Cuando Guastavino puso rumbo a Nueva York, es difícil que pudiera imaginarse el
éxito que allí le esperaba. En Estados Unidos, llegaría a colaborar con algunos de los más conocidos arquitectos de la época en la construcción de no menos de
1.000 edificios, desde
capitolios, pasando por
bibliotecas,
catedrales o
estaciones de metro. Todos ellos incorporarían alguna de sus
bóvedas o cúpulas tabicadas. Una técnica popular en
Cataluña, pero totalmente desconocida en Estados Unidos hasta su llegada.
Rafael Guastavino Moreno (1842-1908)
Nacido en
Valencia en
1842, hasta los 16 años es educado en las artes, pero a esa edad comienza a interesarse por la arquitectura y en
1861 se muda a Barcelona para inscribirse en su
Escuela Especial de Maestro de Obras. En 1868, tres años después de haber finalizado sus estudios, plantea el primero de sus grandes proyectos, la
Fábrica Textil Batlló, en Barcelona. Una vez construida, la espectacularidad de la sala de telares con sus
bóvedas tabicadas, o catalanas, apoyadas sobre columnas metálicas causa gran sensación.
Esas bóvedas acabarán convirtiéndose en la base de lo que más tarde sería conocido como la “construcción cohesiva” de Guastavino. Un tipo de construcción que al requerir menos material y no necesitar encofrados durante su construcción resultaba económico y, además, era resistente al fuego, por lo que resulta muy adecuado para una Cataluña que se encuentra inmersa en una vorágine constructora de fábricas.
Tras el éxito de la Fábrica Batlló, son varios los empresarios que se interesaran por el arquitecto valenciano y le encargaran otras construcciones. Aunque no menos importante es el impacto que tiene entre sus compañeros de profesión, siendo muchos los que, a raíz de la construcción de la Fábrica Batlló, cambian la visión que tenían sobre la bóveda tabicada.
Se trata de una técnica centenaria para la construcción bóvedas mediante la colocación sucesiva de varias capas de ladrillos, unas encima de las otras. Los ladrillos de las diferentes capas se colocan por la cara de mayor superficie orientada hacia el espacio a cubrir y cuando se concluye una capa, mediante mortero se coloca la siguiente con un cierto esviaje respecto de la anterior, de manera que sus juntas no coincidan y así la estructura tenga una mayor resistencia. Una sola capa no aguantaría el peso, pero es la unión de varias de ellas, 2 o 3 en función de la envergadura de la bóveda o cúpula, lo que confiere a la estructura la resistencia necesaria, aun manteniendo su ligereza.
Teatro La Massa, Vilassar de Dalt (Barcelona)
Durante la construcción, en función de la amplitud del espacio a cubrir, era necesaria una cimbra deslizable de madera sobre la que colocar la primera capa de la bóveda y que, a su vez, servía para controlar la geometría, pero, en ocasiones, debido al rápido fraguado del mortero de cal o yeso, y la ligereza de los ladrillos, ni tan siquiera eso, lo que aún permitía construir con mayor rapidez, siempre que la habilidad de los albañiles lo permitiera.
La técnica parece haber llegado a la Península desde Italia durante el Renacimiento, y llegó a alcanzar gran popularidad en Madrid, donde durante el siglo XVIII comenzó a caer en desuso porque su delgadez hizo que comenzaran a ser vistas como inseguras. En Cataluña, sin embargo, donde la técnica se había utilizado para cubrir los techos de las plantas bajas de masías y también en algunos tipos de casa más urbanos, su popularidad se había mantenido.
Guastavino de pie sobre uno de sus arcos de ladrillo colocado sólo unos días antes | Boston Public Library
En 1876, el éxito alcanzado en Barcelona, empuja a Guastavino a presentar un estudio sobre la “Mejora de la salubridad de las ciudades industriales” en la Exposición del Centenario de Filadelfia en el que destaca ampliamente las bondades de su sistema resistente al fuego para los procesos de rápido crecimiento propios de las ciudades industriales. El estudio de Guastavino recibe una cálida acogida y recibe la “Medalla al Mérito”.
Muy probablemente, este éxito es el que le anima a que cinco años más tarde, con 39 años de edad a arriesgarlo todo, abandonando su acomodada y prestigiosa posición en Barcelona y se muda a Nueva York. Ese mismo año, se inaugura otra de sus grandes obras, el Teatro La Massa en Vilassar de Dalt (Barcelona), que destaca por su impresionante bóveda de 17 metros de diámetro, 3.5 metros de flecha y un óculo central de 4 metros de diámetro.
Aunque el éxito en la Exposición de Filadelfia parece que no fue la única motivación. La posibilidad de tener acceso a materiales de mayor calidad que podrían contribuir al perfeccionamiento de su técnica, como el cemento Portland parece que tuvo un peso importante. Si bien, una vez llegado a Estados Unidos, descubrirá que allí lo que le resulta difícil de encontrar son ladrillos adecuados para sus bóvedas por lo que se verá obligado a importarlos de España hasta que él mismo los comienza a producir en su propia fábrica en Massachusetts.
Prueba de carga
Patente de una escalera resistente al fuego (1886)
Patente de una cúpula tabicada (1910)
Por último, tampoco se pueden descartar motivaciones personales ya que su mujer y sus hijos hacía unos años que habían emigrado a Argentina, por lo que Rafael se muda a Nueva York con su hijo, de 9 años, y su ama de llaves.
La situación que vive la ciudad de Nueva York es ideal para su método constructivo. Una ciudad que está inmersa en un proceso de sustitución de antiguas técnicas de construcción basadas en la combustible madera por otras que emplean nuevos materiales. También resulta decisivo la creciente aceptación del corriente “Beaux Arts” impulsado por la Escuela de Chicago, un estilo arquitectónico que encajaba a la perfección con sus bóvedas catalanas.
Sin embargo, los comienzos para Guastavino no resultan fáciles. Llega con poco dinero, carece de contactos y su dominio del inglés no es el suficiente, por lo que su primera idea de forjarse una carrera como arquitecto se complica. Pese a todo, gana algunos concursos arquitectónicos y construye algunos edificios de viviendas en los que ya aplica la técnica de la bóveda catalana.
Rafael Guastavino Esposito (1872-1950)
Pero, pese a todo, Guastavino comienza a proteger con las primeras patentes de su sistema constructivo en las que remarca su “resistencia al fuego”, en un claro intento de capitalizar la preocupación existente en el país por los incendios en las grandes ciudades, no en vano el del Gran Incendio de Chicago de 1871 estaba aún demasiado presente en la memoria colectiva. En 1885, patenta su método para la “Construcción de edificios resistentes al fuego” y más tarde, ese mismo año, el “Sistema de arco de azulejo”, una técnica para construir arcos y bóvedas mediante el uso de azulejos y ladrillos entrelazados. Un año más tarde, patenta una escalera “a prueba de incendios” basada en la tradicional escalera abovedada catalana.
A estas primeras patentes le seguirán muchas otras y con el tiempo entre él y su hijo llegarán a acumular más de 24 patentes distintas, sobre materiales, morteros, refuerzos metálicos y los propios procesos constructivos que van desde la construcción de bóvedas tabicadas a las bovedillas para forjados.
Pero, ¿era realmente un método propio de los Guastavino o, simplemente, se limitaron a patentar en Estados Unidos un método constructivo que era de sobras conocido en España?
El propio Guastavino en su manual sobre construcción cohesiva trata de responder a esta cuestión y, si bien reconocía que el arco tabicado “no es totalmente nuevo”, lamentaba que su uso se había ido desvaneciendo gradualmente durante el siglo XIX y ya no era usado habitualmente en España. Sin embargo, parece que esta afirmación no es del todo cierta, y las bóvedas tabicadas eran bastante conocidas en Barcelona, más de lo que el propio Guastavino gustaba reconocer.
Por un lado, los términos “bóveda catalana” o “bóveda tabicada” aparecen habitualmente en los periódicos barceloneses de la época, por lo cual parece fácil creer que se trataba de un concepto ampliamente conocido. Por otro, Ramon Gumà en su tesis doctoral sobre fábricas textiles en Cataluña, demuestra que en la década de 1840, mucho antes de la construcción de la Fábrica Batlló, algunas de ellas ya incorporan bóvedas catalanas.
Sin embargo, parece fuera de toda duda que Guastavino, padre e hijo, llevaron la bóveda catalana hasta un nivel de desarrollo al que no había llegado antes, y esto fue posible, en parte gracias a las mejoras que ellos mismos habían incluido. Mejoras que pasaban por la incorporación de nuevos materiales, innovaciones estructurales y nuevas técnicas de construcción.
Entre las innovaciones estructurales destaca la incorporación de refuerzos metálicos entre las diferentes capas de ladrillo. La bóveda así construida es más resistente que la tradicional, pero mantiene aún la ventaja de no requerir de encofrados para su construcción, como sí sucede con las de hormigón armado. En cuanto a los nuevos materiales, muchos expertos consideran crítico para el éxito de Guastavino la sustitución del tradicional mortero de cal por el cemento Portland, mucho más resistente.
Con las escaleras sucede algo parecido a lo que ocurre con las bóvedas. Desde hace bastante tiempo la mayoría de escaleras de los edificios que se construyen en la ciudad de Barcelona siguen el modelo de escalera tabicada, en la que se basa la escalera “a prueba de incendios” de Guastavino, pero el arquitecto valenciano particulariza esta técnica incorporando varias piezas metálicas en su construcción para reforzar el arco y detalla cómo deben der ser las uniones de los ladrillos para mejorar la cohesión de la estructura.
Biblioteca del edificio New York State Education en Albany
Bóveda de la Union Station en Pittsburg
Por lo demás, la técnica de construcción de los Guastavino no difería en exceso de la tradicional a excepción de estas particularidades y mejoras. Guastavino empleaba ladrillos de terracota de tamaño estándar con un grosor de algo menos de una pulgada (2.54cm) y una base de 15cm por 30cm. Los ladrillos eran moldeados en grupos de 6, de acuerdo con un método patentado por los Guastavino que facilitaba su separación después de la cocción. En función del proyecto, podían o no tener un acabado vidriado. Los no vidriados eran ásperos, lo que les confería un aspecto más basto, pero esa aspereza también les permitía ofrecer una mayor adherencia.
En el caso de las cúpulas, los ladrillos se colocaban formando círculos concéntricos. El número de capas venía determinado por su envergadura, pero rara vez superaba las seis en los tramos más exteriores y las tres en su corona. El proceso Guastavino era sencillo; pero los resultados, espectaculares. En la bóvedas, el primer tramo de ladrillo se colocaba con ayuda de una guía de madera y mortero. Después de colocar la primera capa se colocaban las siguientes sobre la anterior poniendo una capa de cemento Portland, formando sus juntas un ángulo de 45 grados con las de la capa inferior.
Pero Guastavino era consciente que aparte de patentes, para triunfar, tenía que ganarse la confianza de los arquitectos y para ello era necesario demostrar la seguridad de aquellas bóvedas y arcos extremadamente delgados. La primera oportunidad le llegó en 1885, cuando participó en el concurso para la construcción del edificio del Arion Club. Guastavino no ganó, pero el ganador utilizó el sistema bóvedas tabicadas que el arquitecto español había propuesto. Lo mismo sucede con la construcción de la Biblioteca Pública de Boston en 1889.
La intención del arquitecto que ganó el concurso, Charles McKim, era emplear perfiles de hierro. De hecho, los perfiles ya estaban comprados, cuando Guastavino le ofreció construir los techos del edificio empleando su sistema y sin coste alguno. El arquitecto valenciano convirtió la biblioteca en un privilegiado escaparate para su obra y decidió usar siete modelos diferentes de bóveda en su construcción.
Hall de la Recepción de Ellis Island (1917), de 17 metros de altura, fueron necesarios 28.8832 ladrillos para su construcción | Matthew J. Kirby
Algunas de las cúpulas construidas por la Guastavino Co
La Biblioteca de Boston supuso el definitivo despegue de Guastavino y de la bóveda catalana en los Estados Unidos. Como prueba de ello y a raíz de su construcción, Guastavino ofreció dos conferencias en las Sociedad de las Artes del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Un par de años antes, un profesor del mismo instituto había llevado a cabo una prueba de carga y hecho una tabla de cálculos de la misma. También, resultó decisivo el apoyo que Guastavino recibe de McKim, el arquitecto de la biblioteca, en el que muestra su “entera confianza en el sistema Guastavino”.
En 1889, no habían pasado todavía 10 años de su llegada a Estados Unidos, aprovechando que el sistema de bóveda tabicada ya se encuentra totalmente asentado, Guastavino funda la Guastavino Fireproof Construction Company. Guastavino tuvo la suerte de encontrar el socio ideal, William E. Blodgett, que se encargaría de la gestión de la empresa mientras Guastavino se centraría en los aspectos técnicos y de marketing.
A partir de ese momento, Guastavino abandona su faceta como arquitecto y pasa a centrarse en la contratista de obras, especialmente de bóvedas y cúpulas. Su hijo, Rafael, comienza a trabajar en la empresa y va adquiriendo poco a poco los conocimientos de su padre con el que colaborará activamente en la introducción de nuevas mejoras del sistema.
En Nueva York, los Guastavino llegarán a participar en la construcción de unos 360 edificios. Entre los que destacan la estación Grand Central o la espectacular cúpula de la Catedral de Saint John the Divine. Sus 30 metros de diámetro y 40 metros de altura la convertirían en la mayor de todas las cúpulas que los Guastavino habían construido y construirían, por lo que, sin duda, esta obra supuso todo un desafío para su sistema. Para hacerse con el proyecto resultó decisivo el precio que la Guastavino Company ofertó. Al no necesitar de encofrados durante la construcción, su precio fue muy inferior al del resto de ofertas. Sin olvidar, la elegante estación de metro de City Hall construida en 1900 y que tenía que convertirse en la joya de la red de metro de la ciudad.
Lejos de la Gran Manzana, destacar la bóveda de la Union Station en Pittburgh o su colaboración en la construcción de una bóveda en el Capitolio de Nebraska.
Los Guastavino utilizaban como tarjeta de presentación sus obras ya construidas y los estudios académicos, pero también acostumbraban a publicitar su sistema de construcción con numerosos artículos y anuncios en la prensa.
Con el tiempo, los Guastavino también exploraron las posibilidades que las bóvedas podían ofrecer en cuanto a ornamentación, como los acabados policromos o la cerámica vidriada, y sus propiedades acústicas. En este sentido, en 1911 idearon un nuevo tipo de ladrillo “Akoustolith” que presentaba una gran capacidad de absorción del sonido. Más tarde, Guastavino hijo patentó varios tipos de yeso y consiguió otras 7 patentes relacionadas con la mejora acústica de sus construcciones, una de las cuales sobre el empleo de de bóvedas porticadas para evitar que los ruidos de un apartamento fueran transmitidos a los superiores.
Guastavino padre murió en 1908, pero la sociedad continuó de la mano de su hijo y del hijo Blodgett, que parece que se entendían tan bien como los padres, de hecho, es durante esta época que la compañía construirá algunas de sus obras más espectaculares.
Finalmente, en 1943, Guastavino hijo vende su parte de la empresa al hijo de Blodgett y se desvincula de ella. La empresa continuará casi 20 años más, hasta la muerte de Blodgett hijo en 1962, 12 años después de la de Guastavino hijo. La Guastavino Fireproof Construction Company, que había conseguido resistir la Gran Depresión, no pudo resistir el cambio de gustos estéticos ni la llegada de los nuevos materiales. Y el hormigón y el acero se acabaron imponiendo a la centenaria bóveda catalana. Entre Rafael padre y Rafael hijo, habían construido bóvedas tabicadas en más de un millar de edificios de Estados Unidos entre 1880 y 1940.
PS: El término “bóveda catalana” lo popularizo un madrileño en el siglo XVII, Fray Lorenzo de San Nicolás, maestro de obras en la Corte, en reconocimiento al buen oficio de los albañiles y maestros de obra catalanes que trabajaban en la capital.
Enlace permanente a Rafael Guastavino, el arquitecto valenciano que conquistó los techos de Nueva York
+posts:
- El prodigioso y desaparecido artificio que Juanelo construyó en Toledo
- Pozzo di San Patrizio, cuando el ingenio provee de agua
- El metro secreto de Nueva York
+info:
- Los Guastavino y la bóveda tabicada en Norteamérica (PDF) por John Ochsendorf 8
- Rafael Guastavino in en.wikipedia.org y es.wikipedia.org
- Las bóvedas tabicadas de Guastavino: forma y construcción (PDF) por Javier García-Gutiérrez Mosteiro
- Guastavino tile construction: an analysis of a modern cohesive construction technique (1992) by Ann Katharine Milkovich
- Bóveda catalana en es.wikipedia.org y ca.wikipedia.org
- Tiles as substitute for steel: the art of the timbrel vault in Low-tech Magazine
- Rafael Guastavino and the Boston Public Library (PDF) by Lisa J. Mroszczyk