de marzo de 1911. Para entonces, la acción, que ya cotizaba a tan sólo 10 centavos, bajó hasta los 4 y finalmente fue retirada del mercado.
Mina abandonada | www.rhyolitenevada.com
La mina había producido oro por un valor de 1.418.000 dólares, pero los accionistas no habían visto, ni verían, un solo centavo. Al poco de entrar en el accionariado, Schwab había vendido todas sus acciones a la propia empresa, a la que había prestado su propio dinero justamente para que pudiera comprárselas. De esta manera, Schwab se convirtió en el principal acreedor de la Shoshone Consolidated Mining Company con lo que seguía reteniendo el control de la compañía y además se aseguraba que cualquier beneficio que la empresa generara en el futuro iría en primer lugar a pagar su deuda, antes que a retribuir a accionistas o a saldar otras deudas menores. Oficialmente, sin embargo, el préstamo fue publicitado como una muestra de la gran fe que Schwab tenía en la mina.
Esta treta financiera, que Schwab había aprendido en otros negocios fallidos del pasado, le funcionó muy bien y todo el beneficio que la empresa generó fue a su bolsillo, incluido el de la venta de la maquinaría cuando se liquidó la compañía. El cierre de la mina suponía el fin para Rhyolite, aunque la decadencia del distrito había comenzado ya unos años antes. Algunos lo sitúan en 1906, coincidiendo con el terremoto de San Francisco.
La consecuencia más inmediata del terremoto fue la interrupción del servicio ferroviario entre el distrito y California, pero la más importante sería el parón inversor que llegaría después. A causa del terremoto, muchas compañías de la ciudad perdieron sus oficinas y con ellas sus archivos y contabilidad, con lo que la bolsa de la ciudad y muchos bancos tuvieron que permanecer cerrados durante un par de meses. El dinero de San Francisco dejó de llegar al distrito y, para cuando la ciudad recuperó la actividad, gran parte de ese dinero se desvió a la propia California.
Calle principal de Rhyolite en la actualidad. En primer plano el edificio HD & LD Porter del 1906 | emblems.esty.com
Rhyolite Mercantile, antiguo comercio | Robert Paul Young
El pánico financiero del año siguiente tampoco ayudó, pero la razón más importante del declive de Rhyolite fue una promesa incumplida. La ciudad había surgido a la sombra de sus minas, pero, a excepción de la Montgomery-Shoshone y alguna otra, la mayoría resultaron un auténtico fracaso en la que sólo algunos especuladores consiguieron hacer dinero. Muchas de ellas comenzaron a cerrar a medida que se agotaba la mena de mayor calidad y dejaban de ser rentables, fue entonces cuando Rhyolite comenzó a apagarse, se redujeron las inversiones y los mineros desempleados comenzaron a abandonar la ciudad en busca de un nuevo dorado.
El declive de Rhyolite fue tan rápido como lo había sido su auge. En 1910, sólo quedaban 611 residentes en la ciudad, todos sus bancos habían cerrado y el alumbrado público había dejado de funcionar. En junio de 1912 cerraría el último de sus periódicos. En noviembre de 1913, lo haría su oficina postal y en julio de 1914, la estación vio marchar el último tren. En 1918 la Bullfrog District Telephone Company cortó la línea al par o tres de abonados que le quedaban en Beatty y Rhyolite. Dos años antes, la Nevada-California Power Company había desmantelado su línea eléctrica y la ciudad se había quedado a oscuras.
Panorámica de las ruinas de Rhyolite | www.rhyolitenevada.com
En 1920, sólo quedaban 14 habitantes y, en 1924, sólo un anciano de 92 años de edad. La otrora boyante Rhyolite se convirtió en un almacén de materiales de construcción a buen precio para otras ciudades del distrito. De hecho, algunos edificios se trasladaron enteros hasta Beatty o Pioneer.
Hoy en día, la “Bottle House” es de lo poco que queda en la ciudad. Una curiosa casa construida en febrero de 1906 con 50.000 botellas de cerveza y licores por un minero llamado Tom T. Kelly que la Paramount restauró en 1925 para filmar una película muda. La casa volvería en otra película en 1964 y en 2004 en “La Isla”, con Ewan McGregor y Scarlett Johansson.
Enlace permanente a Rhyolite, la ciudad que tenía que convertirse en la Chicago de Nevada, pero acabó abandonada
+posts:
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- La burbuja de las carreteras de madera
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- Ferdinandea, la isla que vino y se fue
+info:
- Rhyolite, Nevada in en.wikipedia.org
- Death Valley and the Amargosa: A Land of Illusion by Richar E. Lingenfelter in Google books
- Rhyolite Ghost Town in National Park Service
- Rhyolite Nevada and the Bullfrog Mining District by Alfreda Holloway
- Beatty, Nevada History by Beatty Museum & Historical Society in Beatty
sábado, 29 de octubre de 2011
De carreteras, torres, casas, fotógrafos y ataúdes colgantes
Recopilación de historias pasadas para estos días de difuntos, santos y cementerios.
Aún hoy en día se pueden encontrar en Gran Bretaña vestigios de unos caminos que aparecieron en la Edad Media. Era caminos creados para transportar a los difuntos desde las aldeas más alejadas hasta los camposantos de las iglesias. Era un tiempo en el que el miedo a “aparecidos” y fantasmas era generalizado, así que no es de extrañar que las carreteras de los cadáveres se convirtieran en fuente inagotable de leyendas y supersticiones. Seguir leyendo Las carreteras de los cadáveres.
En otro tiempo fueron muchas, pero hoy apenas quedan unas pocas. Son las torres del silencio o dokhmas, uno de los rituales funerarios más peculiares a ojos de todos aquellos ajenos al Zoroastrismo, pero que para los fieles de esta religión resulta el más aceptable y natural posible: la exposición de los cuerpos de los difuntos al sol, al viento y a… los buitres. Un acto final de caridad que iguala a pobres y a ricos. Seguir leyendo El milenario ritual de las Torres del Silencio.
Durante el apogeo de los Bo, llegaron a ser decenas de miles los ataúdes que colgaban en los precipicios y cuevas de sus dominios. Hoy, apenas quedan unos cuantos centenares de estos ataúdes colgantes, que es casi todo lo que nos ha llegado de este pueblo milenario que desapareció de lo que hoy en día es China durante el siglo XVI. Seguir leyendo Los ataúdes colgantes de los Bo.
A mediados del siglo XIX, William H. Mumler, que sería conocido como “El fotógrafo de los espíritus”, descubrió por accidente que él y su cámara fotográfica eran capaces de captar algo que el ojo humano rara vez alcanzaba a ver: los espíritus de los muertos. Mumler enseguida convirtió su sorprendente “hallazgo” en un lucrativo negocio, pero que acabaría llevándolo ante los tribunales.
Seguir leyendo William H. Mumler, el fotógrafo de los espíritus.
Durante 38 años los carpinteros no pararon ni un día de construir la casa (encantada) Winchester, una casa llena de extrañas rarezas que van desde escaleras que no suben a ningún piso a habitaciones secretas o puertas detrás de las que sólo hay una pared o el vacío. La casa es una especie de laberinto gigante construido con el objetivo de confundir a los espíritus, los espíritus de los muertos con los rifles que habían hecho rica a la familia de Sarah Winchester y que estaba convencida vendrían a vengarse. Seguir leyendo La casa encantada de los Winchester.
Aún hoy en día se pueden encontrar en Gran Bretaña vestigios de unos caminos que aparecieron en la Edad Media. Era caminos creados para transportar a los difuntos desde las aldeas más alejadas hasta los camposantos de las iglesias. Era un tiempo en el que el miedo a “aparecidos” y fantasmas era generalizado, así que no es de extrañar que las carreteras de los cadáveres se convirtieran en fuente inagotable de leyendas y supersticiones. Seguir leyendo Las carreteras de los cadáveres.
En otro tiempo fueron muchas, pero hoy apenas quedan unas pocas. Son las torres del silencio o dokhmas, uno de los rituales funerarios más peculiares a ojos de todos aquellos ajenos al Zoroastrismo, pero que para los fieles de esta religión resulta el más aceptable y natural posible: la exposición de los cuerpos de los difuntos al sol, al viento y a… los buitres. Un acto final de caridad que iguala a pobres y a ricos. Seguir leyendo El milenario ritual de las Torres del Silencio.
Durante el apogeo de los Bo, llegaron a ser decenas de miles los ataúdes que colgaban en los precipicios y cuevas de sus dominios. Hoy, apenas quedan unos cuantos centenares de estos ataúdes colgantes, que es casi todo lo que nos ha llegado de este pueblo milenario que desapareció de lo que hoy en día es China durante el siglo XVI. Seguir leyendo Los ataúdes colgantes de los Bo.
A mediados del siglo XIX, William H. Mumler, que sería conocido como “El fotógrafo de los espíritus”, descubrió por accidente que él y su cámara fotográfica eran capaces de captar algo que el ojo humano rara vez alcanzaba a ver: los espíritus de los muertos. Mumler enseguida convirtió su sorprendente “hallazgo” en un lucrativo negocio, pero que acabaría llevándolo ante los tribunales.
Seguir leyendo William H. Mumler, el fotógrafo de los espíritus.
Durante 38 años los carpinteros no pararon ni un día de construir la casa (encantada) Winchester, una casa llena de extrañas rarezas que van desde escaleras que no suben a ningún piso a habitaciones secretas o puertas detrás de las que sólo hay una pared o el vacío. La casa es una especie de laberinto gigante construido con el objetivo de confundir a los espíritus, los espíritus de los muertos con los rifles que habían hecho rica a la familia de Sarah Winchester y que estaba convencida vendrían a vengarse. Seguir leyendo La casa encantada de los Winchester.
jueves, 6 de octubre de 2011
Los olvidados dioses del Monte Nemrut
Cuando en 1881 el ingeniero alemán Charles Sester llegó al Altiplano Armenio (actual Turquía) para evaluar la construcción de nuevas rutas de comunicación para el Imperio Otomano, hacía muchos siglos que el santuario de Nemrut Dagi había caído en el olvido. Sólo la gente de los alrededores sabía de su existencia, así que fueron ellos los que hablaron al alemán de unas misteriosas estatuas descabezadas en la cima de aquella montaña perdida.
Después de la prematura muerte de Alejando Magno en el 323 a.C., sus generales y oficiales se repartieron su imperio. Fue un proceso que se alargaría más de 20 años durante los cuales los diádocos (como eran conocidos estos generales) se enfrentaron en 6 guerras. Durante este tiempo el imperio que había construido Alejandro perdió su cohesión y acabó fragmentando en 3 estados independientes que subsistirían hasta la aparición del poder romano en el siglo II.
Uno de ellos fue el fundado por Seleuco en el 312 a.C. y al que correspondió inicialmente el territorio de la antigua Babilonia. Seleuco, sin embargo, no tardaría mucho en emprender una agresiva campaña para ampliar sus dominios, ocupando inicialmente la Anatolia y el norte de Siria, y con el tiempo llegando a hacerse con el control de casi todos los territorios asiáticos conquistados por Alejandro. Sin embargo, el Imperio Seléucida abarcaba un territorio demasiado extenso y de difícil control, por lo que Seleuco se acabó viendo obligado a ceder sus territorios del Indo al Imperio de los Mauria.
Mientras, varios gobernadores seléucidas aprovechaban la debilidad del poder central seléucida para proclamar de forma casi simultánea la independencia de sus respectivos territorios. El gobernador del territorio bactriano en el 245 a.C. fue el primero en independizarse. Poco después le seguiría el sátrapa de Partia que crearía el reino que con el tiempo se convertiría en el poderoso Imperio Parto.
El Imperio Seléucida pareció recobrar su esplendor pasado con la llegada al poder en el 223 a.C. de Antíoco III el Grande. Inicialmente, consiguió recuperar parte de los antiguos dominios sometiendo a varios de los antiguos reinos rebeldes, pero cometió el error de invadir Grecia y acabó siendo vencido por la nueva potencia del Mediterráneo, Roma. Como consecuencia de su derrota, se vio obligado a firmar un acuerdo de paz con Roma que le obligaba a hacer grandes concesiones territoriales y pagar una gran suma de dinero en concepto de indemnización. El imperio seléucida jamás volvería a ser lo que fue.
Después de la muerte de Antíoco III, las numerosas guerras civiles debilitaron la autoridad imperial y se produjo una nueva oleada de reinos que se declaraban independientes, uno de ellos el de Comagene, una provincia situada en la parte sudeste de la Anatolia, entre los Montes Tauro o y el curso medio del río Éufrates, cuyo sátrapa, Ptolomeo se auto-proclamó rey en el 163 a.C.
Comagene se convirtió en un reino rico gracias a la fertilidad de sus tierras agrícolas, las rutas comerciales que lo atravesaban y sus propios recursos mineros. Una muestra de esta riqueza son los monumentos que han llegado hasta nosotros y el gran número de celebraciones de las que se tiene constancia que se llevaban a cabo a lo largo y ancho del reino durante el año, así como el testimonio de algunos historiadores de la época como Tácito, que hace referencia a la riqueza de la familia real o las expectativas de botín que tuvieron los ejércitos romanos cuando consideraron su conquista.
Ptolomeo I fue sucedido en el trono por el rey Sames que, a su vez, lo sería por su hijo Mitrídates I que contraería matrimonio con la princesa greco-siria del vecino Imperio Seléucida, Laodice, como parte de un acuerdo de paz entre ambos reinos. A partir de este momento, el Reino de Comagene fue adoptando la cultura helenística y abandonando sus raíces persas.
Fruto de la unión entre Laodice y Mitrídates I, nació Antíoco I, el que sería el constructor del majestuoso santuario de Nemrut Dagi. De esta manera, Antíoco se vanagloriaba de tener una ascendencia de lo más selecta dentro del mundo helenista. Descendiente del primer rey greco-sirio, Seleuco I Nicátor, del primer faraón griego, Ptolomeo I, y de los reyes griegos, Lisímaco de Tracia y Antípatro de Macedonia. Todos ellos, generales en tiempos de Alejandro Magno. Todo esto sin renunciar a los orígenes persas de su padre que se remontaban a Dario I, el Rey de Reyes persa. Algunos historiadores, sin embargo, cuestionan estos grandiosos orígenes de la familia real de Comagene y ven bastante más probable que se tratara de una dinastía local helenizada.
Pero aún más diverso que los orígenes de Antíoco I, lo era su reino, dentro del cual, la población local de origen semítico convivía con la de origen persa, griego o macedonio. Esta convivencia, sin embargo, no estaba exenta de tensiones y conflictos. Antíoco I, consciente como era de ello, se embarcó en un programa religioso que proporcionara cohesión a su reino unificando las diferentes creencias de sus súbditos. Al mismo tiempo, aprovechó la ocasión para reforzar su autoridad, situándose él y su familia a la misma altura que los nuevos dioses, instaurando así un culto a la familia real.
Este proceso no fue exclusivo de Comagene. En otros reinos helenísticos también se combinó el culto de dioses locales con el de los tradicionales dioses griegos. En Egipto, por ejemplo, se crearon nuevas deidades, como Serapis, un intento de armonizar las creencias tradicionales locales con las helénicas, creando un dios que pudiera ser venerado tanto por griegos como egipcios. Tampoco fue Antíoco I el primero que se situó a la altura de los dioses. Otra vez en Egipto, siguiendo con la tradición de los faraones, Ptolomeo II proclamó a su padre como dios y se autoproclamó a sí mismo como dios viviente. En otros lugares, sin llegar a alcanzar el mismo grado de divinidad que los dioses tradicionales, las estatuas de algunos reyes que se habían destacado por sus logros o conquistas militares también se veneraban en templos de otras deidades.
Como parte de su plan, Antíoco I construyó el santuario en la cima del Monte Nemrut, una de las más altas de su reino (2.134 metros), un lugar elevado y sagrado para estar lejos de los hombres y cerca de los dioses, el lugar ideal para la construcción de los “tronos de todos los dioses” sobre unos cimientos que jamás serían demolidos. El santuario estaría coronado por el que tenía que ser su túmulo funerario, de una altura de 50 metros y un diámetro de unos 150, cubierto por millones de pequeñas piedras calizas. Alrededor del túmulo, se excavaron en la roca 3 terrazas, sólo para la construcción de la situada al este fue necesario extraer unos 1.500 metros cúbicos de roca de la cima y así ganar el suficiente espacio. La construcción del santuario supondría en cierta manera la decapitación de la montaña.
Los peregrinos debían ascender al santuario siguiendo un camino procesional que los llevaba hasta la terraza este, donde se encontraban con 5 estatuas de casi 9 metros de altura de varios dioses, flanqueadas por las de un par de águilas (mensajeros de los dioses) y leones (guardianes del lugar). Los dioses, que estaban sentados en tronos, eran de izquierda a derecha: Apolo-Mithra, la diosa de Comagene (una personificación local de la diosa griega Tyche, que regía la prosperidad y el destino de una comunidad, en este caso, Comagene), Zeus-Oromasdes (el padre de todos los dioses), el rey Antíoco I y Heracles-Artagnes-Ares. La estatua de Antíoco estaba situada como un dios más entre el resto, a su mismo nivel y de su misma altura.
Las estatuas de los dioses han llegado hasta nuestros días en muy buen estado de conservación, aunque, probablemente a causa de los terremotos, las cabezas y los cuerpos se encuentran separados, habiendo sido estas últimas colocadas a los pies de los cuerpos sentados. Contemplándolas hoy en día, se puede comprobar el origen dual de los dioses, con un atuendo y peinado persas, pero unas facciones griegas. La terraza se completa con una plataforma de piedra y que sería usada en durante las ceremonias como altar.
La terraza oeste es casi idéntica a la este, los mismos dioses siguiendo la misma distribución (conocida como hierotesion), aunque adaptada ligeramente al terreno. Las caras se encuentran mejor conservadas, pero los cuerpos se encuentran esparcidos por el suelo, aunque se está considerando la posibilidad de volverlos a colocar en su posición original.
Tanto en esta, como en la anterior terraza, en la parte posterior de los tronos de los dioses existen varias inscripciones en griego. Es lo que se conoce como la “ley divina de Antíoco”, una ley “proclamada por mí, pero que proviene del poder de los dioses” y que Antíoco pretendía revelar al “pueblo de Comagene, a los extranjeros, a los reyes y gobernantes, a los hombres libres y a los esclavos, a todos los que forman parte de la Humanidad y solo se diferencian por nacimiento o destino”. A modo de testamento, pide a “todas las futuras generaciones de hombres que posean esta tierra” que respeten esta “ley sagrada”.
Antíoco reconoce su más profunda convicción que “la piedad es no solo la posesión más importante que los hombres pueden obtener, sino que además es la que proporciona el gozo más profundo”. Por ello, cuando recibió el trono de su padre, anunció “piadosamente” que Comagene se convirtiera en la “morada común de todos los dioses” y decoró “las representaciones de sus formas, a la manera de los persas y los griegos”. Antíoco atribuye la buena fortuna que le acompañó durante toda su vida y que le permitió “escapar, contra toda expectativa, de los más grandes peligros, rico en años y felicidad” a su “santidad” a la que siempre consideró como el “más seguro guardián” de su reino.
Pero, aparte de mostrar su agradecimiento a los dioses y a sus gloriosos antepasados, se detallan las leyes y mandamientos del reino y se describen las celebraciones que se llevaban a cabo en Nemrut anual y mensualmente.
En otra sección de la inscripción Antíoco I explica como construyó los cimientos de “esta tumba sagrada” para que fueran indestructibles y resistieran los estragos del tiempo y preservar así la “forma exterior de su persona”. Sin embargo, y aunque en varias ocasiones se han intentando excavar túneles en el interior del túmulo con la esperanza de encontrar la cámara mortuoria, muy probablemente los primeros en hacerlo fueron los romanos para intentar hacerse con sus riquezas, y más recientemente los arqueólogos; no se ha podido dar con ella. Algunos creen que lo más probable es que, al tratarse de una cima rocosa, la cámara fuese excavada en la roca y después cubierta con las piedras del túmulo.
De la terraza oeste también se ha conservado una serie de losas de piedra en las que se puede ver a Antíoco dando la mano a los dioses Apolo, Zeus y Heracles. En otra losa, la conocida como el “horóscopo del rey”, aparece un león con la alineación de varias constelaciones con Júpiter, Mercurio y Marte. Según unos, indicaría la fecha del 10 de julio de 62-61 a.C., día en que Antíoco fue investido como rey por los romanos. Según otras fuentes, sería la fecha de comienzo de construcción del santuario.
La terraza norte, que comunicaba las dos anteriores, carecía de estatuas colosales, aunque contaba con un gran friso escultórico, del que hoy en día sólo se conservan unas cuantas losas en las que se muestran los antepasados persas y macedonios del rey Antíoco I.
El santuario de Nemrut era utilizado en algunas de las muchas ceremonias religiosas que se llevaban a cabo durante el año en Comagene o banquetes en honor de personajes ilustres del reino ya fallecidos. Las dos celebraciones más señaladas eran el 10 del mes de Audnaios (luna de diciembre) del calendario macedonio y el 16 de Loos (luna de julio). El día de la coronación de Antíoco I y el del “nacimiento de su cuerpo natural”. Estos dos festivales se celebraban de forma anual, cuando durante dos días se paraba toda la actividad en reino, pero también se repetían cada mes.
Durante estas ceremonias, los sacerdotes, vestidos al modo persa, adornaban con coronas de oro las cabezas de los dioses, ofrecían sacrificios (no especificados) en los altares situados a sus pies y les realizaban ofrendas de incienso e hierbas aromáticas. Además, alentaban a los súbditos a estar alegres y disfrutar del vino y la comida mientras escuchaban la música sagrada que tocaban los músicos del templo, puesto que no eran sólo celebraciones en honor de la grandeza de Antíoco, sino también de la propia buena fortuna de cada uno de los que participaban.
En el plano político, a Antíoco I le tocó lidiar con la expansión de Roma por Asia Menor hasta llegar a las puertas de su reino. Aunque hábilmente consiguió alcanzar un acuerdo de paz con el general Pompeyo y, unos años más tarde, el senado romano le concedería la toga praetexta, una distinción reservada únicamente a los más fieles aliados y amigos de Roma. Comagene se convirtió así como el único estado de Asia Menor que consiguió sobrevivir, pero encajonado entre dos poderosos enemigos: Roma y el Imperio Parto.
Antíoco I no se diferenció demasiado de los que le antecedieron en el trono. Comagene nunca fue un reino poderoso y fue únicamente acomodándose a las potencias que lo rodeaban y al ejercicio de una hábil diplomacia como consiguió mantener su independencia. Si bien, en tiempos de Antíoco I esta era cada vez más reducida, hasta el punto que historiador Michael Alexander Speidel, cree que a partir de la alianza con Roma, se puede considerar Comagene dentro de las fronteras del imperio romano, reservándose Roma la potestad para intervenir en los asuntos internos del reino así como de elegir quien debía de ocupar el trono.
En su calidad de “más leal aliado de Roma”, Antíoco era el encargado de la protección y vigilancia de la frontera de la provincia romana de Siria. De esta manera, Antíoco I fue el primero en informar a Cicerón de que los partos habían comenzado a cruzar el Éufrates. Antíoco también tomó parte en los conflictos internos de Roma, como la guerra civil que enfrentó a Julio César y Pompeyo, en la que proporcionó tropas a este último.
Sin embargo, una vez los partos fueron derrotados por Marco Antonio en el 38 a.C., los romanos cambiaron de postura hacía el reino de Comagene y pasaron ambicionar sus tesoros. Marco Antonio ordenó poner cerco a Samosata, la capital de Comagene. No queda muy claro que ocurrió, pero al final Antíoco pudo evitar la invasión y llegó a un acuerdo de paz con Roma.
Antíoco I fue sucedido en el trono por su hijo Mitrídates II, que, a su vez, lo sería por su hijo Antíoco III. Antítoco III fue capaz de mantener la frágil independencia de Comagene ante Roma, pero a su muerte el emperador Tiberio anexionó el reino a la provincia romana de Siria, probablemente porque no veía ningún sucesor capaz de mantener la unión y la estabilidad de Comagene. Fue una decisión temporal y en el 39 d.C. el emperador Calígula reinstauró el reino colocando al hijo de Antíoco III, Antíoco IV, en el trono. Una decisión que en el fondo no dejaba de ser un mero cambio administrativo, ya que, a pesar a ser reino, Comagene era un mero títere de Roma.
Esta situación se prolongaría hasta el año 72 d.C. cuando el emperador Vespasiano, en medio de sospechas de una posible alianza de Comagene con el Imperio Parto, creyó que no podía seguir confiando en los monarcas de Comagene para controlar el estratégico paso del Éufrates en Samosata e invadió el reino. Antíoco IV fue derrotado y huyó, siendo finalmente recibido con honores por Vespasiano en Roma, donde llevó una vida bastante glamurosa gracias a una generosa asignación monetaria del emperador. Comagene, finalmente, acabó anexionado a la provincia de Siria. Es probable que el santuario de Nemrut fuese saqueado por los romanos y el ejército de Comagene pasara a integrarse en las legiones romanas.
No queda claro si con la pérdida de la independencia de Comagene se puso fin al culto a su familia real o este ya se había abandonado unos años antes, aunque es cierto que los descendientes de Antíoco I continuaron con la tradición de ser enterrados en las proximidades de Nemrut. En cualquier caso, de poco serviría que Antíoco I hubiera dispuesto que los sacerdotes e hieródulos de Nemrut estuvieran libres de cualquier otra obligación para poder dedicar sus vidas a perpetuar los rituales. Un honor que tenía que pasar a sus hijos y después a los hijos de sus hijos y así sucesivamente, de manera que los rituales se continuaran celebrando eternamente.
Antíoco I y su familia acabaron cayendo en el olvido y, años después, cuando la población cristiana ocupó la región atribuyeron la construcción del santuario al legendario Nemrod, el tirano al que la tradición atribuye la construcción de la Torre de Babel, al que creyeron reconocer en alguna de las estatuas y de quien acabó tomando prestado el nombre el monte.
Sería Charles Sester en 1881 el que rescataría del olvido a Nemrut. En aquel tiempo la zona debía tener un aspecto muy diferente al que tiene ahora, pues, según el testimonio de otro alemán que visitó la zona hace unos 100 años, era un auténtico vergel con árboles que cubrían sus laderas y valles.
Después del descubrimiento de Sester, las ruinas fueron excavadas por arqueólogos alemanes y más tarde por el experto en arte turco, Hamdi Bey. Sin embargo, y pese a su espectacularidad, no fueron todo los estudiadas como debían al no despertar el suficiente interés entre los arqueólogos. Los clásicos porque las encontraban demasiado orientales y los interesados en arte oriental porque las encontraban demasiado clásicas.
La situación cambiaría con la aparición en escena de Theresa Goell, una mujer de Nueva York que había estudiado arte durante 4 años en la Universidad de Cambridge y unos años más tarde había ampliado sus estudios en arte europeo y prehistórico en la Universidad de Columbia. Fue entonces cuando uno de sus profesores le sugirió que investigara sobre el santuario de Nemrut, aprovechando esa falta de interés que había propiciado que hubiera sido poco estudiado. Theresa conseguiría visitar por primera vez el Monte Nemrut en 1947, al que volvería en 1951. Theresa quedó tan fascinada que no le importó dejar su anterior vida en Nueva York, dejando allí a su marido e hijo y marchar en 1953 a Turquía para comenzar las excavaciones con el apoyo, entre otros, de la National Geographic Society.
Theresa se convertiría junto al arqueólogo alemán Friedrich Karl Dorner en uno de los máximos estudiosos del reino de Comagene. Además de Nemrut, realizarían excavaciones en la vecina ciudad de Arsameia y en otras ciudades del reino, rescataron así del olvido a Antíoco y a su desconocido reino, de manera que los peregrinos, ahora en forma de devotos turistas, volvieron a peregrinar a su santuario.
PS(i): Las fotos son del pasado 2 de septiembre, que tuve la suerte de poder visitar el Monte Nemrut, una excursión que recomiendo antes de que las trasladen a un museo, que, por otra parte, quizás sea lo mejor para su conservación. Más fotos en panoramio.
PS(ii): El Imperio seléucida desapareció más de un siglo antes que Comagene. Aunque muy disminuido en territorios y poder, consiguió sobrevivir hasta el 63 a.C., en parte porque ninguno de sus vecinos estaban interesados en hacerse con él, pues les resultaba más útil como estado tapón entre todos ellos que como parte de sus territorios, pero ese año el general Pompeyo cansado de la inestabilidad que suponía para la región las interminables guerras civiles seléucidas lo acabó incorporando a la provincia de Siria.
Enlace permanente a Los olvidados dioses del Monte Nemrut
+posts:
- La legión romana perdida en China
- El mítico reino de Preste Juan
- Las iglesias excavadas del Jerusalem etíope
- Monte Athos, el jardín de la Virgen María
- El monasterio imposible de la isla de Skellig Michael
- Santa Catalina del Monte Sinaí
+info:
- Commagene in Encyclopedia Iranica
- Kingdom of Commagene in en.wikipedia.org
- Antíoco I Theos of Comagene en es.wikipedia.org
- Early Roman Rule in Commagene (PDF) by Michael Alexander Speidel
- History in International Nemrud Foundation
- Nemrut Dag in UNESCO
- Animación que muestra una reconstrucción virtual de Nemrut Dagi in Learning Sites
- Commagene Nemrut Conservation Development Programme
Terraza Este - Antíoco I, Heracles, águila y león | cabovolo
Después de la prematura muerte de Alejando Magno en el 323 a.C., sus generales y oficiales se repartieron su imperio. Fue un proceso que se alargaría más de 20 años durante los cuales los diádocos (como eran conocidos estos generales) se enfrentaron en 6 guerras. Durante este tiempo el imperio que había construido Alejandro perdió su cohesión y acabó fragmentando en 3 estados independientes que subsistirían hasta la aparición del poder romano en el siglo II.
Uno de ellos fue el fundado por Seleuco en el 312 a.C. y al que correspondió inicialmente el territorio de la antigua Babilonia. Seleuco, sin embargo, no tardaría mucho en emprender una agresiva campaña para ampliar sus dominios, ocupando inicialmente la Anatolia y el norte de Siria, y con el tiempo llegando a hacerse con el control de casi todos los territorios asiáticos conquistados por Alejandro. Sin embargo, el Imperio Seléucida abarcaba un territorio demasiado extenso y de difícil control, por lo que Seleuco se acabó viendo obligado a ceder sus territorios del Indo al Imperio de los Mauria.
Mientras, varios gobernadores seléucidas aprovechaban la debilidad del poder central seléucida para proclamar de forma casi simultánea la independencia de sus respectivos territorios. El gobernador del territorio bactriano en el 245 a.C. fue el primero en independizarse. Poco después le seguiría el sátrapa de Partia que crearía el reino que con el tiempo se convertiría en el poderoso Imperio Parto.
El Imperio Seléucida pareció recobrar su esplendor pasado con la llegada al poder en el 223 a.C. de Antíoco III el Grande. Inicialmente, consiguió recuperar parte de los antiguos dominios sometiendo a varios de los antiguos reinos rebeldes, pero cometió el error de invadir Grecia y acabó siendo vencido por la nueva potencia del Mediterráneo, Roma. Como consecuencia de su derrota, se vio obligado a firmar un acuerdo de paz con Roma que le obligaba a hacer grandes concesiones territoriales y pagar una gran suma de dinero en concepto de indemnización. El imperio seléucida jamás volvería a ser lo que fue.
Camino de ascenso a Nemrut Dagi | cabovolo
Amanecer desde Nemrut Dagi | cabovolo
Después de la muerte de Antíoco III, las numerosas guerras civiles debilitaron la autoridad imperial y se produjo una nueva oleada de reinos que se declaraban independientes, uno de ellos el de Comagene, una provincia situada en la parte sudeste de la Anatolia, entre los Montes Tauro o y el curso medio del río Éufrates, cuyo sátrapa, Ptolomeo se auto-proclamó rey en el 163 a.C.
Comagene se convirtió en un reino rico gracias a la fertilidad de sus tierras agrícolas, las rutas comerciales que lo atravesaban y sus propios recursos mineros. Una muestra de esta riqueza son los monumentos que han llegado hasta nosotros y el gran número de celebraciones de las que se tiene constancia que se llevaban a cabo a lo largo y ancho del reino durante el año, así como el testimonio de algunos historiadores de la época como Tácito, que hace referencia a la riqueza de la familia real o las expectativas de botín que tuvieron los ejércitos romanos cuando consideraron su conquista.
Ptolomeo I fue sucedido en el trono por el rey Sames que, a su vez, lo sería por su hijo Mitrídates I que contraería matrimonio con la princesa greco-siria del vecino Imperio Seléucida, Laodice, como parte de un acuerdo de paz entre ambos reinos. A partir de este momento, el Reino de Comagene fue adoptando la cultura helenística y abandonando sus raíces persas.
Foto antigua de la terraza este, la diosa Comagene aún tenía la cabeza en su sitio | International Nemrut Foundation
Fruto de la unión entre Laodice y Mitrídates I, nació Antíoco I, el que sería el constructor del majestuoso santuario de Nemrut Dagi. De esta manera, Antíoco se vanagloriaba de tener una ascendencia de lo más selecta dentro del mundo helenista. Descendiente del primer rey greco-sirio, Seleuco I Nicátor, del primer faraón griego, Ptolomeo I, y de los reyes griegos, Lisímaco de Tracia y Antípatro de Macedonia. Todos ellos, generales en tiempos de Alejandro Magno. Todo esto sin renunciar a los orígenes persas de su padre que se remontaban a Dario I, el Rey de Reyes persa. Algunos historiadores, sin embargo, cuestionan estos grandiosos orígenes de la familia real de Comagene y ven bastante más probable que se tratara de una dinastía local helenizada.
Pero aún más diverso que los orígenes de Antíoco I, lo era su reino, dentro del cual, la población local de origen semítico convivía con la de origen persa, griego o macedonio. Esta convivencia, sin embargo, no estaba exenta de tensiones y conflictos. Antíoco I, consciente como era de ello, se embarcó en un programa religioso que proporcionara cohesión a su reino unificando las diferentes creencias de sus súbditos. Al mismo tiempo, aprovechó la ocasión para reforzar su autoridad, situándose él y su familia a la misma altura que los nuevos dioses, instaurando así un culto a la familia real.
Este proceso no fue exclusivo de Comagene. En otros reinos helenísticos también se combinó el culto de dioses locales con el de los tradicionales dioses griegos. En Egipto, por ejemplo, se crearon nuevas deidades, como Serapis, un intento de armonizar las creencias tradicionales locales con las helénicas, creando un dios que pudiera ser venerado tanto por griegos como egipcios. Tampoco fue Antíoco I el primero que se situó a la altura de los dioses. Otra vez en Egipto, siguiendo con la tradición de los faraones, Ptolomeo II proclamó a su padre como dios y se autoproclamó a sí mismo como dios viviente. En otros lugares, sin llegar a alcanzar el mismo grado de divinidad que los dioses tradicionales, las estatuas de algunos reyes que se habían destacado por sus logros o conquistas militares también se veneraban en templos de otras deidades.
Vista aérea de la cima de Nemrut Dagi
Esquema de las diferentes partes del santuario | Maurice Crijins
Los tronos | Commagene Nemrut Conservation Development Programme
Como parte de su plan, Antíoco I construyó el santuario en la cima del Monte Nemrut, una de las más altas de su reino (2.134 metros), un lugar elevado y sagrado para estar lejos de los hombres y cerca de los dioses, el lugar ideal para la construcción de los “tronos de todos los dioses” sobre unos cimientos que jamás serían demolidos. El santuario estaría coronado por el que tenía que ser su túmulo funerario, de una altura de 50 metros y un diámetro de unos 150, cubierto por millones de pequeñas piedras calizas. Alrededor del túmulo, se excavaron en la roca 3 terrazas, sólo para la construcción de la situada al este fue necesario extraer unos 1.500 metros cúbicos de roca de la cima y así ganar el suficiente espacio. La construcción del santuario supondría en cierta manera la decapitación de la montaña.
Los peregrinos debían ascender al santuario siguiendo un camino procesional que los llevaba hasta la terraza este, donde se encontraban con 5 estatuas de casi 9 metros de altura de varios dioses, flanqueadas por las de un par de águilas (mensajeros de los dioses) y leones (guardianes del lugar). Los dioses, que estaban sentados en tronos, eran de izquierda a derecha: Apolo-Mithra, la diosa de Comagene (una personificación local de la diosa griega Tyche, que regía la prosperidad y el destino de una comunidad, en este caso, Comagene), Zeus-Oromasdes (el padre de todos los dioses), el rey Antíoco I y Heracles-Artagnes-Ares. La estatua de Antíoco estaba situada como un dios más entre el resto, a su mismo nivel y de su misma altura.
Las estatuas de los dioses han llegado hasta nuestros días en muy buen estado de conservación, aunque, probablemente a causa de los terremotos, las cabezas y los cuerpos se encuentran separados, habiendo sido estas últimas colocadas a los pies de los cuerpos sentados. Contemplándolas hoy en día, se puede comprobar el origen dual de los dioses, con un atuendo y peinado persas, pero unas facciones griegas. La terraza se completa con una plataforma de piedra y que sería usada en durante las ceremonias como altar.
La terraza oeste es casi idéntica a la este, los mismos dioses siguiendo la misma distribución (conocida como hierotesion), aunque adaptada ligeramente al terreno. Las caras se encuentran mejor conservadas, pero los cuerpos se encuentran esparcidos por el suelo, aunque se está considerando la posibilidad de volverlos a colocar en su posición original.
Antíoco I Terraza Este | cabovolo
Tanto en esta, como en la anterior terraza, en la parte posterior de los tronos de los dioses existen varias inscripciones en griego. Es lo que se conoce como la “ley divina de Antíoco”, una ley “proclamada por mí, pero que proviene del poder de los dioses” y que Antíoco pretendía revelar al “pueblo de Comagene, a los extranjeros, a los reyes y gobernantes, a los hombres libres y a los esclavos, a todos los que forman parte de la Humanidad y solo se diferencian por nacimiento o destino”. A modo de testamento, pide a “todas las futuras generaciones de hombres que posean esta tierra” que respeten esta “ley sagrada”.
Antíoco reconoce su más profunda convicción que “la piedad es no solo la posesión más importante que los hombres pueden obtener, sino que además es la que proporciona el gozo más profundo”. Por ello, cuando recibió el trono de su padre, anunció “piadosamente” que Comagene se convirtiera en la “morada común de todos los dioses” y decoró “las representaciones de sus formas, a la manera de los persas y los griegos”. Antíoco atribuye la buena fortuna que le acompañó durante toda su vida y que le permitió “escapar, contra toda expectativa, de los más grandes peligros, rico en años y felicidad” a su “santidad” a la que siempre consideró como el “más seguro guardián” de su reino.
Pero, aparte de mostrar su agradecimiento a los dioses y a sus gloriosos antepasados, se detallan las leyes y mandamientos del reino y se describen las celebraciones que se llevaban a cabo en Nemrut anual y mensualmente.
En otra sección de la inscripción Antíoco I explica como construyó los cimientos de “esta tumba sagrada” para que fueran indestructibles y resistieran los estragos del tiempo y preservar así la “forma exterior de su persona”. Sin embargo, y aunque en varias ocasiones se han intentando excavar túneles en el interior del túmulo con la esperanza de encontrar la cámara mortuoria, muy probablemente los primeros en hacerlo fueron los romanos para intentar hacerse con sus riquezas, y más recientemente los arqueólogos; no se ha podido dar con ella. Algunos creen que lo más probable es que, al tratarse de una cima rocosa, la cámara fuese excavada en la roca y después cubierta con las piedras del túmulo.
De la terraza oeste también se ha conservado una serie de losas de piedra en las que se puede ver a Antíoco dando la mano a los dioses Apolo, Zeus y Heracles. En otra losa, la conocida como el “horóscopo del rey”, aparece un león con la alineación de varias constelaciones con Júpiter, Mercurio y Marte. Según unos, indicaría la fecha del 10 de julio de 62-61 a.C., día en que Antíoco fue investido como rey por los romanos. Según otras fuentes, sería la fecha de comienzo de construcción del santuario.
La terraza norte, que comunicaba las dos anteriores, carecía de estatuas colosales, aunque contaba con un gran friso escultórico, del que hoy en día sólo se conservan unas cuantas losas en las que se muestran los antepasados persas y macedonios del rey Antíoco I.
El santuario de Nemrut era utilizado en algunas de las muchas ceremonias religiosas que se llevaban a cabo durante el año en Comagene o banquetes en honor de personajes ilustres del reino ya fallecidos. Las dos celebraciones más señaladas eran el 10 del mes de Audnaios (luna de diciembre) del calendario macedonio y el 16 de Loos (luna de julio). El día de la coronación de Antíoco I y el del “nacimiento de su cuerpo natural”. Estos dos festivales se celebraban de forma anual, cuando durante dos días se paraba toda la actividad en reino, pero también se repetían cada mes.
Durante estas ceremonias, los sacerdotes, vestidos al modo persa, adornaban con coronas de oro las cabezas de los dioses, ofrecían sacrificios (no especificados) en los altares situados a sus pies y les realizaban ofrendas de incienso e hierbas aromáticas. Además, alentaban a los súbditos a estar alegres y disfrutar del vino y la comida mientras escuchaban la música sagrada que tocaban los músicos del templo, puesto que no eran sólo celebraciones en honor de la grandeza de Antíoco, sino también de la propia buena fortuna de cada uno de los que participaban.
En el plano político, a Antíoco I le tocó lidiar con la expansión de Roma por Asia Menor hasta llegar a las puertas de su reino. Aunque hábilmente consiguió alcanzar un acuerdo de paz con el general Pompeyo y, unos años más tarde, el senado romano le concedería la toga praetexta, una distinción reservada únicamente a los más fieles aliados y amigos de Roma. Comagene se convirtió así como el único estado de Asia Menor que consiguió sobrevivir, pero encajonado entre dos poderosos enemigos: Roma y el Imperio Parto.
Antíoco I no se diferenció demasiado de los que le antecedieron en el trono. Comagene nunca fue un reino poderoso y fue únicamente acomodándose a las potencias que lo rodeaban y al ejercicio de una hábil diplomacia como consiguió mantener su independencia. Si bien, en tiempos de Antíoco I esta era cada vez más reducida, hasta el punto que historiador Michael Alexander Speidel, cree que a partir de la alianza con Roma, se puede considerar Comagene dentro de las fronteras del imperio romano, reservándose Roma la potestad para intervenir en los asuntos internos del reino así como de elegir quien debía de ocupar el trono.
Inscripciones en la parte posterior de los tronos de la terraza oeste | cabovolo
Apolo y Comagene – Terraza Oeste | cabovolo
Zeus – Terraza Oeste | cabovolo
En su calidad de “más leal aliado de Roma”, Antíoco era el encargado de la protección y vigilancia de la frontera de la provincia romana de Siria. De esta manera, Antíoco I fue el primero en informar a Cicerón de que los partos habían comenzado a cruzar el Éufrates. Antíoco también tomó parte en los conflictos internos de Roma, como la guerra civil que enfrentó a Julio César y Pompeyo, en la que proporcionó tropas a este último.
Sin embargo, una vez los partos fueron derrotados por Marco Antonio en el 38 a.C., los romanos cambiaron de postura hacía el reino de Comagene y pasaron ambicionar sus tesoros. Marco Antonio ordenó poner cerco a Samosata, la capital de Comagene. No queda muy claro que ocurrió, pero al final Antíoco pudo evitar la invasión y llegó a un acuerdo de paz con Roma.
Antíoco I fue sucedido en el trono por su hijo Mitrídates II, que, a su vez, lo sería por su hijo Antíoco III. Antítoco III fue capaz de mantener la frágil independencia de Comagene ante Roma, pero a su muerte el emperador Tiberio anexionó el reino a la provincia romana de Siria, probablemente porque no veía ningún sucesor capaz de mantener la unión y la estabilidad de Comagene. Fue una decisión temporal y en el 39 d.C. el emperador Calígula reinstauró el reino colocando al hijo de Antíoco III, Antíoco IV, en el trono. Una decisión que en el fondo no dejaba de ser un mero cambio administrativo, ya que, a pesar a ser reino, Comagene era un mero títere de Roma.
Esta situación se prolongaría hasta el año 72 d.C. cuando el emperador Vespasiano, en medio de sospechas de una posible alianza de Comagene con el Imperio Parto, creyó que no podía seguir confiando en los monarcas de Comagene para controlar el estratégico paso del Éufrates en Samosata e invadió el reino. Antíoco IV fue derrotado y huyó, siendo finalmente recibido con honores por Vespasiano en Roma, donde llevó una vida bastante glamurosa gracias a una generosa asignación monetaria del emperador. Comagene, finalmente, acabó anexionado a la provincia de Siria. Es probable que el santuario de Nemrut fuese saqueado por los romanos y el ejército de Comagene pasara a integrarse en las legiones romanas.
No queda claro si con la pérdida de la independencia de Comagene se puso fin al culto a su familia real o este ya se había abandonado unos años antes, aunque es cierto que los descendientes de Antíoco I continuaron con la tradición de ser enterrados en las proximidades de Nemrut. En cualquier caso, de poco serviría que Antíoco I hubiera dispuesto que los sacerdotes e hieródulos de Nemrut estuvieran libres de cualquier otra obligación para poder dedicar sus vidas a perpetuar los rituales. Un honor que tenía que pasar a sus hijos y después a los hijos de sus hijos y así sucesivamente, de manera que los rituales se continuaran celebrando eternamente.
Antíoco I y su familia acabaron cayendo en el olvido y, años después, cuando la población cristiana ocupó la región atribuyeron la construcción del santuario al legendario Nemrod, el tirano al que la tradición atribuye la construcción de la Torre de Babel, al que creyeron reconocer en alguna de las estatuas y de quien acabó tomando prestado el nombre el monte.
Sería Charles Sester en 1881 el que rescataría del olvido a Nemrut. En aquel tiempo la zona debía tener un aspecto muy diferente al que tiene ahora, pues, según el testimonio de otro alemán que visitó la zona hace unos 100 años, era un auténtico vergel con árboles que cubrían sus laderas y valles.
Después del descubrimiento de Sester, las ruinas fueron excavadas por arqueólogos alemanes y más tarde por el experto en arte turco, Hamdi Bey. Sin embargo, y pese a su espectacularidad, no fueron todo los estudiadas como debían al no despertar el suficiente interés entre los arqueólogos. Los clásicos porque las encontraban demasiado orientales y los interesados en arte oriental porque las encontraban demasiado clásicas.
Terraza Este | cabovolo
La situación cambiaría con la aparición en escena de Theresa Goell, una mujer de Nueva York que había estudiado arte durante 4 años en la Universidad de Cambridge y unos años más tarde había ampliado sus estudios en arte europeo y prehistórico en la Universidad de Columbia. Fue entonces cuando uno de sus profesores le sugirió que investigara sobre el santuario de Nemrut, aprovechando esa falta de interés que había propiciado que hubiera sido poco estudiado. Theresa conseguiría visitar por primera vez el Monte Nemrut en 1947, al que volvería en 1951. Theresa quedó tan fascinada que no le importó dejar su anterior vida en Nueva York, dejando allí a su marido e hijo y marchar en 1953 a Turquía para comenzar las excavaciones con el apoyo, entre otros, de la National Geographic Society.
Theresa se convertiría junto al arqueólogo alemán Friedrich Karl Dorner en uno de los máximos estudiosos del reino de Comagene. Además de Nemrut, realizarían excavaciones en la vecina ciudad de Arsameia y en otras ciudades del reino, rescataron así del olvido a Antíoco y a su desconocido reino, de manera que los peregrinos, ahora en forma de devotos turistas, volvieron a peregrinar a su santuario.
PS(i): Las fotos son del pasado 2 de septiembre, que tuve la suerte de poder visitar el Monte Nemrut, una excursión que recomiendo antes de que las trasladen a un museo, que, por otra parte, quizás sea lo mejor para su conservación. Más fotos en panoramio.
PS(ii): El Imperio seléucida desapareció más de un siglo antes que Comagene. Aunque muy disminuido en territorios y poder, consiguió sobrevivir hasta el 63 a.C., en parte porque ninguno de sus vecinos estaban interesados en hacerse con él, pues les resultaba más útil como estado tapón entre todos ellos que como parte de sus territorios, pero ese año el general Pompeyo cansado de la inestabilidad que suponía para la región las interminables guerras civiles seléucidas lo acabó incorporando a la provincia de Siria.
Enlace permanente a Los olvidados dioses del Monte Nemrut
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- La legión romana perdida en China
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- Monte Athos, el jardín de la Virgen María
- El monasterio imposible de la isla de Skellig Michael
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- Kingdom of Commagene in en.wikipedia.org
- Antíoco I Theos of Comagene en es.wikipedia.org
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- Nemrut Dag in UNESCO
- Animación que muestra una reconstrucción virtual de Nemrut Dagi in Learning Sites
- Commagene Nemrut Conservation Development Programme
jueves, 25 de agosto de 2011
De vacaciones
Después de haber pasado todo el verano al pie del cañón, nos vamos de vacaciones un par de semanas a Turquía. Como siempre, esperamos poder regresar con temas y material para algún que otro post.
Una de las visitas más esperadas del viaje será la de la antigua Constantinopla, aún siendo consciente de que será muy diferente de la ciudad reconstruida en Byzantium1200. Para los que no la conozcáis, se trata de una web que muestra en unos casos como eran y en otros como hubieran sido, de haber conservado la Reina de las Ciudades su esplendor pasado, algunos de sus edificios más importantes en el año 1200.
Entre otros, sus míticas murallas terrestres, las marítimas, la gran Hagia Sophia, la Iglesia de Chora, el Gran Palacio, el de Boukoleon, el de Porphyrogennetos, el espectacular Puerto de Teodosio y muchos más.
Otras veces que hemos hablado de Turquía y de los antiguos imperios otomano y bizantino:
- Los últimos días de Constantinopla
- La Guardia Varega, la guardia vikinga del Emperador
- Fuego Griego, el arma secreta de Bizancio
A los que aún os queden, ¡felices vacaciones!
Mapa de la Reina de las Ciudades y Pera en 1422.
Una de las visitas más esperadas del viaje será la de la antigua Constantinopla, aún siendo consciente de que será muy diferente de la ciudad reconstruida en Byzantium1200. Para los que no la conozcáis, se trata de una web que muestra en unos casos como eran y en otros como hubieran sido, de haber conservado la Reina de las Ciudades su esplendor pasado, algunos de sus edificios más importantes en el año 1200.
Entre otros, sus míticas murallas terrestres, las marítimas, la gran Hagia Sophia, la Iglesia de Chora, el Gran Palacio, el de Boukoleon, el de Porphyrogennetos, el espectacular Puerto de Teodosio y muchos más.
Otras veces que hemos hablado de Turquía y de los antiguos imperios otomano y bizantino:
- Los últimos días de Constantinopla
- La Guardia Varega, la guardia vikinga del Emperador
- Fuego Griego, el arma secreta de Bizancio
A los que aún os queden, ¡felices vacaciones!
jueves, 18 de agosto de 2011
El último judío de Afganistán
Zebulon Simintov vive en una habitación anexa a la última sinagoga en activo de Kabul. Es el último de los suyos, no queda ningún otro judío en todo Afganistán. El día que muera o decida marcharse a Israel se pondrá fin a lo que podrían llegar a ser veinticinco siglos de presencia judía en el país.
La presencia de judíos en Afganistán podría remontarse al siglo VI antes de Cristo. Su llegada se habría producido durante el Cautiverio en Babilonia. De hecho, existe la creencia entre los pastunes, la etnia mayoritaria en Afganistán, de ser los descendientes de una de las Diez Tribus Perdidas de Israel. De la misma manera, el nombre de la ciudad de Kabul derivaría de Caín y Abel, y el del país, de Afghana, un personaje legendario,nieto del israelita Rey Saúl y, según la tradición pastún, sería el progenitor de todos los pastunes.
En cualquier caso, estudios genéticos recientes parecen descartar el origen judío del pueblo pastún, al haber encontrado escasas conexiones entre unos y otros. Con los judíos, habría ocurrido lo mismo que como con griegos y árabes, pueblos que también pasaron por la región, pero no alteraron su demografía drásticamente.
Si nos atenemos a las fuentes históricas, la primera referencia documental de la presencia judía en Afganistán es del siglo VII después de Cristo. En 1080, el poeta y judío granadino, Moses ibn Ezra, ya habla de unos 40.000 judíos pagando tributos a la ciudad de Ghazni. Dos siglos más tarde, es otro judío sefardita, Benjamín de Tudela el que fija la cifra de judíos afganos en unos 80.000.
Al contrario que en el caso de Moses, Benjamín conocía la región porque había realizado varios viajes por ella en los que llegó hasta Bagdad, Mosul y Palestina. En estos viajes contactaba con las comunidades judías locales. Aunque también hubo lugares a los que no llegó, como Arabia, Persia o el propio Afganistán, pero se esforzó en obtener información sobre el número de judíos que allí vivían, los nombres de los notables de sus comunidades y sus costumbres.
Luego llegó la invasión mongola de Genghis Khan de Afganistán en 1222 y los judíos afganos quedaron reducidos a varios grupos aislados. La comunidad no se volvería a recuperar hasta bien entrado el siglo XIX, con la llegada de judíos que huían de las conversiones forzosas y las persecuciones en Persia, que elevó su número hasta los 40.000 miembros.
Pero, otra vez, su número comenzó a disminuir y en 1948 eran ya apenas unos 5.000 los que seguían en el país. El golpe de gracia para la comunidad llegaría en 1951, cuando al serles permitido emigrar se produjo un auténtico éxodo hacia Israel y Estados Unidos.
Zebulon nacería unos años más tarde, en 1959 en la ciudad afgana de Herat, donde precisamente habría sido vecino del que se convertiría en el penúltimo judío del país, Ishaq Levin. Zebulon recuerda que eran 13, las casas donde vivían familias judías. La vida era tranquila hasta que en los años 80 llegaron los muyahidines. Zebulon recuerda su acoso, aunque aclara que este no tenía nada que ver con su religión y sí con la obtención de dinero. Al final, Zebulon y su familia vendieron su tienda alfombras y pieles y se trasladaron a Kabul.
Mientras, la emigración siguió reduciendo la comunidad y en 1969 eran ya sólo unos 300 los judíos en todo el país, proceso que se aceleró con la invasión soviética del país, de manera que en 1996 apenas quedaba una decena de ellos, casi todos en Kabul.
Durante esta época, Zebulon pasó unos años en Turkmenistan, pero regresaría a Afganistán en 1998, cuando los talibanes ya controlaban el país. Su apartamento había sido destruido durante la guerra civil, así que decidió irse a vivir en una habitación anexa a la sinagoga, un edificio de dos plantas con habitaciones vacías distribuidas en torno a un patio, construido hace unos 45 años. Hasta entonces, Zebulon se había ganado la vida dignamente como comerciante de alfombras y antigüedades, pero la cosa cambió cuando se quedó sin negocio al confiscarle los agentes de aduanas toda la mercancía que guardaba en su almacén, unos 40.000 dólares.
En un principio, Zebulon fue bien recibido por su amigo Ishaq Levin, cuidador y, según otros, rabino de la sinagoga. Pero, a los pocos meses, la relación se agrió y las discusiones a gritos entre los dos últimos judíos de Afganistán no cesarían hasta la muerte con 80 años de edad de Ishaq en 2005. Zebulon reconoce que no lo sintió demasiado, según él, Ishaq estaba loco y sólo buscaba que lo mataran. Asegura que, pocos días antes de su muerte, Ishaq le había acusado de haberse convertido al Islam. Dada la conocida enemistad entre ambos, no es de extrañar que la policía sospechara de Zebulon hasta que la autopsia confirmó que había muerto como consecuencia de la diabetes que sufría.
Zebulon sostiene que los enfrentamientos comenzaron el día que ofreció ayuda a Ishaq para marchar a Israel. Zebulon asegura que lo hacía por su bien, simplemente quería ayudarle a dejar una ciudad fría, como era Kabul, pero Ishaq lo interpretó como un intento por su parte de apoderarse de la sinagoga.
Toda la historia resulta algo confusa y contradictoria. Por un lado, parece que Ishaq ya había mostrado su interés por abandonar el país hacía tiempo, pero no lo hacía por falta de dinero. Sin embargo, cuando, poco después de la invasión norteamericana del país, varias organizaciones judías le ofrecieron ayuda para marchar, Ishap rechazó la oferta y prefirió quedarse.
Con el tiempo, la relación lejos de mejorar, empeoraba y se llegaron a acusar mutuamente ante las autoridades talibanes de robar diferentes objetos religiosos de la sinagoga, de ser espías del Mossad o incluso de regentar un burdel. Pero, y siempre según la versión de Zebulon, los peores momentos llegaron cuando le sugirió a Ishaq la posibilidad de enviar a Israel, donde estaría más segura, la Torá de la sinagoga. Un rollo de pergamino que podría tener más de 400 años de antigüedad y que era de lo poco que quedó en la sinagoga después de que en 1998, durante el primero de los arrestos de Zebulon e Ishaq, todos los objetos de valor que había en ella desaparecieran.
Ishaq acudió con el asunto de la Torá a los talibanes y acusó Zebulon de intentar venderla. Según este, les engañó diciéndoles que valía más de 2 millones de dólares, aunque realmente en su opinión debía rondar los 10.000. Sea como fuere, finalmente, la Torá acabó en manos de los talibanes y finalmente acabó desapareciendo. Ishaq y Zebulon pasaron algún tiempo en las cárceles de los talibanes y, al parecer, fueron torturados.
En otras versiones de la historia, las acusaciones mutuas no fueron la razón de sus detenciones sino que se trataba de una medida más de presión de los talibanes sobre ellos. De esta épcoa, Zebulon aún recuerda cuando los talibanes le decían: “¿Por qué no te conviertes al Islam?”. A lo que él respondía: “Ni aunque me pagarais un millón de dólares”. No obstante, tanto Zebulon como Ishaq reconocían que las relaciones con sus vecinos musulmanes eran bastante buenas.
Por otra parte, viendo los estragos que los talibanes hicieron en otros lugares, como, por ejemplo, los conocidos Budas de Bamiyan , cuesta creer que la sinagoga de la calle Flower aún siga en pie. Algunos creen que fue gracias al estado de abandono y de descuido en el que se encontraba. Aunque también pudo ser porque es un edificio discreto en el que el único signo externo que puede delatar que en su interior se encuentra una sinagoga es una celosía que protege uno de sus ventanales y en la que varías Estrellas de David se entrelazan.
Pese a todas estas dificultades, en una entrevista para el Washington Times, llegó a afirmar preferir los tiempos de los comunistas o incluso a los talibanes al gobierno actual, al que consideraba un “régimen mafioso”. Aunque en una entrevista posterior, una de las últimas que ha concedido, en mayo del 2010 para la CNN, parecía haber cambiado de opinión y se mostraba aliviado de la marcha de los talibanes, a los que acusaba de entrometerse en la vida de todo el mundo.
Zebulon tampoco se muestra muy claro sobre si seguirá en Afganistán o acabará yéndose a Israel. Si bien alguna vez ha manifestado su intención de marchar al país en donde viven su mujer y sus dos hijas desde 1999, en otras entrevistas ha afirmado todo lo contrario: “¿a qué me dedicaría allí?... ¿por qué tendría que marcharme?”. En la misma línea, recordaba que su padre y abuelo fueron rabinos, una gran familia religiosa, y afirmaba que no quería que esa herencia se perdiera. Sin embargo, la última entrevista con la CNN, reconocía no saber muy bien porque no marchaba, “voluntad de Dios”, quizás.
Además, en caso de marchar a Israel, se abriría la cuestión de a quién pertenece la sinagoga, un edificio, que aunque pueda resultar sorprendente, a la venta podría llegar a valer varios millones de dólares. De momento, Zebulon ha pedido ayuda al gobierno de Israel y a varias asociaciones particulares para restaurar su sinagoga, aunque ha tenido poco éxito. Por un lado, el edificio carece del valor histórico y artístico que tenía el de la sinagoga de Yu Aw en Herat, que fue restaurada en 2009; por otro, no parece que tenga demasiado sentido restaurar una sinagoga a la que acudirá un único fiel. Una sinagoga en que las celebraciones religiosas dejan de ser un acto comunitario para convertirse en un acto individual.
Pero, aparte de a su soledad, Zebulon también tiene que hacer frente a otras dificultades para seguir los preceptos de su religión, como la de conseguir comida kósher. Al no haber ningún carnicero en Afganistán que sacrifique los animales según las reglas del cashrut, Zebulon tuvo que conseguir un permiso especial del rabino más cercano, el de Tashkent en Uzbequistan, para poder sacrificar los animales él mismo.
Si bien Zebulon es el único judío que queda en Afganistán, se calcula que son más de 10.000 los descendientes de los que ya marcharon y se tiene constancia de otras 200 familias viviendo en Nueva York , la mayor comunidad fuera del país hebreo. De estos últimos, algunos tienen conocimientos mínimos de dari o pastún, las dos lenguas oficiales de Afganistán, o incluso, los menos hablan con fluidez alguno de ellos, pero la mayoría han perdido el idioma de sus padres o abuelos. El sentimiento afgano es bastante débil entre la mayoría de ellos. Algunos se justifican diciendo que “simplemente vivíamos allí” y los que aún sienten una cierta vinculación con el país que sus abuelos o padres dejaron atrás, reconocen que es débil. Aunque cada año poco antes de la festividad judía del Pésaj envían a Zebulon un paquete con 27 kilogramos de comida kósher.
Zebulon sobrevive gracias a esa y a otras ayudas similares que le llegan de otras comunidades judías en el exterior, pero también gracias a la caridad de algunos de sus vecinos musulmanes, entre los que cuenta con varios amigos. Precisamente, es con uno de ellos, el guarda de uno de los dos cementerios judíos de la capital, con el que después de la muerte de Ishaq convivió en la sinagoga, por lo menos durante un tiempo.
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- Los ultimo Shaker
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+info:
- Zablon Simintov in en.wikipedia.org
- Afghan Jew Becomes Country’s One and Only by N.C. Aizenman for Washington Post
- History of the Jews in Afghanistan in en.wikipedia.org
- Death ends feud of Kabul’s last Jews in guardian.co.uk
Zebulon Simintov, foto del 2005 | Emilio Morenatti (AP) – Washington Post
La presencia de judíos en Afganistán podría remontarse al siglo VI antes de Cristo. Su llegada se habría producido durante el Cautiverio en Babilonia. De hecho, existe la creencia entre los pastunes, la etnia mayoritaria en Afganistán, de ser los descendientes de una de las Diez Tribus Perdidas de Israel. De la misma manera, el nombre de la ciudad de Kabul derivaría de Caín y Abel, y el del país, de Afghana, un personaje legendario,nieto del israelita Rey Saúl y, según la tradición pastún, sería el progenitor de todos los pastunes.
En cualquier caso, estudios genéticos recientes parecen descartar el origen judío del pueblo pastún, al haber encontrado escasas conexiones entre unos y otros. Con los judíos, habría ocurrido lo mismo que como con griegos y árabes, pueblos que también pasaron por la región, pero no alteraron su demografía drásticamente.
Si nos atenemos a las fuentes históricas, la primera referencia documental de la presencia judía en Afganistán es del siglo VII después de Cristo. En 1080, el poeta y judío granadino, Moses ibn Ezra, ya habla de unos 40.000 judíos pagando tributos a la ciudad de Ghazni. Dos siglos más tarde, es otro judío sefardita, Benjamín de Tudela el que fija la cifra de judíos afganos en unos 80.000.
Al contrario que en el caso de Moses, Benjamín conocía la región porque había realizado varios viajes por ella en los que llegó hasta Bagdad, Mosul y Palestina. En estos viajes contactaba con las comunidades judías locales. Aunque también hubo lugares a los que no llegó, como Arabia, Persia o el propio Afganistán, pero se esforzó en obtener información sobre el número de judíos que allí vivían, los nombres de los notables de sus comunidades y sus costumbres.
La sinagoga de Yu Aw en Herat. Fotos de 1998 antes de la restauración de 2009 | Annette Ittig para el International Survey of Jewish Monuments
Después de la restauración | dalje.com
Luego llegó la invasión mongola de Genghis Khan de Afganistán en 1222 y los judíos afganos quedaron reducidos a varios grupos aislados. La comunidad no se volvería a recuperar hasta bien entrado el siglo XIX, con la llegada de judíos que huían de las conversiones forzosas y las persecuciones en Persia, que elevó su número hasta los 40.000 miembros.
Pero, otra vez, su número comenzó a disminuir y en 1948 eran ya apenas unos 5.000 los que seguían en el país. El golpe de gracia para la comunidad llegaría en 1951, cuando al serles permitido emigrar se produjo un auténtico éxodo hacia Israel y Estados Unidos.
Zebulon nacería unos años más tarde, en 1959 en la ciudad afgana de Herat, donde precisamente habría sido vecino del que se convertiría en el penúltimo judío del país, Ishaq Levin. Zebulon recuerda que eran 13, las casas donde vivían familias judías. La vida era tranquila hasta que en los años 80 llegaron los muyahidines. Zebulon recuerda su acoso, aunque aclara que este no tenía nada que ver con su religión y sí con la obtención de dinero. Al final, Zebulon y su familia vendieron su tienda alfombras y pieles y se trasladaron a Kabul.
Mientras, la emigración siguió reduciendo la comunidad y en 1969 eran ya sólo unos 300 los judíos en todo el país, proceso que se aceleró con la invasión soviética del país, de manera que en 1996 apenas quedaba una decena de ellos, casi todos en Kabul.
Durante esta época, Zebulon pasó unos años en Turkmenistan, pero regresaría a Afganistán en 1998, cuando los talibanes ya controlaban el país. Su apartamento había sido destruido durante la guerra civil, así que decidió irse a vivir en una habitación anexa a la sinagoga, un edificio de dos plantas con habitaciones vacías distribuidas en torno a un patio, construido hace unos 45 años. Hasta entonces, Zebulon se había ganado la vida dignamente como comerciante de alfombras y antigüedades, pero la cosa cambió cuando se quedó sin negocio al confiscarle los agentes de aduanas toda la mercancía que guardaba en su almacén, unos 40.000 dólares.
Comunidad hebrea de Teherán, foto del siglo XIX | Wikipedia
En un principio, Zebulon fue bien recibido por su amigo Ishaq Levin, cuidador y, según otros, rabino de la sinagoga. Pero, a los pocos meses, la relación se agrió y las discusiones a gritos entre los dos últimos judíos de Afganistán no cesarían hasta la muerte con 80 años de edad de Ishaq en 2005. Zebulon reconoce que no lo sintió demasiado, según él, Ishaq estaba loco y sólo buscaba que lo mataran. Asegura que, pocos días antes de su muerte, Ishaq le había acusado de haberse convertido al Islam. Dada la conocida enemistad entre ambos, no es de extrañar que la policía sospechara de Zebulon hasta que la autopsia confirmó que había muerto como consecuencia de la diabetes que sufría.
Zebulon sostiene que los enfrentamientos comenzaron el día que ofreció ayuda a Ishaq para marchar a Israel. Zebulon asegura que lo hacía por su bien, simplemente quería ayudarle a dejar una ciudad fría, como era Kabul, pero Ishaq lo interpretó como un intento por su parte de apoderarse de la sinagoga.
Toda la historia resulta algo confusa y contradictoria. Por un lado, parece que Ishaq ya había mostrado su interés por abandonar el país hacía tiempo, pero no lo hacía por falta de dinero. Sin embargo, cuando, poco después de la invasión norteamericana del país, varias organizaciones judías le ofrecieron ayuda para marchar, Ishap rechazó la oferta y prefirió quedarse.
Con el tiempo, la relación lejos de mejorar, empeoraba y se llegaron a acusar mutuamente ante las autoridades talibanes de robar diferentes objetos religiosos de la sinagoga, de ser espías del Mossad o incluso de regentar un burdel. Pero, y siempre según la versión de Zebulon, los peores momentos llegaron cuando le sugirió a Ishaq la posibilidad de enviar a Israel, donde estaría más segura, la Torá de la sinagoga. Un rollo de pergamino que podría tener más de 400 años de antigüedad y que era de lo poco que quedó en la sinagoga después de que en 1998, durante el primero de los arrestos de Zebulon e Ishaq, todos los objetos de valor que había en ella desaparecieran.
Ishaq acudió con el asunto de la Torá a los talibanes y acusó Zebulon de intentar venderla. Según este, les engañó diciéndoles que valía más de 2 millones de dólares, aunque realmente en su opinión debía rondar los 10.000. Sea como fuere, finalmente, la Torá acabó en manos de los talibanes y finalmente acabó desapareciendo. Ishaq y Zebulon pasaron algún tiempo en las cárceles de los talibanes y, al parecer, fueron torturados.
En otras versiones de la historia, las acusaciones mutuas no fueron la razón de sus detenciones sino que se trataba de una medida más de presión de los talibanes sobre ellos. De esta épcoa, Zebulon aún recuerda cuando los talibanes le decían: “¿Por qué no te conviertes al Islam?”. A lo que él respondía: “Ni aunque me pagarais un millón de dólares”. No obstante, tanto Zebulon como Ishaq reconocían que las relaciones con sus vecinos musulmanes eran bastante buenas.
Cementerio judío en la ciudad de Herat | Wikipedia
Por otra parte, viendo los estragos que los talibanes hicieron en otros lugares, como, por ejemplo, los conocidos Budas de Bamiyan , cuesta creer que la sinagoga de la calle Flower aún siga en pie. Algunos creen que fue gracias al estado de abandono y de descuido en el que se encontraba. Aunque también pudo ser porque es un edificio discreto en el que el único signo externo que puede delatar que en su interior se encuentra una sinagoga es una celosía que protege uno de sus ventanales y en la que varías Estrellas de David se entrelazan.
Pese a todas estas dificultades, en una entrevista para el Washington Times, llegó a afirmar preferir los tiempos de los comunistas o incluso a los talibanes al gobierno actual, al que consideraba un “régimen mafioso”. Aunque en una entrevista posterior, una de las últimas que ha concedido, en mayo del 2010 para la CNN, parecía haber cambiado de opinión y se mostraba aliviado de la marcha de los talibanes, a los que acusaba de entrometerse en la vida de todo el mundo.
Zebulon tampoco se muestra muy claro sobre si seguirá en Afganistán o acabará yéndose a Israel. Si bien alguna vez ha manifestado su intención de marchar al país en donde viven su mujer y sus dos hijas desde 1999, en otras entrevistas ha afirmado todo lo contrario: “¿a qué me dedicaría allí?... ¿por qué tendría que marcharme?”. En la misma línea, recordaba que su padre y abuelo fueron rabinos, una gran familia religiosa, y afirmaba que no quería que esa herencia se perdiera. Sin embargo, la última entrevista con la CNN, reconocía no saber muy bien porque no marchaba, “voluntad de Dios”, quizás.
Además, en caso de marchar a Israel, se abriría la cuestión de a quién pertenece la sinagoga, un edificio, que aunque pueda resultar sorprendente, a la venta podría llegar a valer varios millones de dólares. De momento, Zebulon ha pedido ayuda al gobierno de Israel y a varias asociaciones particulares para restaurar su sinagoga, aunque ha tenido poco éxito. Por un lado, el edificio carece del valor histórico y artístico que tenía el de la sinagoga de Yu Aw en Herat, que fue restaurada en 2009; por otro, no parece que tenga demasiado sentido restaurar una sinagoga a la que acudirá un único fiel. Una sinagoga en que las celebraciones religiosas dejan de ser un acto comunitario para convertirse en un acto individual.
Pero, aparte de a su soledad, Zebulon también tiene que hacer frente a otras dificultades para seguir los preceptos de su religión, como la de conseguir comida kósher. Al no haber ningún carnicero en Afganistán que sacrifique los animales según las reglas del cashrut, Zebulon tuvo que conseguir un permiso especial del rabino más cercano, el de Tashkent en Uzbequistan, para poder sacrificar los animales él mismo.
The last Jew in Aghanistan in AlJazeera – Ver en youtube.com
Si bien Zebulon es el único judío que queda en Afganistán, se calcula que son más de 10.000 los descendientes de los que ya marcharon y se tiene constancia de otras 200 familias viviendo en Nueva York , la mayor comunidad fuera del país hebreo. De estos últimos, algunos tienen conocimientos mínimos de dari o pastún, las dos lenguas oficiales de Afganistán, o incluso, los menos hablan con fluidez alguno de ellos, pero la mayoría han perdido el idioma de sus padres o abuelos. El sentimiento afgano es bastante débil entre la mayoría de ellos. Algunos se justifican diciendo que “simplemente vivíamos allí” y los que aún sienten una cierta vinculación con el país que sus abuelos o padres dejaron atrás, reconocen que es débil. Aunque cada año poco antes de la festividad judía del Pésaj envían a Zebulon un paquete con 27 kilogramos de comida kósher.
Zebulon sobrevive gracias a esa y a otras ayudas similares que le llegan de otras comunidades judías en el exterior, pero también gracias a la caridad de algunos de sus vecinos musulmanes, entre los que cuenta con varios amigos. Precisamente, es con uno de ellos, el guarda de uno de los dos cementerios judíos de la capital, con el que después de la muerte de Ishaq convivió en la sinagoga, por lo menos durante un tiempo.
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- Afghan Jew Becomes Country’s One and Only by N.C. Aizenman for Washington Post
- History of the Jews in Afghanistan in en.wikipedia.org
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