martes, 26 de enero de 2010

El fotógrafo que se quedó tirado en medio de la nada en Alaska

En marzo de 1981, una avioneta dejó a Carl McCunn en un valle cualquiera en medio de la nada en Alaska. Cargado con 500 carretes, se disponía pasar el verano fotografiando la tundra y sus animales, totalmente sólo, hasta que lo vinieran a recoger. Sin embargo, cuando el frío llegó y el avión no aparecía, comenzó a dudar de si realmente había dejado claro que tenían que volver por él.

Una avioneta aterrizando en algún lugar de Alaska. Foto original Palojono

McCunn era un fotógrafo de naturaleza nacido en 1946 en la República Federal Alemana mientras su padre servía en el Ejército de los Estados Unidos, aunque creció en San Antonio (Texas). Con 20 años se graduó y se alistó en la Marina, donde sirvió durante 4 años. Cuando lo dejó, durante un breve período de tiempo, vivió en Seattle. Allí trabajó durante un tiempo en el ferry que hacía el trayecto entre Alaska y el estado de Washington. Después lo dejó y fue cambiando de trabajos hasta que en 1970 se mudó a Anchorage (Alaska), donde se estableció.

Su vida parece que pasó sin mayores sobresaltos hasta 1981. Fue en marzo de ese año, cuando McCunn decidió pasar el verano fotografiando la belleza y los misterios de la tundra de Alaska. Para ello, contrató a un piloto para que le llevara hasta un remoto lago cerca del río Coleen, al sur de la cordillera Brooks. Llevaba consigo material fotográfico, unos 650 kilos de provisiones, dos rifles y una escopeta. Su intención era quedarse hasta mediados de agosto. Guisantes y arroz serían los elementos principales de su dieta. Era un entorno hostil, pero no era la primera vez que pasaba una temporada en él. En 1976, había pasado otros cinco meses totalmente sólo por la desolada cordillera Brooks.

Los primeros meses fueron buenos. McCunn llegó cuando el invierno se estaba acabando y escribía con fascinación en su diario sobre el retorno de las aves acuáticas. Aunque reconocía que “los humanos estamos tan lejos de nuestro modo de vida moderno en un sitio como este”.

Sin embargo, a comienzos de agosto, el tono del diario comenzó a cambiar. McCunn empezaba a mostrarse cada vez más preocupado a medida que los víveres comenzaban a escasear y las temperaturas a bajar. Mientras, el otoño llenaba el valle de tonos amarillos y ocres, y no paraba de llover. “Creo que debería haber preparado mi vuelta con más previsión. Pronto lo averiguaré. Se acaban los guisantes. Puede ser que no duren más de dos semanas. El arroz se acabó ayer”.

Un valle en la cordillera Brooks. Foto original backpackphotography

McCunn comenzó a complementar su dieta con pescado y carne de pato. “No puedo olvidarme de los cartuchos que tiré hace un par de meses. Tenía cinco cajas y cada vez que las veía me sentía tan ridículo de haber traído tantas. Así que las tiré todas… al lago… menos una docena… realmente inteligente. ¿Quién iba a pensar que las iba a necesitar para evitar morirme de hambre?

A mediados de agosto, McCunn comenzó a dedicar la mayor parte del tiempo a buscar comida. Sin rastro del avión, la angustia de McCunn crecía. “Por favor, no me dejéis aquí. No vine aquí para esto”. Según parece, en otra de sus estancias en la naturaleza, McCunn también había regresado más tarde de lo esperado, en esa ocasión su padre avisó a la policía, que comenzó a buscarlo. A su regreso McCunn pidió a su padre que no lo volviera hacer. Sin embargo, esta vez fueron sus amigos los que al comenzar a preocuparse pidieron a los “troopers” de Alaska (la policía del estado) que fueran a echar un vistazo para ver cómo estaba el fotógrafo.

Así lo hicieron. El “trooper” David Hamilton sobrevoló el campamento de McCunn. La primera vez, lo vio ondeando una bolsa roja. A la segunda pasada, lo vio saludando de manera desenfadada. Cuando pasó la tercera vez, McCunn se dio la vuelta y caminó hacia la tienda. Hamilton asumió que no pasaba nada.

Sin embargo, lo que McCunn escribió en su diario era muy diferente. McCunn explicaba lo eufórico que estaba cuando avistó la avioneta. Aunque el mismo se dio cuenta que había enviado la señal equivocada al piloto. Que sus gestos se podían interpretar erróneamente. “Recuerdo haber saludado con mi mano derecha y alzar el puño moviéndolo cuando el avión pasó por segunda vez. Era un especie de hurra, como cuando tu equipo anota un tanto”. Se dio cuenta que la señal era similar a la de “todo está bien… ¡no esperes! Probablemente han pensado que era sólo un tipo raro. ¡Dios, no puedo creerlo!”.


Dos paisajes muy parecidos cerca de la cordillera Brooks, pero en dos épocas del año muy diferentes. Fotos originales de palojono 1 2

En octubre la situación comenzaba a ser crítica, McCunn tenía que espabilarse para evitar que los lobos y zorros le robaran los conejos que quedaban atrapados en sus trampas. “Ha sido un día terrible. Las manos cada día están más congeladas. Me queda sólo una ración de guisantes. Sinceramente, empiezo a preocuparme por mi propia vida. Pero no me rendiré”.

Para noviembre, se le acabó la comida. Sólo le quedaban unas especias. “Me siento muy depre. Aunque no estoy acabado del todo, ando muy cerca”. También anotó que estaba considerando la opción de intentar llegar hasta Fort Yukon caminando, unos 120 kilómetros de distancia. Escribe una carta a su padre, diciéndole como revelar sus carretes. Atrapa una ardilla “pero parece sólo una broma, incluso hasta cuando te comes los huesos”.

A finales de noviembre, McCunn empezaba a tener mareos. “Me siento miserable. Los últimos tres días me he despertado con escalofríos. No puedo soportarlo mucho más. No puedo evitar pensar en la bala”. Usó el poco fuel que le quedaba para avivar el fuego por última vez. “Cuando las cenizas se enfríen, me enfriaré con ellas”.

Dios del Cielo amado, por favor, perdóname, mi debilidad y mis pecados. Por favor, cuida de mi familia”. Añadió una nota separada para pedir que sus cosas le fueran devueltas a su padre. Y daba instrucciones al que lo encontrara para que se quedara con su rifle y su escopeta. Esa era su voluntad. Firmaba con su nombre y adjuntaba su carnet de conducir de Alaska. “El de la identificación soy yo, por supuesto”. Con estas palabras, acababa el diario y la vida de Carl McCunn, ocho meses y medio después de haberse bajado del avión. “Dicen que no duele” y se pegó un tiro en la cabeza.

Murió con 35 años, en medio de la nada, junto a un lago sin nombre en un valle sin nombre. Según la descripción de su padre, era un joven extrovertido, de 1.80 metros de altura, unos 100 kilogramos de peso y de pelo rojizo, rubio.


Un lago cualquiera en verano, otro lago en invierno. Originales: nevado backpackphotography , florido ifilmalaska

Los “troopers” de Alaska encontraron su campamento el 2 de febrero del año siguiente. Cuando cortaron el material congelado de su tienda, encontraron su cuerpo en una cama que se había hecho el mismo. Junto a él, su diario, unas 100 hojas sueltas que comenzaban en letras mayúsculas claras con el maravilloso regreso de la vida al valle y que, poco a poco, se convirtió en una cruda crónica de esperanzas pérdidas, miedo y desesperación.

El juez de instrucción, después de examinar el diario y teniendo en cuenta el testimonio de sus amigos, concluyó que McCunn no acabó de concretar los detalles para su recogida. Fue un error. Como también lo fue deshacerse de los cartuchos de forma prematura, quedarse en la zona hasta tan entrado el frío o hacer señales confusas e incorrectas al avión. El juez dictaminó que su muerte había sido un suicidio.

PS(i): No he podido encontrar ninguna foto de Carl McCunn, sólo una muy mala en el The Times – News, vía Google news.
PS(ii): eLzO
me pasa vía twitter otra versión de la misma foto, pero mejor escaneada ;-) En este caso, del The Free Lance - Star. Gracias!

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+posts:
- El misterio de las islas Flannan
- El enigma de Kaspar Hauser
- Los Niños Verdes de Woolpit
- La desaparición de los vikingos de Groenlandia
- El misterio de los barcos fantasmas en aguas de Australia
- De cómo la ciudad Rey Don Felipe se convirtió en Puerto del Hambre

+info:
- Carl McCunn in en.wikipedia.org
- Left in Wilds, Man Penned Dying Record in TheNewYorkTimes
- Abandoned alone in Bush, man leaves diary of despair in Anchorage Daily News (google archive news)
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martes, 19 de enero de 2010

Las casas del Pont Notre-Dame

Aunque hoy el Pont Notre-Dame es una puente más de París, en otro tiempo tenía un aspecto muy distinto. En aquel entonces, no era sólo un mero lugar de paso, sino un ajetreado centro de comercio lleno de tiendas y casas, y era considerado una de las “más elegantes” construcciones de Francia.

La joute des mariniers. Nicolas-Jean-Baptiste Raguenet. Original

En el mismo sitio donde ahora se alza el Pont Notre-Dame en la antigüedad se alzaba otra estructura llamada Grand Pont. Este puente fue destruido en el 886, durante el sitio normando de París, y se sustituyó por uno nuevo, llamado el “Pont des Planches de Mibrai” (puente de tablones de Mibrai) y que conectaba la ciudad con los molinos del Sena.

Este puente duró hasta el siglo XV, cuando en 1406 unas riadas lo destruyeron. Unos años más tarde, en 1412, el rey Carlos VI ordenó la construcción del primer puente de “Notre-Dame”. Se trataba de una estructura sólida de madera, que conectaba la Ile de la Cité con la calle Saint-Martin, de 106 metros de largo y 27 de ancho, que descansaba sobre dieciséis pilas (pilares intermedios) de madera, cada una formada por 30 piezas de madera de 60 centímetros de diámetro.

Se tardaron siete años en construirlo. Una vez acabado, el nuevo puente tenía 60 casas sobre él, 30 a cada lado. El rey se quedaba con parte de la renta que pagaban los que vivían en ellas y estipuló explícitamente que ningún cambista ni orfebre le fuera permitido ocuparlas.

Las casas del puente eran elegantes, tenían una altura considerable y formaban un conjunto uniforme. Cuando se caminaba por el puente, no dejaban ver el río. En el puente se vendía una gran variedad de productos, pero eran especialmente famosas sus armerías y librerías.

Sin embargo, el 25 de octubre de 1499 el puente, que había sido descrito como una de las obras más elegantes de Francia, se vino abajo. Se culpó del derrumbamiento a la avaricia del prevot des marchands y de los échevins (algo así como el alcalde y los concejales, respectivamente, en tiempos de la Francia monárquica) que cobraban una renta anual por el alquiler de las casas, pero dedicaban sólo una parte muy pequeña al mantenimiento. Según parece, el supervisor de las obras pública hacía un año que había avisado a la ciudad del peligro en vano.

La bomba del puente de Notre-Dame por Fulgence Girad (1857)

Incluso la misma mañana del día del derrumbamiento, un maestro carpintero, que había avisado a los magistrados que el puente caería ese día, fue enviado a prisión. Aunque cuando uno de estos magistrados fue a dar cuenta ante el Parlement de París del carpintero, el Parlement, a pesar del enfado del magistrado, inmediatamente ordenó desalojar el puente y envió guardias para que bloquearan las dos entradas y así impedir que la gente lo cruzara.

No tardaron en aparecer fisuras en el pavimento del puente y, más tarde, en las casas. Al final, el puente se derrumbó produciendo un estruendo terrible y una nube de polvo que oscureció el cielo. Varios de los que vivían en las casas, demasiado preocupados por recuperar sus enseres, quedaron atrapados entre las ruinas. El curso del río se vio obstruido y se produjo una repentina subida del nivel del agua que arrastró a varias mujeres que estaban lavando en la orilla. No fueron los únicos accidentes que se produjeron.

El prevot des marchands y los échevins fueron encarcelados por su negligencia y fueron inhabilitados para ocupar otros cargos en el futuro. También fueron condenados a pagar una multa considerable, parte de la cual sería destinada a la reconstrucción del puente. El rey además dispuso, para el mismo propósito, un impuesto especial sobre los animales de pezuña que entraran en París.

El mismo año del derrumbamiento se pusieron los cimientos del nuevo puente, mientras tanto, una barca permitía cruzar el río. Esta vez, se construiría un puente en arco de piedra. El arquitecto real, el veronés Fra Giovanni Giocondo, que había supervisado la construcción del Petit Pont, también en París, sería el responsable.

Destrucción de las casas sobre el Pont Notre-Dame en 1786, Hubert Robert. Original

La construcción fue lenta por la falta de dinero y no se concluyó hasta 1507. El nuevo puente era de 124 metros de largo por 23 de ancho y tenía seis arcos semicirculares con una elevación proporcional a las crecidas del Sena. Esta vez, se construyeron setenta casas, aunque se tuvieron que derribar nueve de ellas para construir las pilas, dejando treinta a un lado y una más al otro. En seguida, el puente recobró la animación y se volvió a convertir en uno de los lugares más frecuentados de la capital con una gran actividad comercial.

En 1660, se renovó el puente con motivo de la llegada de la hija de Felipe IV de España, que se convertiría en reina de Francia al contraer matrimonio con Luis XIV. Las casas, que eran uniformes y de ladrillo, fueron reparadas y ornamentadas. Sobre los pilares del puente se colocaron estatuas de santos y reyes de Francia, y se adornaron con guirnaldas y medallones. En el primer de los medallones aparecía el escudo real y en los demás los retratos del resto de reyes.

En 1670, en las proximidades del puente, sobre el río Sena se construyó otro edificio de aspecto peculiar: una bomba de agua. Era la segunda que se construía en París para intentar paliar la escasez de agua que sufría la capital al no resultar suficiente el agua que llegaba por los antiguos acueductos de Belleville y Saint-Gervais. Se trataba de una torre de planta cuadrada construida sobre pilotes de madera que contenía un depósito, al cual se hacía subir el agua del Sena mediante una bomba que se movía gracias a la propia corriente del río.

No se hicieron mayores cambios en el puente hasta 1786, cuando sus, para entonces, inestables e insalubres casas tuvieron que ser demolidas. La “Pompe du Pont Notre-Dame” también acabaría siendo demolida, aunque bastantes años más tarde, en 1858, como parte de un plan para mejorar la estética de las orillas del Sena.

Vista del actual Pont de Notre-Dame

Para entonces, un nuevo puente de piedra se levantaba en el lugar del anterior. El puente, que había sido construido sobre los pilares del anterior en 1853, cuando se rebajó el nivel de la calle Saint-Martin, tenía menos arcos que el anterior, sólo cinco, pero fue la causa de no menos de 35 accidentes entre 1891 y 1910, lo que le hizo ganarse el apodo de “le pont du Diable”.

En esta forma, el puente tampoco duraría demasiado y en 1919, para mejorar el tráfico, los tres ojos centrales fueron sustituidos por un único arco metálico. La obra fue dirigida por Jean Résal, que también había trabajado en otro par de puentes de París, y es el puente de metal que hoy ocupa el lugar del antiguo Grand Pont.

PS: Llegué a este puente después de ver la película "El perfume". Aunque se parece mucho al puente en el que el perfumero tenía su taller, no he podido confirmarlo. En la wiki inglesa dice que era el Pont au Change. ¿Alguien lo sabe?

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+posts:
- La epopeya de construir un faro sobre la Roca de Fastnet
- El panóptico, una prisión sin rincones
- La revolución del telégrafo óptico
- Nahalal, un pueblo en círculos

+info:
- Pont Notre-Dame en en.wikipedia.org es.wikipedia.org
- The History of Paris from The Earliest Period to the Present Day (pág 140) in google books
- Pont Notre Dame in Paris.fr
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martes, 12 de enero de 2010

El pozo con el que comenzó la industria del petróleo norteamericana

En 1858, Edwin Drake llegó con su familia a Titusville, Pensilvania. Pese a no tener experiencia alguna en la industria del petróleo, la Seneca Oil le había encargado una difícil misión: intentar llegar hasta el petróleo que, supuestamente, se escondía en el subsuelo de la región. De conseguirlo, los beneficios serían millonarios. Cuando comenzó a perforar eran pocos los que creían en él y muchos los que se mofaban de una idea tan ridícula.

Edwin Laurentine Drake

Con la aparición de las primeras prensas movidas por la fuerza del vapor, el precio de los libros y periódicos comenzó a bajar y se produjo un incremento drástico de la demanda de iluminación barata. En las ciudades, las redes de gas para iluminación, que se habían empezado a construir a comienzos del siglo XIX, sólo cubrían las zonas céntricas, donde era rentable operarlas. Para aquellos a los que no llegaba el gas, el aceite de ballena se había convertido en su iluminación habitual. Sin embargo, al mismo ritmo que la demanda de este aceite crecía, su disponibilidad menguaba y el precio se disparaba.

Existían otros iluminantes, pero unos eran peligrosos por el riesgo de explosión y otros demasiado caros. La solución vendría del abundante y barato petróleo (del latín, “aceite de piedra”). Era un producto que se conocía desde la antigüedad y que en las regiones donde aparecía de forma natural, como el Oriente Medio, se usaba para calafatear embarcaciones, engrasar pieles o mezclado para formar armas incendiarias como el fuego griego.

En los Estados Unidos de la época, para muchos, el petróleo era sólo una misteriosa grasa que salía del suelo y a la que sólo se le había encontrado utilidad en el campo de la medicina y la charlatanería. Se atribuye a Samuel Martin Kier la creación de la primera refinería en Estados Unidos y es por ello considerado uno de los “abuelos” de la industria del petróleo norteamericana.

Para Kier, como para muchos otros de los dedicados a la extracción de sal en Pensilvania, el petróleo era, en un principio, una molestia que contaminaba los pozos de su familia. Sin embargo, con el tiempo, pensó en sacarle algún tipo de provecho económico. Aunque no tenía formación química ni científica, comenzó a experimentar con los diferentes productos que obtenía de su destilación. En 1848, lanzó varias medicinas “milagro que curaban el cólera, el asma, las úlceras,… pero no tuvo demasiado éxito, demasiada competencia.

Título de la Pennsilvania Rock Oil Company, antecesora de la Seneca Oil Company. Original
en Oil150.com

Más tarde, Kier descubriría un método económicamente viable para la obtención de queroseno a partir de petróleo y, después, inventó una lámpara que minimizaba el humo y el olor que este aceite de carbón desprendía al quemarse, aunque no conseguía eliminarlos del todo (serían otros los que lograrían eliminar el olor tratándolo con ácidos). En cualquier caso, la luz era clara y el precio razonable. Unos años después, en 1853, Kier estableció su famosa refinería de Pittsburg, la que se convertiría en la primera de todo Estados Unidos, y en la que Kier se dedicó a refinar el petróleo proveniente de los pozos de sal de la zona.

Ese mismo año, sería cuando a otro de los pioneros de la industria del petróleo norteamericana, George Bissell, se le
ocurrió también la idea de usar el petróleo como iluminante comercial. Según unos, Bissell tuvo la ocurrencia durante una visita al laboratorio de su antigua escuela, al ver una botella con petróleo, producto que ya sabía que era inflamable. Según otros, la idea no fue tan espontanea, y Bissell comenzó a interesarse por el petróleo cuando le llegaron las noticias de los primeros “experimentos” de Kier y de otros en Pensilvania. En cualquier caso, Bissell montó una pequeña compañía y pidió a uno de los químicos más prestigiosos de la época en Estados Unidos, Benjamin Silliman, que investigara sobre las posibilidades de aquel “aceite de roca” como iluminante —para conseguir inversores era necesario el respaldo de un científico de renombre—.

Edwin Drake (a la derecha) delante de su pozo junto a Peter Wilson, farmacéutico de Titusville que le prestó dinero para acabarlo. Foto original Pennsylvania Historical and Museum Commission, Drake Well Museum, Titusville

Como bien sabía Kier, sin ningún tipo de procesado, el petróleo no servía para las lámparas debido a su fuerte olor y al humo que producía. Silliman consiguió, mediante destilación, descomponer el petróleo en varias sustancias: una de las cuales era un aceite con una gran capacidad para iluminar (queroseno). El estudio también apuntaba que otras partes menos volátiles podían resultar útiles como lubricantes. Finalmente, Silliman concluía: “vuestra empresa está en posesión de una materia prima a partir de la cual se pueden fabricar productos de gran valor”. Convencido de que el del petróleo podía ser un buen negocio, Silliman adquirió acciones de la recién creada compañía de Bissell.

También lo hizo un joven banquero de la zona, James M. Townsend. Nació así la Seneca Oil Company. Pero antes de comenzar a ganar dinero, había que solucionar un gran problema: no existía un suministro de petróleo suficientemente bueno ni abundante. En esa época, casi todo el petróleo que se consumía en el país provenía de Pensilvania, donde se recogía flotando en pequeñas cantidades sobre la superficie de estanques y charcas. Sin embargo, la Seneca Oil Company necesitaba extraer petróleo del suelo en cantidades mucho mayores, si quería ser rentable.

Es aquí cuando aparece la figura de Edwin Drake, un personaje que llegó al mundo del petróleo por casualidad. Drake había trabajado durante casi toda su vida en los ferrocarriles de New Haven, donde había trabajado de oficinista, de agente de correos y de conductor de tren. En 1854 se había quedado viudo aunque tres años más tarde, en 1857, se había vuelto a casar, esta vez con una mujer que era 16 años más joven que él.

Report on the Rock, Oil, or Petroleum by B. Silliman, Jr. El informe que Silliman escribió para Bissell. Original en Oil150.com

Ese mismo verano, con sólo 38 años de edad, Drake tuvo que dejar su trabajo en la compañía de ferrocarriles a causa de una enfermedad, aunque retuvo los privilegios que tenía como conductor, uno de los cuales era el de viajar gratis en tren. Según parece, este fue uno de los motivos por los que Townsend lo acabaría contratando a él. Townsend y Drake se habrían conocido por casualidad, en uno de sus muchos viajes en tren. Un día, cuando Drake ya estaba retirado, Townsend le ofreció la posibilidad de entrar en el negocio.

Drake no sabía nada de la extracción de petróleo, aunque tampoco es que mucha gente supiera mucho más en aquel tiempo. Tampoco sabía demasiado del mundo de los negocios, pero se había pasado la vida trabajando con sus manos y entendía cómo funcionaban las herramientas y sabía cómo usarlas. Así que en 1858 la Seneca Oil Company lo envió a hacer unas prospecciones petrolíferas a Titusville, Pensilvania.

Drake comenzó a perforar a la manera habitual, haciendo zanjas, pero fracasó. Así que decidió probar otro método, el que se utilizaba en las minas de sal. A Drake le costaría varios meses encontrar un hombre con experiencia en la perforación de pozos de sal dispuesto a trabajar en su pozo. Para los pocos que sabían algo del petróleo, se trataba de una substancia que aparecía en los pozos de agua salada, pero perforar un pozo sólo para obtener petróleo les parecía ridículo.

Mientras tanto, Drake se había ido haciendo con todo lo necesario. Había comprado un motor de vapor para mover el taladro y había comenzado a construir el pozo en sí: la caseta de bombeo, una torre, un balancín y un volante pesado para subir y bajar el taladro.
Samuel Martin Kier (1813-1874) y George Henry Bissell (1821-1884)

Drake comenzó a martillear la tierra para construir su agujero, el taladro rotatorio se inventaría mucho más tarde. Llevó un cierto tiempo atravesar las primeras capas de grava del terreno y cuando llegaron a los 5 metros de profundidad el pozo comenzó a derrumbarse. Sus ayudantes no tardaron en desesperarse. Fue en ese momento, cuando Drake encontró, por fin, a la persona que había estado buscando, un herrero con cierta experiencia en perforar pozos, “Uncle Billy” Smith, que accedió a trabajar a cambio de una generosa paga.

Smith descubrió que el agujero, situado muy cerca de un arroyo, se llenaba continuamente de agua. Primero, intentó bombear el agua, pero vio que era inútil. Finalmente, Drake y Smith se hicieron con una tubería de hierro fundido y la clavaron en el suelo, hasta más allá del nivel del arroyo. Según parece, Drake habría visto a mineros de sal de la cercana Tarentum colocar de manera similar una tubería conductora en sus pozos para evitar que se les vinieran abajo y extraer fácilmente el agua con sal. A través del tubo, se bajaba el taladro y así se evitaban los desprendimientos.

Utilizando este método, los hombres de Drake perforaron de manera incansable durante todo el verano, seis días por semana, el domingo era sagrado para Drake. La solución fue eficaz para detener los derrumbamientos, pero el progreso de la perforación seguía siendo muy lento, apenas un metro por día.

Los curiosos comenzaron a acudir en masa a mofarse de la “locura de Drake”, como llamaban al pozo, querían ver como progresaba aquel despilfarro en el que se desperdiciaban buenos y caros materiales. Al mismo tiempo, el Coronel Drake (título que el mismo se había otorgado para ganarse el respecto de la gente) comenzó a quedarse sin dinero y la propia Seneca Oil, cansada de esperar, lo abandonó a su suerte. Sin embargo, Drake no cejó en su empeño y continuó perforando con su propio dinero y con 500 dólares que había conseguido prestados de sus amigos y conocidos de la zona. No era mucho y era más que probable que Drake creyera que el fin estaba cerca.

Campos petrolíferos en Pensilvania 1865. Original The Independent

El 27 de agosto de 1858 alcanzaron los 21 metros de profundidad. En ese punto, el taladro se topó con una grieta y los hombres de Drake prefirieron dejarlo todo por ese día. Todo el mundo esperaba que todavía fuera necesario perforar, como mínimo, 30 metros más. Sin embargo, a la mañana siguiente, antes de comenzar, “Uncle Billy” se sorprendió gratamente al comprobar que el petróleo brotaba de la tubería. En seguida, llamó a Drake y comenzaron a subir el petróleo con una bomba de mano.

La noticia corrió como la pólvora, pero muchos aún se resistían a creerlo. Algunos escépticos sostenían que había sido el propio Drake el que había echado el petróleo en el pozo, el equivalente a “echar sal a la mina”. Otros, sin embargo, sí que creyeron y se apresuraron a comprar y a arrendar tierras en la zona para hacerse con el petróleo que había debajo.

Había comenzado la Fiebre del Petróleo de Pensilvania. Los precios de las tierras se dispararon y los buscadores de fortuna llegaron. Había pozos por todos los lados. Entre todos, produjeron unos 4.500 barriles el primer año. En 1860, ya eran varios cientos de miles y en 1862 la producción alcanzó los 3 millones.

Pozos de petróleo durante el comienzo de la Fiebre del Petróleo de Pensilvania.

Oil Creek (1865), donde estaba el pozo de Drake

Comenzó así una bonanza que permitiría a muchos hacer grandes fortunas. No fue el caso de Drake. No actuó lo suficientemente rápido para controlar la producción, no había comprado suficientes tierras, y no había patentado su técnica de perforación. Además, en 1860, la Seneca Oil rompió su relación con Drake, pagándole 1.000 dólares por el uso de su nombre en sus barriles. Drake lo intentó por su cuenta, creó su propia compañía, pero tampoco triunfó y acabó perdiendo todos sus ahorros en 1863 especulando con el petróleo.

Su salud también se acabó resintiendo y buscando los efectos favorables del mar, primero, se mudó a Vermont y, después, a Nueva Jersey. A finales de la década de 1860, algunos viejos conocidos de la industria del petróleo reunieron 4.000 dólares para él. Pero acabó viviendo de la caridad hasta que en 1873 el Estado de Pensilvania le otorgó una paga vitalicia de 1.500 dólares al año por su contribución al progreso de la industria.

El 9 noviembre de 1880, después de años de mala salud y dolores crónicos, Drake murió como un modesto pensionista, sin haberse nunca llegado a beneficiar de haber creado el primer pozo de petróleo de los Estados Unidos. Para entonces, hacía años, en 1864, que la Seneca Oil había dejado de funcionar, aunque Bissell, que se había hecho con una gran cantidad de tierras en la zona del boom petrolífero, era un rico hombre de negocios. Kier, también, había conseguido amasar una fortuna considerable, que hubiera sido mayor de haber patentado sus invenciones.

PS(i): El nombre de la Seneca Oil Company no tiene nada que ver con el filósofo hispano sino con el nombre de la tribu indígena que habitaba la zona
PS(ii): Existen otros “padres” del petróleo. Entre los considerados “modernos”, destaca Ignacy Lukaisewicz en Galicia (Polonia/Ucrania).

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- El pozo más profundo de la Tierra

+info:
- Edwin Drake en en.wikipedia.org es.wikipedia.org
- Edwin Drake in PBS Who Made America?
- 10 Moments That Made American Business by John Steele Gordon in AmericanHeritage.com
- The Development of the Pennsylvania Oil Industry in the American Chemical Society
- The Ghost of Colonel Drake by Byron W. King in EnergyBullletin, publicado en Whiskey & Gunpowder
- El pozo de Edwin Drake en El País (Uruguay)
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martes, 5 de enero de 2010

Erzsébet Báthory, la condesa sanguinaria

Erzsébet Báthory era miembro de una de las familias más poderosas de la Hungría del siglo XVI, pero acabó sus días emparedada en unas cuantas habitaciones de su castillo de Catchtice. Era su castigo por haber matado y torturado a, por lo menos, 80 chicas. Erzsébet ha pasado a la historia como una mujer cruel, obsesionada por la belleza y la sangre de sus víctimas, aunque para otros fue simplemente la víctima de una conspiración para acabar con su enorme poder.

Erzsébet con 25 años. Copia de un retrato original de 1585.

Erzsébet había nacido en 1560 en el seno de una de las más poderosas familias de la Hungría de la época, los Báthory. Por parte de madre, era sobrina del rey de Polonia; por parte de padre, prima del Gran Príncipe de Transilvania. En una época en la que la mayoría de los nobles eran iletrados, Erzsébet era una persona educada, conocía el latín, el alemán y muy probablemente el griego.

Aunque se sabe muy poco de su infancia, en un intento de encontrar una explicación a su crueldad, algunos han sugerido que podría haber sufrido algún tipo de trastorno mental desde bien pequeña. Se dice que de niña Erzsébet sufría ataques que venían acompañados de espasmos y pérdida de control. Podría tratarse de ataques epilépticos, posiblemente propiciados por la endogamia propia de su familia.

El entorno en que creció también podría haber influido en su manera de actuar. Se trataba de una época en que la violencia y el castigo corporal estaban a la orden del día. En muchos casos, el castigo físico era visto como una forma de educar. Las ofensas más triviales eran castigadas de forma desproporcionada. Es probable que durante su infancia Erzsébet se hubiera acostumbrado a los castigos brutales, viendo como trataban los oficiales de su familia a los siervos en sus fincas. Con el tiempo, Erzsébet podría haber llegado a insensibilizarse ante este sufrimiento y dolor ajeno.

Con sólo once años, algo habitual en la época, se prometió con Ferenc Nádasdy y se mudó al castillo de su familia en Sarvar. Los Nádasdys tenían fama de ser unos señores severos y algunos creen que pudo ser su futuro marido el que la inició en el pasatiempos” de torturar sirvientas. Con 14 años, según algunas fuentes, quedó embarazada de un joven campesino. Para evitar el escándalo fue recluida en unos de los castillos de la familia hasta que dio a luz, del niño y del campesino, jamás se supo nada.

Finalmente, en 1575 contrajo matrimonio con Ferenc. A la boda asistieron unos 4.500 invitados. Erzsébet conservó su apellido porque su familia era más poderosa que la de su esposo. Muy probablemente el matrimonio fue un acuerdo político entre las dos familias.

Hungría en torno al 1550

Como regalo de bodas, recibió el que se convertiría en su hogar, y más tarde su prisión: el castillo de Cachtice, situado en los Cárpatos. Junto con el castillo recibió tierras y 17 pueblos cercanos. Sólo 3 años después de la boda, en 1578, Ferenc fue nombrado comandante en jefe de los ejércitos húngaros en su permanente guerra contra los turcos.

Con su marido en la guerra, la joven Erzsébet pasaba la mayor parte de su tiempo sola ocupándose de las propiedades y negocios de la familia. Como otros nobles de la época, también se ocupaba del cuidado y protección de sus siervos, a los que en casos de necesidad les proporcionaba ayuda médica o comida. También era habitual que los hijos de los siervos que mostraban más capacidades fueran educados por la nobleza. La nobleza se beneficiaba del trabajo de los siervos y por ello tenía un cierto interés en su bienestar. Aunque la buena voluntad hacia los sirvientes dependía de cada caso en particular. Había aristócratas que se consideraban “humanistas”, pero otros se mostraban crueles con los que eran vistos como “seres inferiores”.

En 1585, Erzsébet tuvo su primera hija de Ferenc, Ana. Más tarde tendría otra niña y un niño, Ursula y András, aunque los dos morirían a edad temprana. En 1598, tendría dos hijos más, Katherine y Pál.

Era una época especialmente complicada y violenta de la historia de Hungría. Después de la victoria otomana en la decisiva de batalla de Mohács del 1526, el país había quedado partido en dos, una gran parte de Hungría, incluyendo la parte sur de la actual Eslovaquia, había quedado bajo el control turco. Pero las fronteras no eran fijas, sino que se movían en función de los éxitos militares de las dos partes. Los turcos continuaron su expansión hasta el 1556.

Incluso durante los períodos de supuesta paz la violencia no desaparecía. Las incursiones turcas continuaban, gracias a los botines que obtenían de sus saqueos se reducía el esfuerzo que suponía para el Imperio mantener su ejército. La confiscación de suministros y las cosechas perdidas causaban interminables hambrunas y epidemias.

Entre 1593 y 1606 estalló la Guerra Larga” contra los turcos. Prácticamente toda la nobleza húngara participó. Entre ellos, el marido de Erzsébet y el futuro palatino de Hungría, Janos Thurzó. Erzsébet, mientras, tenía que defender las propiedades de la familia que estaban en el camino a Viena. Un emplazamiento peligroso como se había demostrado en ocasiones pasadas cuando los turcos habían saqueado el pueblo Cachtice. Las posesiones cercar de Sarvar, situado próximo a la frontera entre la Hungría otomana y cristiana, corrían un riesgo aún mayor.

Ruinas del castillo de Cachtice Foto original slovakia.com

De estos años existen testimonios de situaciones en los que Erzsébet mostró una actitud muy diferente de por la que pasaría a la historia. Varios casos en los que intercedió en favor de mujeres indigentes y un par en el que lo hizo por una mujer cuyo marido había sido capturado por los turcos y otra cuya hija había sido violada.

No obstante, otras fuentes (aunque bien podría formar parte sólo de su leyenda) dan una imagen más banal de Erzsébet. Según estas fuentes, la condesa era una narcisista que vivía obsesionada por la belleza. Acostumbraba a cambiarse de vestido cinco o seis veces al día y pasaba largas horas ante el espejo contemplando su belleza. Además, usaba todo tipo de ungüentos y aceites para conservar la blancura de su piel.

El marido de Erzsébet moriría antes de que acabara la guerra, en 1604, a la edad de 47 años. No está clara cuál fue la causa de su muerte, pero podría ser una herida en el campo de batalla o el cansancio y la tensión acumulados durante los años de guerra. Erzsébet, viuda como estaba, quedó en una situación delicada. Tenía grandes posesiones, pero no disponía de un ejército con el que defenderlas. El propio marido de Erzsébet, consciente de la situación en que quedaría su mujer si a él le sucedía algo, había pedido a la familia amiga de los Batthyányi y al propio Thurzó (aunque no eran grandes amigos, tal vez al predecir su futuro ascenso) que cuidaran de Erzsébet si él moría.

Antes de la muerte de Ferenc, ya habían comenzado a circular por la región rumores de que algo siniestro estaba sucediendo en el castillo de Cachtice. Aunque es probable, según algunos estudiosos, que su obsesión por la disciplina y los castigos creciera como respuesta a la situación de vulnerabilidad en la que se encontraba como viuda.

El ministro luterano István Magyari fue el primero que se quejó públicamente y después ante la corte de Viena sobre los asesinatos y torturas que estaban ocurriendo en el castillo. Sin embargo, las autoridades tardaron varios años en actuar. No fue hasta 1610 cuando el rey Matías II pidió al Palatino de Hungría, Janos Thurzó, que investigara el caso. Debido al enorme poder de Erzsébet y la gravedad de la acusación, la investigación tuvo que ser llevada con la máxima discreción.

Thurzó envió a dos notarios a la zona para reunir pruebas en marzo de 1610. Incluso antes de obtener ningún resultado, Thurzó intentó llegar a un acuerdo con el hijo de Erzsébet, Pál, y con sus dos yernos. Un juicio y una ejecución habrían causado un escándalo público y habrían arruinado la reputación de una familia noble e influyente que en aquel tiempo gobernaba sobre Transilvania. Además, las propiedades de los Báthory hubieran sido incautadas por la corona. El acuerdo inicial era encerrar, secretamente, a Erzsébet en un convento de monjas.

Cartel de la película “The Countess” (2009)

Sin embargo, todo cambió cuando se comenzó a sospechar que entre las víctimas de Erzsébet no sólo había jóvenes sirvientas y campesinas, sino que también había hijas de pequeños nobles. En ese momento se decidió que Erzsébet tenía que ser puesta bajo arresto domiciliario, aunque su castigo no pasaría a más.

El 30 de diciembre de 1610, Thurzó acudió al castillo de Cachtice y arrestó a Erzsébet y a cuatro de sus sirvientes, acusado de cómplices. Según se cuenta, los hombres de Thurzó encontraron una chica muerta y otra agonizando. Otra más estaba herida y eran varías las que estaban encerradas en los subterráneos del castillo.

Los notarios interrogaron a más de 300 testigos. El acta del juicio recoge el de los cuatro cómplices y trece testigos. Además de nobles y sacerdotes, también se interrogó al personal del castillo de Cachtice. Según todos estos testimonios, las primeras víctimas habían sido chicas campesinas locales, a las que Erzsébet atrajo al castillo con trabajos de sirvienta muy bien pagados. Fue más tarde cuando comenzó a asesinar a hijas de la pequeña aristocracia que habían sido enviadas a ella por sus padres para aprender etiqueta y protocolo.

Según muchos estudiosos, este fue su gran error, las hijas de los siervos no interesaban a nadie. De hecho, la única perjudicada era ella, pues eran “su” propiedad. Pero el rey y la nobleza no podían permitir que mataran a hijas de los suyos.

Después de enterarse que también había jóvenes nobles entre sus víctimas, y aunque habían acordado que Erzsébet quedaría bajo arresto domiciliario, el rey pidió que fuera condenada a muerte. Aunque bien pudiera ser que detrás de este interés del rey por hacer justicia, sólo se escondiera un intento para evitar pagar la gran deuda que había contraído con el marido de Erzsébet, y de paso hacerse con las tierras de la familia. Sin embargo, Thurzó, muy probablemente ayudado por las influencias de la familia Bathory, pudo convencer al rey que la ejecución de Erzsébet afectaría al prestigio de toda la nobleza, por lo que el juicio fue pospuesto indefinidamente.

No corrieron la misma suerte sus cómplices, que no eran nobles, que fueron llevados a juicio el 7 de enero de 1611. Los procesados fueron acusados de brujería y prácticas paganas. Como era habitual en la época, el testimonio de los acusados y de muchos de los que testificaron en su contra fue obtenido mediante torturas e intimidaciones, y en muchos casos la descripción de las torturas era de oídas. Las atrocidades que se describieron durante la vista incluían largas sesiones de azotes; quemaduras o mutilaciones de manos, o incluso de la cara o los genitales; obligar a las víctimas a comer su propia carne arrancada de brazos o de otras partes; causar la congelación de las víctimas hasta su muerte; matarlas de hambre o abusos sexuales.

En muchos casos, las víctimas sufrían semanas de torturas antes de morir. Según Raymond McNally, autor del libro “Dracula was a woman”. Erzsébet y sus cómplices seleccionaban como víctimas las chicas que tenían pinta de estar más sanas, porque eran las que más tiempo aguantarían.

Según sus cómplices, Erzsébet no sólo había cometido sus crímenes en el castillo de Cachtice, sino también en otras de las propiedades de la familia en Sarvar, Sopronkeresztur y Viena. Además de sus cómplices directos, otras personas se encargaban de proporcionar las jóvenes, que en algunos casos eran secuestradas. Algunos de los padres de las víctimas afirmaron en el juicio haber visto indicios de torturas en los cadáveres de sus hijas. Erzsébet y sus cómplices solían atribuir las muertes de sus sirvientas a causas naturales o accidentes y las chicas tenían un entierro cristiano. En otras ocasiones, sin embargo, parece ser que optaban por enterrarlas a escondidas en sitios sin marcar cada vez más y más lejos del castillo.

Como pena, a Dorottya Szentes y Ilona Jó les fueron arrancadas las uñas y después las arrojaron al fuego. Fickó, al considerarse que su grado de culpabilidad era menor, fue decapitado antes de enviarlo, también, a las llamas. Katarína Benická fue sentenciada a cadena perpetua, al considerarse que sólo había actuado así por la presión que las otras mujeres habían ejercido sobre ella.

Se rumoreaba que existía un quinto cómplice, una mujer de la que poco se sabe llamada Anna Darvulia. Según parece, podría haber ejercido una gran influencia sobre los gustos sádicos de Erzsébet. En cualquier caso, Anna murió mucho antes del juicio.

Posible reconstrucción del castillo de Cachtice. Foto original de Ceska Televize

Durante el juicio, Erzsébet había sido confinada en unas cuantas habitaciones de su castillo cuyas ventanas y entradas habían sido totalmente tapiadas, a excepción de una pequeña apertura a través de la cual le hacían llegar la comida y otras para que entrara el aire. Su reclusión sin ver la luz del sol duraría más de 3 años, el 21 de agosto de 1614, sus guardianes la encontraron muerta. Había varios platos de comida sin tocar, por lo que probablemente hubiera muerto unos días antes.

Quisieron enterrarla en el cementerio de Csejte, aunque ante la oposición de los aldeanos que no querían tenerla en su cementerio, fue enterrada en su lugar de nacimiento, que era el de procedencia de su familia, Nagyecsed. Antes de su muerte, de acuerdo con su testamento, la fortuna de Erzsébet había sido repartida entre sus hijos.

La estimación del número de víctimas de Erzsébet difiere entre unas fuentes y otras. El número más alto que se da es de 650, aunque parece poco probable que un número tan alto de mujeres pudiera haber desaparecido sin dejar rastro, especialmente, en un tiempo en el que país estaba bastante despoblado. Durante el juicio, dos de sus cómplices, Szentes y Fickó, dijeron haber ayudado a torturar durante sus años de servicio a unas 35 mujeres cada uno. Los demás dieron un número aproximado de 50 o más. Y varios sirvientes estimaron que habían sacado del castillo entre 100 y 200 cadáveres.

Fue otro testigo el que testificó que eran 650 las víctimas listadas en el diario secreto de Erzsébet. Este es el número que ha pasado a figurar en la leyenda de Erzsébet. Se dice, aunque parece poco probable, que los diarios se conservan en los archivos del estado de Hungría. En cualquier caso, de ser cierto que los diarios existen y aún se conservan, ninguno de los gobiernos húngaros ha creído conveniente hacerlos públicos.

Uno de los aspectos que más ha trascendido de la leyenda de Erzsébet es su obsesión por la sangre. Fue por casualidad, un día al dar una bofetada a una sirvienta que unas gotas de la sangre de la chica fueron a parar a su piel. Después de secarse la sangre, se dio cuenta que las partes de la piel sobre las que había ido a parar la sangre habían rejuvenecido. Fue entonces cuando Erzsébet descubrió el secreto de la eterna juventud y empezó a bañarse en la sangre de sus víctimas.


Countess Elizabeth Bathory: one of the most evil women in history – Discovery Channel in YouTube

Aunque presente en casi todas las leyendas, este aspecto no fue mencionado por ninguno de los testigos del juicio. Parece ser que fue Laszlo Turoczi en su “Tragica Historia” de 1729 el primero en indicarlo y, por tanto, el creador de la leyenda de la eterna juventud de la condesa. Hoy en día, los estudiosos creen poco probable que Erzsébet matara por vanidad o por su belleza. Atribuyen esa motivación a los prejuicios hacia las mujeres de su época. Una explicación más probable es que sus crímenes tuvieran una motivación sádica.

Además de con los baños de sangre, la leyenda de la condesa sanguinaria se suele adornar con su afición por los rituales de brujería, una corte de consejeros que incluía alquimistas y hechiceros, rituales ocultistas en los que habría tomado parte con su marido, y una especial obsesión por las jóvenes vírgenes, cuya sangre usaba en otros rituales sanguinarios además de en los baños.

Frente a la versión aceptada por la mayoría de los historiadores y la aún más terrible propuesta por la leyenda, el historiador Lászlo Nagy propone una versión muy diferente. Según este historiador, Erzsébet Báthory no fue una sádica asesina, sino la víctima de una orquestada conspiración. Aunque Nagy no aporta pruebas, su teoría encajaría con la situación general del país. Erzsébet era protestante y poderosa en un tiempo en que Hungría dividida entre protestantes y católicos. Entre los católicos se contaba el rey Matías de casa de los Habsburgo.

PS: Sus crímenes convierten a Erzsébet Bathory, muy probablemente, en la asesina en serie más prolífica de la historia.

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+info:
- Elizabeth Báthory in en.wikipedia.org
- Erzsébet Báthory en es.wikipedia.org
- The Historians View on Bathory in Ceska Televize
- Elizabeth Bathory – the Blood Countess in h2g2/BBC
- Lady of Blood: Countess Bathory in Crime Library in trutv
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