Después de haber pasado todo el verano al pie del cañón, nos vamos de vacaciones un par de semanas a Turquía. Como siempre, esperamos poder regresar con temas y material para algún que otro post.
Una de las visitas más esperadas del viaje será la de la antigua Constantinopla, aún siendo consciente de que será muy diferente de la ciudad reconstruida en Byzantium1200. Para los que no la conozcáis, se trata de una web que muestra en unos casos como eran y en otros como hubieran sido, de haber conservado la Reina de las Ciudades su esplendor pasado, algunos de sus edificios más importantes en el año 1200.
Zebulon Simintov vive en una habitación anexa a la última sinagoga en activo de Kabul. Es el último de los suyos, no queda ningún otro judío en todo Afganistán. El día que muera o decida marcharse a Israel se pondrá fin a lo que podrían llegar a ser veinticinco siglos de presencia judía en el país.
Zebulon Simintov, foto del 2005 | Emilio Morenatti (AP) – Washington Post
La presencia de judíos en Afganistán podría remontarse al siglo VI antes de Cristo. Su llegada se habría producido durante el Cautiverio en Babilonia. De hecho, existe la creencia entre los pastunes, la etnia mayoritaria en Afganistán, de ser los descendientes de una de las Diez Tribus Perdidas de Israel. De la misma manera, el nombre de la ciudad de Kabul derivaría de Caín y Abel, y el del país, de Afghana, un personaje legendario,nieto del israelita Rey Saúl y, según la tradición pastún, sería el progenitor de todos los pastunes.
En cualquier caso, estudios genéticos recientes parecen descartar el origen judío del pueblo pastún, al haber encontrado escasas conexiones entre unos y otros. Con los judíos, habría ocurrido lo mismo que como con griegos y árabes, pueblos que también pasaron por la región, pero no alteraron su demografía drásticamente.
Si nos atenemos a las fuentes históricas, la primera referencia documental de la presencia judía en Afganistán es del siglo VII después de Cristo. En 1080, el poeta y judío granadino, Moses ibn Ezra, ya habla de unos 40.000 judíos pagando tributos a la ciudad de Ghazni. Dos siglos más tarde, es otro judío sefardita, Benjamín de Tudela el que fija la cifra de judíos afganos en unos 80.000.
Al contrario que en el caso de Moses, Benjamín conocía la región porque había realizado varios viajes por ella en los que llegó hasta Bagdad, Mosul y Palestina. En estos viajes contactaba con las comunidades judías locales. Aunque también hubo lugares a los que no llegó, como Arabia, Persia o el propio Afganistán, pero se esforzó en obtener información sobre el número de judíos que allí vivían, los nombres de los notables de sus comunidades y sus costumbres.
Luego llegó la invasión mongola de Genghis Khan de Afganistán en 1222 y los judíos afganos quedaron reducidos a varios grupos aislados. La comunidad no se volvería a recuperar hasta bien entrado el siglo XIX, con la llegada de judíos que huían de las conversiones forzosas y las persecuciones en Persia, que elevó su número hasta los 40.000 miembros.
Pero, otra vez, su número comenzó a disminuir y en 1948 eran ya apenas unos 5.000 los que seguían en el país. El golpe de gracia para la comunidad llegaría en 1951, cuando al serles permitido emigrar se produjo un auténtico éxodo hacia Israel y Estados Unidos.
Zebulon nacería unos años más tarde, en 1959 en la ciudad afgana de Herat, donde precisamente habría sido vecino del que se convertiría en el penúltimo judío del país, Ishaq Levin. Zebulon recuerda que eran 13, las casas donde vivían familias judías. La vida era tranquila hasta que en los años 80 llegaron los muyahidines. Zebulon recuerda su acoso, aunque aclara que este no tenía nada que ver con su religión y sí con la obtención de dinero. Al final, Zebulon y su familia vendieron su tienda alfombras y pieles y se trasladaron a Kabul.
Mientras, la emigración siguió reduciendo la comunidad y en 1969 eran ya sólo unos 300 los judíos en todo el país, proceso que se aceleró con la invasión soviética del país, de manera que en 1996 apenas quedaba una decena de ellos, casi todos en Kabul.
Durante esta época, Zebulon pasó unos años en Turkmenistan, pero regresaría a Afganistán en 1998, cuando los talibanes ya controlaban el país. Su apartamento había sido destruido durante la guerra civil, así que decidió irse a vivir en una habitación anexa a la sinagoga, un edificio de dos plantas con habitaciones vacías distribuidas en torno a un patio, construido hace unos 45 años. Hasta entonces, Zebulon se había ganado la vida dignamente como comerciante de alfombras y antigüedades, pero la cosa cambió cuando se quedó sin negocio al confiscarle los agentes de aduanas toda la mercancía que guardaba en su almacén, unos 40.000 dólares.
Comunidad hebrea de Teherán, foto del siglo XIX | Wikipedia
En un principio, Zebulon fue bien recibido por su amigo Ishaq Levin, cuidador y, según otros, rabino de la sinagoga. Pero, a los pocos meses, la relación se agrió y las discusiones a gritos entre los dos últimos judíos de Afganistán no cesarían hasta la muerte con 80 años de edad de Ishaq en 2005. Zebulon reconoce que no lo sintió demasiado, según él, Ishaq estaba loco y sólo buscaba que lo mataran. Asegura que, pocos días antes de su muerte, Ishaq le había acusado de haberse convertido al Islam. Dada la conocida enemistad entre ambos, no es de extrañar que la policía sospechara de Zebulon hasta que la autopsia confirmó que había muerto como consecuencia de la diabetes que sufría.
Zebulon sostiene que los enfrentamientos comenzaron el día que ofreció ayuda a Ishaq para marchar a Israel. Zebulon asegura que lo hacía por su bien, simplemente quería ayudarle a dejar una ciudad fría, como era Kabul, pero Ishaq lo interpretó como un intento por su parte de apoderarse de la sinagoga.
Toda la historia resulta algo confusa y contradictoria. Por un lado, parece que Ishaq ya había mostrado su interés por abandonar el país hacía tiempo, pero no lo hacía por falta de dinero. Sin embargo, cuando, poco después de la invasión norteamericana del país, varias organizaciones judías le ofrecieron ayuda para marchar, Ishap rechazó la oferta y prefirió quedarse.
Con el tiempo, la relación lejos de mejorar, empeoraba y se llegaron a acusar mutuamente ante las autoridades talibanes de robar diferentes objetos religiosos de la sinagoga, de ser espías del Mossad o incluso de regentar un burdel. Pero, y siempre según la versión de Zebulon, los peores momentos llegaron cuando le sugirió a Ishaq la posibilidad de enviar a Israel, donde estaría más segura, la Torá de la sinagoga. Un rollo de pergamino que podría tener más de 400 años de antigüedad y que era de lo poco que quedó en la sinagoga después de que en 1998, durante el primero de los arrestos de Zebulon e Ishaq, todos los objetos de valor que había en ella desaparecieran.
Ishaq acudió con el asunto de la Torá a los talibanes y acusó Zebulon de intentar venderla. Según este, les engañó diciéndoles que valía más de 2 millones de dólares, aunque realmente en su opinión debía rondar los 10.000. Sea como fuere, finalmente, la Torá acabó en manos de los talibanes y finalmente acabó desapareciendo. Ishaq y Zebulon pasaron algún tiempo en las cárceles de los talibanes y, al parecer, fueron torturados.
En otras versiones de la historia, las acusaciones mutuas no fueron la razón de sus detenciones sino que se trataba de una medida más de presión de los talibanes sobre ellos. De esta épcoa, Zebulon aún recuerda cuando los talibanes le decían: “¿Por qué no te conviertes al Islam?”. A lo que él respondía: “Ni aunque me pagarais un millón de dólares”. No obstante, tanto Zebulon como Ishaq reconocían que las relaciones con sus vecinos musulmanes eran bastante buenas.
Cementerio judío en la ciudad de Herat | Wikipedia
Por otra parte, viendo los estragos que los talibanes hicieron en otros lugares, como, por ejemplo, los conocidos Budas de Bamiyan , cuesta creer que la sinagoga de la calle Flower aún siga en pie. Algunos creen que fue gracias al estado de abandono y de descuido en el que se encontraba. Aunque también pudo ser porque es un edificio discreto en el que el único signo externo que puede delatar que en su interior se encuentra una sinagoga es una celosía que protege uno de sus ventanales y en la que varías Estrellas de David se entrelazan.
Pese a todas estas dificultades, en una entrevista para el Washington Times, llegó a afirmar preferir los tiempos de los comunistas o incluso a los talibanes al gobierno actual, al que consideraba un “régimen mafioso”. Aunque en una entrevista posterior, una de las últimas que ha concedido, en mayo del 2010 para la CNN, parecía haber cambiado de opinión y se mostraba aliviado de la marcha de los talibanes, a los que acusaba de entrometerse en la vida de todo el mundo.
Zebulon tampoco se muestra muy claro sobre si seguirá en Afganistán o acabará yéndose a Israel. Si bien alguna vez ha manifestado su intención de marchar al país en donde viven su mujer y sus dos hijas desde 1999, en otras entrevistas ha afirmado todo lo contrario: “¿a qué me dedicaría allí?... ¿por qué tendría que marcharme?”. En la misma línea, recordaba que su padre y abuelo fueron rabinos, una gran familia religiosa, y afirmaba que no quería que esa herencia se perdiera. Sin embargo, la última entrevista con la CNN, reconocía no saber muy bien porque no marchaba, “voluntad de Dios”, quizás.
Además, en caso de marchar a Israel, se abriría la cuestión de a quién pertenece la sinagoga, un edificio, que aunque pueda resultar sorprendente, a la venta podría llegar a valer varios millones de dólares. De momento, Zebulon ha pedido ayuda al gobierno de Israel y a varias asociaciones particulares para restaurar su sinagoga, aunque ha tenido poco éxito. Por un lado, el edificio carece del valor histórico y artístico que tenía el de la sinagoga de Yu Aw en Herat, que fue restaurada en 2009; por otro, no parece que tenga demasiado sentido restaurar una sinagoga a la que acudirá un único fiel. Una sinagoga en que las celebraciones religiosas dejan de ser un acto comunitario para convertirse en un acto individual.
Pero, aparte de a su soledad, Zebulon también tiene que hacer frente a otras dificultades para seguir los preceptos de su religión, como la de conseguir comida kósher. Al no haber ningún carnicero en Afganistán que sacrifique los animales según las reglas del cashrut, Zebulon tuvo que conseguir un permiso especial del rabino más cercano, el de Tashkent en Uzbequistan, para poder sacrificar los animales él mismo.
The last Jew in Aghanistan in AlJazeera – Ver en youtube.com
Si bien Zebulon es el único judío que queda en Afganistán, se calcula que son más de 10.000 los descendientes de los que ya marcharon y se tiene constancia de otras 200 familias viviendo en Nueva York , la mayor comunidad fuera del país hebreo. De estos últimos, algunos tienen conocimientos mínimos de dari o pastún, las dos lenguas oficiales de Afganistán, o incluso, los menos hablan con fluidez alguno de ellos, pero la mayoría han perdido el idioma de sus padres o abuelos. El sentimiento afgano es bastante débil entre la mayoría de ellos. Algunos se justifican diciendo que “simplemente vivíamos allí” y los que aún sienten una cierta vinculación con el país que sus abuelos o padres dejaron atrás, reconocen que es débil. Aunque cada año poco antes de la festividad judía del Pésaj envían a Zebulon un paquete con 27 kilogramos de comida kósher.
Zebulon sobrevive gracias a esa y a otras ayudas similares que le llegan de otras comunidades judías en el exterior, pero también gracias a la caridad de algunos de sus vecinos musulmanes, entre los que cuenta con varios amigos. Precisamente, es con uno de ellos, el guarda de uno de los dos cementerios judíos de la capital, con el que después de la muerte de Ishaq convivió en la sinagoga, por lo menos durante un tiempo.