Cuando se habla de ferris, normalmente se piensa en barcos dedicados al transporte de coches a distancias cortas. Sin embargo, antes que los ferris de coches, fueron los de trenes, un tipo de barco algo sorprendente que aún se continúa utilizando allí donde los puentes o los túneles no pueden llegar o todavía no lo han hecho.
Un tren cruzando el Rin en 1900, dos cables guiaban al ferry | Wikipedia
Se puede considerar que uno de los primeros transbordadores para trenes fue el que entró en servicio en 1833 en la línea de un pequeño ferrocarril minero en Escocia. En realidad, se trataba de una gabarra con dos pares de raíles sobre su cubierta que permitían a los vagones de la línea hacer parte de su trayecto entre Monkland y Kirkintilloch por el Canal de Forth and Clyde.
Tres años más tarde, se tiene constancia de otro servicio similar, en este caso en Estados Unidos. Un ferry que cruzaba el río Susquehanna conectando las ciudades Havre de Grace y Perryville a través del en Maryland. En un principio, el servicio se limitaba a transportar vagones de carga y pasajeros de pie hasta que en 1854 entró en servicio un ferry mayor que era capaz de transportar también vagones de pasajeros. El servicio continuó en funcionamiento ininterrumpidamente hasta la construcción de un puente de madera en 1866.
Hay que esperar hasta el 1848 para encontrar el primer diseño de ferry que es considerado como moderno, el ferry del Estuario de Forth en Escocia. La idea fue de Thomas Bouch, un ingeniero joven, pero que contaba con experiencia en el mundo del ferrocarril. Bouch propuso la construcción de un barco con raíles sobre sus cubiertas, y diseñó las instalaciones necesarias en ambas orillas del estuario para permitir a los vagones embarcar y desembarcar sin necesidad de grúas. Se trataba del primer servicio Ro-Ro de la historia.
Rampas de acceso para los ferris del Estuario de Forth | Granton History
El diseño del barco para la línea, el Leviathan, recayó sobre el ingeniero Thomas Grainger y la línea entró en funcionamiento en 1850. Según datos del Proceedings of the Institute of Civil Engineers del 16 de Abril de 1861 , durante el tiempo que estuvo en funcionamiento, hizo una media de 4 o 5 trayectos de ida y vuelta diarios. La travesía, de poco más de 8 kilómetros, duraba 26 minutos a los que había que sumar entre 5 y 8 minutos más para el embarco y desembarco de los hasta 34 vagones que podía transportar sobre sus cubiertas. Con el tiempo, el aumento de tráfico ferroviario a través del Estuario de Forth haría necesaria la construcción de más barcos.
Los vagones de pasajeros también se embarcaban en estos ferris, pero los pasajeros eran transportados en otros transbordadores más adecuados para el transporte de personas. Tener que hacer una parte del trayecto en barco y otra parte en tren no era visto como una gran incomodidad por parte del pasaje. Sin embargo, con la mercancía era diferente. Tener que descargar y volver a cargar la mercancía de los vagones era una tarea laboriosa que requería mucha mano de obra y que además tenía un especial riesgo cuando se trataba con mercancías frágiles. Evitar esta operación también suponía un considerable ahorro de tiempo, especialmente importante cuando se trataba con productos perecederos.
Aunque en un principio el ferry de Forth tenía que ser sólo una solución temporal hasta la construcción de un puente, acabó operando durante 40 años. El desastre del puente de Tay, diseñado precisamente también por Bouch, y otras complicaciones contribuyeron a retrasar la construcción del Puente de Forth que no se abriría hasta el 1890. Hasta esa fecha el ferry funcionó sin mayores problemas, sólo interrumpiéndose su servicio en momentos de extremada mala mar.
Ilustración del 1866 que muestra la el puente de madera sobre el río Susquehanna durante su construcción que costó 2.3 millones de dólares de la época | Wikipedia
Aunque el del estuario de Forth no era un caso aislado. En la mayoría de casos, la solución definitiva solía ser la construcción de un puente, pero esta no siempre resultaba una opción viable. La técnica de construcción de grandes puentes todavía no se dominaba lo suficiente, el mencionado desastre del puente de Tay era sólo una muestra, pero, además, los puentes tenían un coste elevado, no siempre asumible por las compañías ferroviarias más pequeñas. En el caso del Estuario de Forth, por ejemplo, la construcción del puente tuvo que ser financiada por cuatro compañías diferentes.
Con el tiempo, al Leviathan le sucedieron muchos otros ferris en una multitud de países diferentes: Australia, Canadá, Japón, Noruega, México, Turquía... Unos de los más conocidos son el Solano y el Contra Costa, dos ferris que operaban en la Bahía de San Francisco y que fueron los más grandes de su tiempo. El Solano tenía 129 metros de largo y 35 de ancho, y era capaz de transportar todo un tren de hasta 48 vagones, incluida su locomotora. El Contra Costa aún era un poco mayor. La línea comenzó a funcionar con el Solano en 1878, el Contra Costa fue construido unos años más tarde, estuvo en servicio hasta el 1930, cuando se construyó el puente Benicia Martinez.
Pero si importantes eran los barcos, no lo eran menos los muelles de carga y sus pasarelas. En muchos casos, se trataba de complicadas obras de ingeniería, especialmente, cuando tenían que hacer frente a las variaciones de nivel del agua provocadas por las mareas. Este era el caso del puente de carga de la calle 69 de Nueva York, cuyas pasarelas de embarque colgaban de una estructura en forma de arco y unos motores se encargaban de regular su inclinación en función de la diferencia de nivel entra las aguas del río Hudson y el muelle.
Cianotipo que muestra al Solano aproximándose al muelle de desembarco | Central Pacific Railroad Photographic History Museum
Sin embargo, en otras ocasiones, si la variación entre la pleamar y la bajamar era demasiado grande el desnivel no podía salvarse únicamente con rampas, como, por ejemplo, sucedía en el Canal de la Mancha, donde el nivel del agua puede llegar variar casi 8 metros. En este caso se tuvo que recurrir a la construcción de un muelle equipado con esclusas que gracias a una estación de bombeo permitían aislar el nivel del barco de las variaciones de la marea.
Para cargar los vagones, en unos casos, se empujaban a bordo con cadenas de vagones plataforma que, a su vez, eran empujados por una locomotora. Evitándose así que la pasarela de carga tuviera que soportar el peso de la máquina, mayor que el de los vagones. En otros, se usaban cuerdas y motores de vapor situados en tierra para tirar de los vagones.
En ambos casos, la carga y descarga tenía que llevarse a cabo tomando una serie de precauciones para evitar que el ferry se desequilibrara y acabara zozobrando. Si tenía más de una vía sobre su cubierta, se podían cargar simultáneamente dos líneas de vagones sobre vías situadas simétricamente respecto al eje del barco. Otra manera más lenta que se empleaba cuando sólo se disponía de un motor o una locomotora para llevar a cabo el embarque, consistía en cargar sólo la mitad de vagones en una de las vías, después cargar completamente la otra vía “simétrica” y, por último cargar, el resto de vagones sobre la primera vía.
En el caso del Estuario de Forth, el Leviathan, gracias a su diseño, podía cargar con un número muy diferente de vagones sin perder el equilibrio. El barco estaba equipado con 4 líneas de raíles, que podían funcionar como un par de vías independientes, y cargar dos líneas de vagones, pero en los casos en que no había el suficiente número de vagones o la carga era más pesada podía usarse sólo los 2 raíles centrales como una única vía y cargar así sólo una línea de trenes.
Una barcaza cargando vagones en la Bahía de Nueva York (1919) | Wikipedia
Muelles y puente de transbordo del Ferrocarril Central de Nueva York en la calle 69 | Brian Boyd
Sin embargo, las dificultades y peligros no acababan una vez los vagones estaban a bordo. Los vagones, con sus ruedas, eran una carga demasiado móvil y era fácil, y peligroso, que se movieran una vez embarcados, por lo que, aparte de usar los frenos, si los tenían resultaba vital que fueran asegurados correctamente, en especial, cuando se trataba de rutas largas a través de aguas abiertas.
Un método que se usó por primera vez en las líneas de ferris del Lago Michigan y que luego fue imitado en muchos otros lugares consistía en elevar los vagones situando gatos en sus esquinas para evitar así que descansaran sobre sus ruedas. Luego, para evitar que volcaran o se cayeran de estos gatos se usaban pesadas cadenas y tensores que sujetaban la estructura del vagón a la cubierta.
Una de las mayores catástrofes de este tipo de barcos sucedió el 26 de setiembre de 1954, cuando en un mismo día cuatro de ellos se hundieron en Japón debido a un tifón y 1.430 personas murieron. En aquellos tiempos, los ingenieros japoneses consideraban innecesario colocar una compuerta para proteger la proa del barco de la entrada de agua puesto que se creían que si el agua entraba en la bodega se podía evacuar sin problemas. Lo cual era cierto en la mayoría de los casos, pero no así cuando existía una determinada relación entre la eslora del barco y la longitud de onda de las olas. Cuando se daba esta fatídica coincidencia, una ola dificultaba la evacuación del agua de la anterior y el agua se comenzaba a acumular peligrosamente en las bodegas. A partir de esta serie de catástrofes, Japón rectificó y todos sus ferris de trenes fueron equipados con una compuerta en su rampa de acceso.
Rampa de embarque en Richmond | Wikipedia
No obstante, estas compuertas no siempre han conseguido evitar los naufragios y son consideradas el auténtico punto débil de este tipo de barcos. Este fue el caso del ferry noruego Shagerrak que en 1966 se hundió en medio de un fuerte temporal cuando cubría su trayecto entre Noruega y Dinamarca. La bodega del barco sí que contaba con una compuerta de protección, pero la fuerza del Mar del Norte venció su resistencia y quedó destruida.
Además, las consecuencias de la entrada de agua en la bodega en un ferry se ven agravadas por que estas son difíciles de compartimentar, en particular, si cargan líneas de trenes, pero también cargando coches, ya que reduciría su capacidad y dificultaría las operaciones de carga y descarga. De esta manera, el agua que entra se extiende libremente por la bodega y puede desequilibrar fácilmente unos barcos con una estabilidad ya de por si menor que la media debido a la posición que ocupa su carga, más bien alta y que hace que su centro de masas se sitúe a una altura superior a la de otros buques.
Aunque no han sido el principal motivo, algunos de estos accidentes sí que han acabado contribuyendo a la desaparición de muchas líneas de ferry al acelerar la construcción de una alternativa más segura, un tren o un túnel, que además es siempre una opción más rápida.
Un tren ICE alemán bajando del ferry en Puttgarden – Ver vídeo en youtube.com
Sin embargo, no todas las antiguas líneas han desaparecido e, incluso, y aunque pueda resultar algo sorprendente, en los últimos años se han inaugurado nuevas. Como la del Mar de Bohai inaugurada en China en 2007 y que es en la actualidad la más larga que existe al conectar a través de dicho mar las ciudades de Dalian y Yantai, situadas a más de 180km de distancia. En este caso, después de barajar otras opciones se considero el ferry como la opción más práctica frente a la costosa construcción de puentes y túneles o la de largos rodeos por la costa.
PS: Con este post, ya son 200 los publicados desde el comienzo de este blog el 30 de noviembre de 2009. ¡Gracias a todos por seguir ahí!
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