El 21 de agosto de 1578, el pirata Francis Drake cruzó el Estrecho de Magallanes para adentrarse en el océano Pacífico, donde aprovecharía para saquear una buena cantidad de naves españolas y atacar por sorpresa varias ciudades de la costa pacífica. El virrey del Perú, Francisco de Toledo, alarmado por estas correrías envió dos navíos en su captura, al mando de uno de ellos estaba Pedro Sarmiento de Gamboa. Las naves llegaron a la boca occidental del estrecho el de 21 de enero de 1580 y salieron por la oriental el 24 del mes siguiente.
Sarmiento, aunque lo intentó, no consiguió alcanzar al pirata y sólo le quedó la opción de aguardar a que este decidiera volver por el mismo camino, el Estrecho de Magallanes. No sería así, Drake puso rumbo al Pacífico, pero Sarmiento aprovechó para explorar el estrecho. A su vuelta a España, Sarmiento dio cuenta de su misión y recomendó “poblar y fortificar el Estrecho de Magallanes, con elementos y armas que se sean necesarios para asegurar el cierre del tránsito de naves enemigas”.
Felipe II se mostró de acuerdo con la proposición de Sarmiento por lo que dispuso una expedición con el objetivo de colonizar el estrecho. La gran flota zarpó del puerto de Sanlúcar de Barrameda el 27 de septiembre de 1581, estaba compuesta por 23 navíos y casi 2.000 personas de las cuales 350 iban como futuros pobladores y 400 soldados para la defensa de los fuertes que se construirían. El mando de la armada fue confiado al capitán general Diego Flores de Valdés, con la disconformidad de Sarmiento de Gamboa, que fue nombrado gobernador del estrecho.
La elección de Flores de Valdés fue un error. A causa de su falta de pericia, durante la travesía hasta Brasil murieron más de 150 personas, otras 200 fallecieron en el fondeadero carioca donde invernaron, donde además desertaron varios soldados. 300 colonos más se hundieron con el barco Arriola, otras cuatro naves también naufragarían. A comienzos 1583, y sin haber llegado aún a su destino, la flota había quedado reducida a sólo 9 navíos.
Aquí se fundó la Ciudad de Rey Don Felipe. Foto original por Patagón
Más de un año después de su partida, el 17 de febrero de 1583, la flota, de ya sólo 5 naves, consiguió llegar a la boca atlántica del estrecho. Cuando parecía que el objetivo estaba cerca, los vientos les impidieron adentrarse en el estrecho. Harto de los contratiempos, Flores Valdés ordenó el regreso definitivo hacia España. Pero en Río de Janeiro se encontraron con 4 carabelas de socorro y, ante el inesperado refuerzo, Sarmiento decidió intentarlo de nuevo al año siguiente.
Esta vez sí que consiguió desembarcar, cargando una enorme cruz de madera y seguido de 177 soldados, 48 marineros, 58 colonos, 13 mujeres y 10 niños. En una emotiva ceremonia, espada mano, tomó posesión de las tierras enarbolando el pabellón del Rey Felipe. A poco de montar un fuerte, una tempestad cortó las amarras de la escuadra y la arrastró mar afuera. Después de diez días de lucha contra el mar, el capitán Diego de Ribera comprobó que todo intento de arrimarse a la colonia resultaba inútil y puso rumbo a España.
El 5 de febrero de 1584, cerca de cabo Vírgenes, Sarmiento plantó la Ciudad del Nombre de Jesús. El plan original de construir dos fortificaciones había sido sustituido por el de la fundación de dos poblados. A los pocos meses, Sarmiento de Gamboa junto con un centenar de la población emprendió el camino para la fundación de la segunda colonia, una cincuentena más los acompañaban a bordo de la Santa María de Castro, la única nave que aún le quedaba.
La marcha fue dura, a los pocos días caminaban descalzos porque las alpargatas podridas se les habían roto, las raciones empezaron a escasear y tuvieron que alimentarse de frutas silvestres y mejillones. Durante la travesía se encontraron con un grupo de “indios”, el encuentro, que en un principio parecía amistoso, acabó con un enfrentamiento que se saldó con doce soldados heridos y uno muerto.
Sello chileno conmemorativo de los 400 años de la fundación de las colonias, en el que aparece Sarmiento de Gamboa
Mientras tanto, las ciento ochenta personas que quedaron en Nombre de Jesús construían e intentaban trabajar la tierra. El propio Sarmiento de Gamboa durante sus primeros viajes de exploración había pensado la posibilidad de plantar ciertas especies vegetales. Sin embargo, esas ideas resultaron ser sólo fantasías infructuosas. Las especies vegetales que se plantaron eran del todo inapropiadas para las condiciones ambientales de la región y los resultados fueron decepcionantes.
Después de una larga travesía de quince días a pie, en la que recorrieron unos 200km, el 25 de marzo de 1584, la expedición llegó al lugar donde se establecería la segunda colonia: Rey Don Felipe. Después de trazar la trama urbana, empezaron a construir una empalizada perimetral, alojamientos, depósitos de municiones y hasta un cabildo y una iglesia. Pese a la gran distancia que separaba ambas colonias y de no disponer de medios de transporte, la población de desplazó entre los asentamiento en diversas ocasiones. El entorno de Rey Don Felipe era rico en madera, pero no en alimentos.
Los primeros meses no fueron fáciles en ninguna de las dos colonias, y serían sólo un anticipo de las dificultades a las que tendrían que hacer frente hasta su final. Lo habitual era que cuando se establecía una nueva colonia en sus primeros momentos recibiera el apoyo de la metrópoli y de otros enclaves cercanos, en el caso de las ciudades del estrecho esto no fue posible, por lo que desde el principio tuvieron que hacer frente a una terrible escasez de provisiones. El racionamiento parecía ser la mejor solución.
La falta de comida se veía agravada por el forzado aislamiento, la escasez de abrigo y un clima desfavorable. Con la llegada de la nieve y el frío, los colonos rápidamente entendieron que la creencia que el clima sería benigno había sido una mera ilusión. Pero aún había más, el temor a los indígenas se iba acrecentando a medida que se sucedían sus ataques. La situación hace que el desánimo se extienda y los amotinamientos se sucedan.
En mayo, Sarmiento se embarcó de regreso a Nombre de Jesús. A su llegada a la ciudad, debe ajusticiar a los responsables de un motín. El fundador, además, se enteraría de que durante su ausencia un grupo de 40 personas había partido hacia Rey Don Felipe, de los que nunca se vuelve a saber nada. Viendo la situación en que se encuentran los dos enclaves, Sarmiento decide regresar a España a la búsqueda de provisiones y ayuda. Había imaginado grandes fortalezas, pero sólo había conseguido establecer dos precarios y débiles poblados.
A los pocos meses de la marcha de Sarmiento, en agosto del 1584, los hambrientos pobladores de Nombre de Jesús, salvo unos pocos, decidieron seguir sus huellas y dirigirse a Rey Don Felipe. Sólo dos tercios sobrevivieron a la extenuante caminata, para enterarse de que en Rey Don Felipe la situación era igual de mala. El jefe militar del asentamiento decide acoger a unos pocos, pero al resto se le ordena que vuelvan a Nombre de Jesús.
Mientras tanto, Sarmiento había tomado rumbo norte. Ya en Brasil, las autoridades lusitanas le ofrecieron apoyo y ayuda, en aquel tiempo Felipe II era también rey de Portugal. Sarmiento, decidido a cumplir con la palabra dada a sus colonos, zarpa a bordo de la Santa María de regreso al estrecho. La expedición acabó en naufragio, se perdió la nave y sólo consiguieron salvar la vida Sarmiento y un fraile. A su vuelta el gobernador de la ciudad de Bahía vuelve a ofrecer ayuda a Gamboa, y hasta le regala un navío. Esta vez, tampoco conseguiría llegar al estrecho, la tripulación se amotinó atemorizada por las fuertes tempestades. Sin otro recurso y sin noticias de los refuerzos que había pedido una y otra vez a la Corona, decidió regresar a España. Era el año 1586, habían pasado poco más de dos años de la fundación de las colonias.
Nuevos infortunios le aguardaban por el camino. Primero, fue capturado por el pirata inglés Walter Raleigh que lo llevó a Inglaterra donde fue presentado ante la reina Isabel que le dio una “carta de paz” para Felipe II y lo liberó. En su camino de vuelta a España, otra vez fue capturado, esta vez por un capitán hugonote, que lo mantuvo preso casi tres años en el sombrío castillo de Mont de Marsan, hasta el 1588. Sarmiento fue liberado a cambio de un rescate de 6.000 ducados y 4 buenos caballos, que pagó Felipe II. Pero el soberano no se mostró tan sensible ante sus desesperadas súplicas para socorrer a los colonos del estrecho. De todas maneras, probablemente ya no quedaría ninguno vivo.
Restos humanos encontrados durante la excavación de Nombre de Jesús. Foto de Ximena Senatore en La Nación
Desde la marcha de Sarmiento la situación en las colonias no había hecho más que empeorar, después de dos rigurosos inviernos, durante el otoño de 1585, cuando ya se había perdido toda esperanza de recibir ayuda desde España, el jefe militar de Rey Don Felipe ordenó construir dos pequeñas embarcaciones, con la intención de llegar a Chile. Fue una nueva decepción. El intento resultó infructuoso, una de ellas se hizo pedazos en los arrecifes y la otra apenas consiguió volver al punto de partida después de perderse por los canales y fiordos.
Al finalizar el invierno del 1586, la población de Rey Don Felipe se había visto reducida a tan sólo 15 hombres y 3 mujeres, a los que el hambre empujó de nuevo hacia Nombre de Jesús. A medio camino, el 7 de enero de 1587, divisaron tres navíos. Un grupo de soldados se adelantó para averiguar, con desazón, que formaban parte de la flota de Thomas Cavendish. De todos modos, se acercaron. Los ingleses prometieron dejar a los sobrevivientes en el “primer puerto de cristianos”. Un soldado llamado Tomé Hernández fue el único que se marchó con ellos. No queda claro si los demás no se fiaron de la oferta, o simplemente los ingleses no los esperaron para aprovechar vientos favorables. Tomé Hernández se convertiría así en el único superviviente conocido de las poblaciones de Nombre de Jesús y Rey Don Felipe, de los 14 hombres y 3 mujeres que quedaron en tierra, nunca más se supo.
Antes de pasar al Pacífico, Cavendish decidió visitar Rey Don Felipe para hacer acopio de leña y agua. De paso, se apoderó también de varías piezas de artillería que los colonos habían enterrado. Cavendish quedó impresionado por la situación que encontró, un cadáver aún pendía de la horca, otros se descomponían en las chozas. Fue entonces cuando el inglés dijo aquello de “murieron como perros en sus casas, vestidos, y así los encontramos a nuestra llegada” y rebautizó la colonia como “Port Famine” (Puerto Hambre), nombre que ha llegado hasta nuestros días.
Tomé consiguió escapar de los ingleses al llegar al primer puerto español, Quintero, en el actual Chile, e hizo su primera declaración oficial sobre lo ocurrido ante las autoridades españolas. Mencionó las dificultades que los colonos habían tenido que hacer frente: escasez de víveres, dificultad para conseguir alimentos, la adversidad del clima y la hostilidad de los indígenas. En el momento de su marcha, unos pocos permanecían con vida: “quince hombres y tres mujeres”.
Puerto del Hambre en la actualidad. Foto de Olivier Vuigner
Años más tarde, en 1590, otro barco inglés, “The Delight”, visitó Puerto Hambre encontrando un único superviviente, del que se desconoce el nombre, pero que dijo a los ingleses que vivía sólo en una cabaña desde hacía bastante tiempo y se alimentaba de lo que cazaba. Después de haber resistido seis años en el estrecho, sus días acabarían en el fondo del mar. El Delight naufragaría durante su trayecto de vuelta cerca de Cherbourg y entre los seis supervivientes no habría ningún español.
La colonización del estrecho había acabado en tragedia. La escasez de alimentos fue una constante durante toda su existencia hasta el punto de que la comida se convirtió en el más preciado botín. Los análisis de los esqueletos encontrados en las dos colonias demuestran que sus habitantes fueron víctimas de la malnutrición antes incluso de su llegada al estrecho.
Como era habitual, la Corona aportó una serie de provisiones para asegurar la alimentación durante el viaje y el primer abastecimiento del poblado. También se solía llevar ganado y animales de granja. Sin embargo, en el caso de las colonias del estrecho, el gran número de dificultades y pérdidas durante la travesía provocaron la pérdida de la mayor parte de estos animales, como atestigua las escasas referencias en los escritos de Sarmiento a las especies trasladadas. Las escasez de ganado y posiblemente su falta de adaptación al entorno fue sin duda un factor importante en el fracaso de la colonia.
Ante la falta de animales de cría, al acabarse las provisiones, la búsqueda de recursos locales se convirtió en una cuestión crítica. Pese a desconocer los animales y los vegetales que podían ser consumidos, los pobladores no desfallecieron en su intento de encontrar raíces, frutas, marisco o caza: “avestruces grandes, y hallábase algunos huevos de ellos, que son de buen sabor, y muchas uvas negras de espino, que nos recreaban y satisfacían a la necesidad y hambre”.
Los trabajos arqueológicos llevados a cabo en los poblados por las arqueólogas argentinas Mariana De Nigris y Ximena Senatore confirman que los colonos no se limitaron a esperar la llegada de provisiones, que nunca llegaron, sino que hicieron amplio uso de los recursos que la zona les ofrecía. En las excavaciones se han encontrado muy pocos restos de animales domésticos, algunos huesos de cerdo y perro, pero si muchos de las aves del estrecho, que se debieron convertir en una fuente muy importante de grasas. Una de las especies más consumidas fue la de los cormoranes.
Los españoles también cazaron y se alimentaron de los guanacos. Aunque, por desconocimiento, no aprovecharon todo lo que este animal, parecido a las llamas, podía ofrecerles, su tuétano, cuyo aprovechamiento hubiera podido resultar vital para los colonos, y que los cazadores-recolectores que habitaban la zona sí que consumían. También se han encontrado algunas evidencias de consumo de lobos marinos, aunque parece ser que este no fue nunca no muy intensivo, así como aprovechamiento de mejillones y lapas.
De esta forma, las peripecias de la travesía sumadas a las condiciones verdaderamente extremas del Estrecho de Magallanes llevaron a los colonos a no poder mantener muchos de los recursos incluidos en su economía de subsistencia tradicional, teniéndose que enfrentar con recursos poco familiares o nuevos. Otras colonias españolas afrontaron situaciones similares, pero las del estrecho tuvieron que hacer frente a la fatídica particularidad de su ubicación marginal respecto a la metrópoli y a otras colonias, lo que imposibilitó cualquier tipo de comunicación para obtener víveres y provisiones.
El fracaso de los colonos contrasta con el hecho de que la región sí que fue capaz de mantener una población indígena nómada de cazadores-recolectores durante milenios. Tal vez, el factor más determinante para el fracaso de los dos asentamientos fue la imposibilidad de establecer relaciones amistosas con los nativos, lo cual, de haberse conseguido, hubiera sido de gran ayuda para aclimatarse a un entorno tan duro y desconocido.
En cualquier caso, teniendo en cuenta los recursos de la época, incluso con una mejor planificación, mejor fortuna y no habiendo cometido los errores que se cometieron, la colonización de una zona tan dura y remota, probablemente, también hubiera resultado imposible. En 1843, casi 300 años después de la llegada de Sarmiento y sus colonos al estrecho, cuando Chile pretendía imponer su soberanía en el estrecho, el mismo clima inhóspito forzó a los chilenos a trasladar su asentamiento original de Fuerte Bulnes a un lugar más favorable, donde fundaron Punta Arenas. Después de 6 años, Fuerte Bulnes, situado a 2km del original Puerto del Hambre, tampoco había sido capaz de mantener una población estable y numerosa.
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- La ciudad de Nombre de Jesús (PDF), por Mariana E. De Nigris y Maria Ximena Senatore para la revista Telar
- Cabo Vírgenes, Extrema Argentina en La Nación
- Prisoners of starvation in Australian National University E Press
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