Tal día como hoy del 1453, los defensores de Constantinopla ocupaban sus puestos en las murallas, preparados para resistir el que sería el asalto final de los otomanos sobre su ciudad. Una fanfarria de trompetas y un redoble de tambores marcaron su inicio cuando aún era de madrugada. El honor de ser los primeros en marchar sobre la ciudad cayó sobre los Bashi-bazouk, un cuerpo de mercenarios en el que aparte de turcos, eslavos o italianos, había también griegos. Su única paga sería el botín que pudieran conseguir durante el saqueo, en caso de victoria...
Seguir leyendo “El día del fin para Constantinopla” . O lo que pasó los días anteriores, “Los últimos días de Constantinopla”.
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viernes, 29 de mayo de 2009
Hace un año en este blog, hace 556 en Constantinopla
lunes, 25 de mayo de 2009
Évariste Galois, el matemático que vivió rápido y murió joven
La leyenda de Évariste Galois lo describe como un genio precoz de las matemáticas, víctima durante toda su vida de la negligencia, la incomprensión y la mala suerte. Esta leyenda presta especial atención a la noche del 29 de mayo del 1832. Évariste estaba convencido que esa sería su última noche, a la mañana siguiente tenía un duelo con pistolas y daba por segura su muerte. No tenía tiempo que perder y pasó la noche escribiendo el que sería su “testamento” matemático. Pese a su edad, sólo tenía 20 años, nadie duda que fue un gran matemático.
Gran parte de la popularidad de la leyenda de Galois es debida a E.T. Bell y su “Men of Mathematics” , una colección de biografías de matemáticos famosos, que dedica un capítulo a Galois, con un estilo de narración que engancha hasta el punto de haber convencido a muchos jóvenes a hacer matemáticos, entres ellos John Forbes Nash (en cuya vida se basa la película "Una mente maravillosa"). Pero que no destaca, precisamente, por su rigor histórico.
Évariste Galois nació el 25 de octubre de 1811, cerca de París en la comuna de Bourgh-la-Reine. Su padre era Nicholas-Gabriel Galois y su madre Adelaide-Marie Demante. Los dos eran personas muy inteligentes y cultas en las materias consideradas importantes de la época: filosofía, literatura clásica y religión. Aunque no se tiene constancia que tuvieran un talento especial por las matemáticas. El padre de Galois era el director de la escuela de la localidad y llegaría a ser elegido alcalde al frente del partido liberal, partidario de Napoleón. Su madre, hija de un jurista, fue la responsable de la educación del joven Galois hasta la edad de 12 años, edad en la que Galois entró en el Liceo Louis-le-Grand.
Durante los dos primeros años en el liceo el rendimiento escolar de Galois fue bueno, obteniendo varias distinciones en latín y griego. Sin embargo, no tardó en cansarse de sus estudios y fue en esa época, a la edad de 14, que empezó a interesarse por las matemáticas, encontrando el placer intelectual que le faltaba. Tras asimilar sin esfuerzo el temario oficial de la escuela, Galois empezó con los textos más avanzados de su época. Encontró una copia los “Elementos de geometría” de Adrien-Marie Legendre, que se dice que la leyó como si se tratara de una novela, y con sólo una lectura ya la asimiló. Más tarde leyó los últimos trabajos de Lagrange y Niels Henrik Abel.
Este interés por las matemáticas provocó que empezara a descuidar las otras materias, despertando, incluso, la hostilidad de los profesores de humanidades. También en esta época tuvo sus primeros escarceos políticos y empezó a forjar su espíritu de rebeldía hacia la autoridad, de tintes anticlericales y antimonárquicos. El joven Évariste parecía haber heredado las ideas políticas liberales de sus padres.
Galois estaba decidido, quería ser matemático, y se presentó con una año de antelación, en 1828, al examen de acceso a la École Polytechnique, aunque sin pasar por la preparación habitual. Suspendió el examen de acceso por no dar explicaciones a sus resultados en la prueba oral y por sus desconocimientos en algunas áreas. Évariste no recibió con agrado el ser rechazado, creyó que era un acto de injusticia y su rebeldía aumentó. Galois siguió estudiando el segundo curso en el liceo, su profesor, Louis-Paul-Emile Richard, reconoció rápidamente sus cualidades y se convirtió en su aliado. Richard solicitó sin éxito que Galois fuera admitido en la École Polytechnique sin examen.
Siendo todavía estudiante del Louis-le-Grand, Galois publicó su primer trabajo, una demostración de un teorema sobre fracciones continuas periódicas, y poco después dio con la clave para resolver un problema que había tenido en jaque a los matemáticos durante más de un siglo, las condiciones de resolución de ecuaciones polinómicas por radicales. Sin embargo, sus avances más notables fueron los relacionados con el desarrollo de una teoría nueva, la teoría de grupos.
Sin embargo, la vida no le iba a deparar muchos más éxitos. El día 28 de julio de 1829 el padre de Galois tras una agria disputa con el párroco del pueblo se suicidó. Justamente un par de días antes que Galois se presentara a su segunda, y definitiva, prueba de acceso a la Polytechnique, que volvió a suspender. Nadie discute que Galois tenía cualidades más que suficientes para pasar la prueba, aunque no queda claro porque suspendió. La leyenda sostiene que Galois encontró el ejercicio que le propuso el examinador tan poco interesante que arrojó el borrador de la pizarra a la cabeza del examinador. Otra versión, un tanto más creíble, es que Galois hizo demasiadas deducciones lógicas y dejó perplejo al examinador, la incompetencia del examinador exasperó a Galois. La muerte de su padre pudo haber influido en este comportamiento. Ante la imposibilidad de entrar en la Polytechnique, Galois se tuvo que conformar con entrar en la mucho menos prestigiosa École Normale. Algunos biógrafos de Galois indican que su obsesión por entrar en la Polytechnique no era por su prestigio académico, sino para poder participar en su mucho más animada vida política.
Su trabajo sobre teoría de ecuaciones fue presentado varias veces, pero no llegó a ser publicado en vida. El primer intento de publicación fue rechazado por Cauchy, el mito de Galois acusa a Cauchy, católico y monárquico, de ser el responsable de “uno de los más grandes desastres de la historia de las matemáticas”, al “perder” u olvidar los escritos de Galois. Aunque los motivos para el rechazo siguen siendo poco claros, parece ser que Cauchy si que reconoció la importancia del trabajo de Galois y que simplemente le sugirió combinar los dos escritos en uno. Además se han encontrado cartas de Cauchy en las que hablaba de Galois y de su intención de presentar ante la academia su trabajo.
Galois, tras seguir el consejo de Cauchy, lo volvió a intentar otra vez en febrero del 1830 enviándolo esta vez al secretario de la Academia, en aquel tiempo Fourier, para que lo considerara para el Gran Premio de Matemáticas. Aquí la fortuna volvió a jugar otra mala pasada al joven Évariste, Fourier murió poco después y la memoria de perdió. Sin embargo, la leyenda de Galois esta vez culpa a Fourier de ser incapaz de comprender el escrito de Galois y “perderlo” intencionadamente, tal como lo había hecho antes Cauchy. El premio fue a parar a Abel y a Jacobi. Pese a la pérdida de la memoria, Galois publicó tres trabajos ese año, dos de ellos pusieron los fundamentos para la “Teoría de Galois” y un tercero sobre teoría de números.
Durante estos años Francia vivía inmersa en un torbellino político. Carlos X ocupaba el trono desde 1824, pero en su 1830 su partido sufrió un revés electoral y la oposición liberal había pasado a ser mayoritaria. Carlos intentó un golpe de estado para evitar la abdicación, pero acabó provocando la Revolución de Julio. Mientras que los alumnos de la Polytechnique estaban haciendo historia en las calles de París, Galois y el resto de estudiantes de la École Normale estaban encerrados en la escuela por orden del director para evitar que participaran en las protestas.
Galois, indignado por esta situación, envió una carta incendiaria contra el director y acabó expulsado. Galois se alistó en la unidad de artillería de la Guardia Nacional, una unidad incondicionalmente republicana. También parece ser que pasó a formar parte de una de las sociedades secretas republicanas más extremistas, la Sociedad de los Amigos del Pueblo. Tanta actividad política no permitía a Galois centrarse en sus de trabajos matemáticos. Varios miembros de la unidad de artillería fueron arrestados acusados de conspiración para derribar al rey, aunque Galois esta vez no fue detenido. Sería arrestado el 10 de mayo de 1831, cuando en el banquete de celebración por la liberación de los oficiales detenidos hizo un brindis a favor del rey con una daga sobre su copa, en señal de amenaza al rey. Según dijo Alejandro Dumas en sus memorias, era difícil encontrar otras 200 personas en todo París, más hostiles al gobierno al gobierno que las que se reunieron en ese banquete.
Galois sería puesto en libertad el 15 de junio, pero volvería a ser arrestado, cuando el 14 de julio, Día de la Bastilla, se situó en cabeza de una protesta, vistiendo su uniforme de la unidad de artillería y fuertemente armado. Esta vez saldría de prisión el 29 de abril de 1832, durante sus días en prisión continuó con su trabajo. Galois había intentado que sus trabajos sobre teoría de ecuaciones fueran publicados por la Academia, pero habían sido rechazados otra vez, en este caso por Poisson que los tachaba de incompresibles, aunque le animaba a desarrollar sus propuestas de una manera más rigurosa y clara. Debido al carácter de Galois, no es de extrañar que reaccionara de manera airada y abandonara la idea de publicar sus trabajos por la Academia e intentar hacerlo de manera privada con la ayuda de su amigo Auguste Chevalier.
Un mes después de su salida de la prisión, el 30 de mayo, llegó el día del duelo, los motivos del cual todavía permanecen poco claros. Se ha especulado mucho sobre ellos, pero lo único que se sabe con certeza, es que cinco días antes escribió una carta a Chevalier en la que alude de manera clara a una ruptura amorosa que le provocó una gran pena y dolor. Según algunas investigaciones sobre las cartas originales, Galois se había enamorado de Stéphanie-Felicie Poterin du Motel, la hija del médico del hostal donde Galois se había hospedado durante sus últimos meses de vida.
Hay otras conjeturas sobre el duelo, algunos biógrafos como E.T. Bell sostienen que el duelo fue preparado por la policía y las facciones monárquicas para eliminar a un enemigo político, tal vez utilizando como cebo a una mujer. Alejandro Dumas afirmó que el oponente del duelo era uno de los oficiales de artillería detenidos, que era a la vez el prometido de Stéphanie, aunque Dumas se queda sólo en esta afirmación. Teniendo en cuenta la descripción de su oponente que dieron los periódicos, algunos sostienen que sí que sería uno de sus amigos republicanos. En cualquier caso resulta imposible confirmar tanto una identidad como la otra. Tal vez un compañero de “armas”, incluso de su sociedad secreta, enamorado de la misma mujer.
Independientemente de los motivos del duelo y de los intentos de Galois por evitarlo, Galois estaba tan convencido de su muerte al día siguiente, que pasó toda la noche anterior en vela escribiendo cartas a sus amigos republicanos y poniendo en orden su “testamento” matemático, la famosa carta a Chevalier esbozando sus ideas. Aquí surge otro de los grandes mitos sobre Galois: la imagen de un chico condenado, sentado junto a una vela escribiendo de manera incansable, dando a luz la teoría de grupos.
Esta imagen parece una versión demasiado romántica y exagerada de lo ocurrido. Si bien es cierto que la carta es un escrito bastante denso en cuanto a ideas. Más bien, lo que Galois hizo fue destacar los aspectos y las implicaciones más importantes de algunos de sus trabajos más recientes y comentó una copia del manuscrito enviado a la Academia. Galois llevaba desde la edad de 17 enviando trabajos sobre la materia, y el término “grupo” aparece en todos ellos.
Se hizo de día, era el 30 de mayo de 1832, y llegó la hora del duelo, Évariste Galois se enfrentó a su adversario cerca de un estanque en París. Évariste recibió un disparo en el abdomen. Horas más tarde, tirado en suelo herido y solo, Galois fue encontrado por un campesino que lo llevó al Hospital Cochin donde moriría al día siguiente en los brazos de su hermano Alfred, tras haber rechazado los servicios de un sacerdote. Galois fue enterrado el 2 de junio, en su funeral se reunieron entre dos y tres mil personas, muchos de ellos republicanos, como él.
Tras la muerte de Évariste, Chevalier y su hermano reunieron laboriosamente toda su obra y la enviaron a Liouville, quien revisó los manuscritos durante varios meses, los consideró correctos y decidió publicarlos en 1846. La más importante de las contribuciones de Galois fue una nueva demostración que no existe una fórmula quíntica, es decir que una ecuación de quinto grado o superior no puede ser siempre resuelta mediante radicales, además del desarrollo de técnicas que permitían determinar cuales de estas ecuaciones sí que lo eran. Aunque Abel ya lo había demostrado en 1824 y Ruffini había publicado una solución errónea en 1799, los métodos de Galois pusieron las bases para lo que hoy es llamado Teoría de Galois.
Los escritos de Galois permiten probar no sólo que llevó a cabo sus investigaciones matemáticas mientras estaba en prisión, sino hasta casi el mismo instante de su muerte. El hecho que pudiera trabajar durante una vida tan turbulenta es sólo una prueba más de la extraordinaria fertilidad de su imaginación. No hay duda que Galois fue un gran matemático, sin la necesidad de la invención de leyendas. Si hubiera vivido 5 meses más, hasta el 25 de octubre, hubiera cumplido 21.
Gracias a mi amiga arbocenk por descubrirme la historia.
Si te ha gustado, no te pierdas Tito Eliatron Dixit, un blog diferente sobre matemáticas, matemáticos y otros asuntos con números.
+info:
- Évariste Galois in en.wikipedia.org
- Évariste Galois en es.wikipedia.org
- Genius and Biographers: The Fictionalization of Évariste Galois by Tony Rothman
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martes, 19 de mayo de 2009
La heroica cuarentena de Eyam contra la Peste
En agosto de 1665, cuando la peste llegó al pequeño pueblo de Eyam (Inglaterra), todos sabían la gravedad de la situación a la que se enfrentaban. La opción más sensata parecía huir, sin embargo, fueron pocos los que lo hicieron. Los vecinos, liderados por su reverendo, tomaron una decisión valiente y un tanto sorprendente: poner el pueblo bajo una cuarentena voluntaria, y proteger así a los pueblos y ciudades vecinas de la epidemia. Todos sabían que la decisión probablemente les costaría la vida.
Antes que a Eyam la plaga había llegado a Londres. Cuando la Gran Plaga estalló en la capital, Inglaterra tenía demasiado presente la devastación que una epidemia así podía producir. La Peste Negra atacó por primera vez en 1348 y causó la muerte a un tercio de la población inglesa. Nadie sabía que la causaba y no sería hasta el siglo XX cuando los científicos averiguaran que tanto la peste bubónica como la pulmonar eran ocasionadas por la bacteria Yersinia pestis.
La peste mató a más de 65.000 londinenses durante el verano del 1665, un sexto de la población total. Pero como la Peste Negra, la Gran Plaga no se limitó a Londres, dos tercios de su población huyeron y ayudaron a extender la epidemia a otras aéreas rurales y urbanas como Newcastle o Southampton. Aunque Eyam era un pueblo pequeño y remoto, y parecía seguro, la peste acabó llegando. Fue el sastre George Viccars quien la llevó en agosto de 1665 al traer de Londres una caja llena de tejidos infectados con pulgas.
La plaga no tardó en producir muertes en Eyam. Durante las primeras tres semanas, seis personas murieron. El primero fue el propio Viccars, le siguieron sus hijastros y poco a poco la enfermedad se extendió a sus vecinos más próximos. Las muertes, sin embargo, parecieron cesar a principios del año siguiente, durante el que sólo dos personas perecieron. Los rigores del invierno redujeron la población de ratas y con ellas el número de pulgas que extendían la enfermedad.
La esperanza duraría poco, la enfermedad volvió a aparecer, incluso con más fuerza, durante la primavera del 1666. Las muertes llegaron a su nivel máximo durante el mes de agosto, 78 en total. Una vez había quedado claro que la enfermedad que había provocado las muertes era la plaga, los habitantes de Eyam tomaron una decisión valiente y que haría famoso a su pueblo: para impedir que la enfermedad se extendiera a lo pueblos de alrededor y al cercano Sheffield, decidieron poner el pueblo bajo cuarentena.
En los relatos sobre el “pueblo de la plaga” se acostumbra a atribuir el mérito de la decisión al joven reverendo William Mompesson, de 25 años de edad y uno en el cargo de rector de Eyam. Se dice que el reverendo, consciente del sacrificio que estaba pidiendo, recurrió a las convicciones religiosas de los habitantes, repitiendo el versículo del Evangelio de San Juan en el que dice “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.
Como rector del pueblo, Mompesson era la persona ideal para liderar a los aldeanos, así que muy probablemente acudieron a él en busca de consejo. Sin embargo, parece ser que su papel se ha exagerado a expensas de otro religioso del pueblo, el ministro puritano Thomas Stanley, rector de Eyam entre 1644 y 1662.
Stanley había caído en desgracia a causa de las disputas políticas que en las que estaba envuelta la iglesia en toda Inglaterra, sus creencias puritanas habían sido la causa de su sustitución por el pastor Shoreland Adams, más tradicionalista. Después de la muerte de Adams en 1664, Stanley volvió a Eyam y se convirtió en un predicador muy popular. Según algunos, fue esta popularidad unida al hecho de que su relación con el pueblo era anterior a la de Mompesson, que todavía no habría tenido tiempo de ganarse el respecto y la confianza del pueblo, la que permitió a Stanley ser, si no más influyente que Mompesson, al menos tanto como él.
Aunque las prédicas de Stanley contrastaban fuertemente con la fe de Mompesson en la unificada Iglesia Anglicana, a medida que el número de víctimas crecía, los dos dejaron a un lado sus diferencias y unieron sus fuerzas para poner en marcha su plan de aislamiento.
Antes de que la cuarentena fuera impuesta, algunos de los vecinos de Eyam ya habían marchado. Las familias más pudientes podían permitírselo, pero las más pobres lo tenían mucho más difícil. Muchos no tenían donde ir y otros no podían permitirse renunciar a su modo de ganarse la vida. Una vez la cuarentena entró en vigor, los habitantes de Eyam adquirieron un compromiso ante Dios. Así, incluso mientras el número de muertes crecía a niveles alarmantes, los aldeanos no rompieron el compromiso adquirido delante de su pastor.
Unas piedras marcaban un círculo alrededor del pueblo de media milla de diámetro. Este círculo era el “cordón sanitario” que separó a Eyam del mundo exterior y que cambió la vida cotidiana del pueblo. En vez de acudir al mercado de Bakewell o de Fulwood a comprar, los vecinos de Eyam dejaban el dinero en el arroyo situado en las afueras de su pueblo como intercambio por provisiones. Otra fuente de suministros la proporcionó el Conde de Devonshire, que se encargaba de que se dejaran medicinas y comidas en el límite sur del pueblo.
En ambos casos, el intercambio de provisiones no estaba exento de riesgo de contagio. Tan grande era el miedo a infectarse por la plaga que a veces las monedas que dejaban los aldeanos no se recogían, y cuando lo hacían eran “desinfectadas” usando vinagre. En parte, este apoyo de los pueblos vecinos se puede ver como un reconocimiento al sacrificio que Eyam estaba haciendo. Al mismo tiempo, sabían que sin su ayuda, los aldeanos de Eyam no hubieran tenido otra opción que la de romper la cuarentena y salir del pueblo en masa a la búsqueda de comida. Quizás la generosidad de los que ayudaron a Eyam fue una combinación de caridad y pragmatismo.
Aparte de evitar que la plaga se propagara fuera del pueblo, también se llevaron a cabo esfuerzos para limitar su extensión dentro de él. Una de estas medidas fue la de celebrar los oficios religiosos al aire libre, en campo abierto, lo que permitía que los vecinos permanecieran alejados los unos de los otros. Sin embargo, estos esfuerzos parecían insuficientes, el incremento de las muertes tuvo un efecto devastador y desmoralizante entre los vecinos del pueblo, que tenían que enterrar a sus propios muertos, e incluso gravar sus lápidas cuando el enterrador “oficial” murió.
Durante la peste, los entierros en el camposanto del pueblo se interrumpieron. Se decidió que era mejor que las víctimas fueran enterradas tan pronto como fuera posible y cerca de sus casas. De esta manera, se minimizaba el riesgo de extensión de la enfermedad, que podían suponer una multitud de cadáveres a la espera de un funeral cristiano.
Sólo conociendo la terrible naturaleza de la plaga se puede comprender el horror al que tuvieron que hacer frente los habitantes de Eyam. Durante la Gran Plaga, se manifestaron tanto la forma neumónica como la bubónica de la enfermedad. La bubónica, producida por la picadura de una pulga infectada, causaba vómitos, fiebre alta y dolores severos en las extremidades. Los ganglios linfáticos, normalmente los axilares, cervicales e inguinales, se hinchaban formando los bubones, que podían a veces alcanzar el tamaño de un huevo, y en ocasiones podían llegar a reventar. Con el tiempo se producían hemorragias que causaban manchas negras sobre la piel (de ahí el nombre de Peste Negra) y procesos de gangrena en los extremos de las extremidades. Los enfermos deliraban y caían en estado de shock.
La enfermedad no es directamente infecciosa entre personas, pero puede ser transmitida de un roedor a una persona, o de persona a persona por pulgas infectadas. Una persona también puede contagiarse cuando algún material infectado con la bacteria, como por ejemplo sangre, entra a través de un corte o úlcera en su piel.
Daniel Defoe en “Un diario del año de la Plaga” aconsejaba drenar la plaga de los enfermos, para ello a menudo se abrían o se quemaban los bubones. “El dolor era especialmente violento, y para algunos resultaba intolerable. Se puede decir que los médicos y cirujanos torturaron muchas pobres criaturas, incluso hasta llegar a la muerte”.
La otra forma de la enfermedad, la peste pulmonar, ocurría cuando la bacteria que causaba la peste infectaba los pulmones, la enfermedad corría por el torrente sanguíneo, produciendo fluctuaciones extremas en la temperatura corporal, que a menudo producían el coma. Este tipo de peste puede propagarse de persona a persona a través del aire, aunque se requiere un contacto directo y cercano que con una persona o animal enfermo.
En Eyam, como en la mayoría de los pueblos ingleses del siglo XVII, la religión era el centro de la vida. Era una época en la que existía la creencia extendida de que la plaga era un castigo enviado por los pecados cometidos. Era normal que la gente buscara el perdón divino mediante de la oración y el arrepentimiento con la esperanza de que eso los salvaría.
La medicina tampoco era capaz de proporcionar una solución. Las causas y las curas de la enfermedad se desconocían, y se probaron una gran variedad de tratamientos. Muchos creían que el causante eran los “malos aires”, así que quemaban romero e incienso cuando cerraban las ventanas para “ventilar” las casas, mientras las hogueras ardían en las calles con la vana esperanza de limpiar el aire infectado de la corrupción de la peste. Curiosamente, fumar era otra de las maneras que se creían eficaces para combatir la epidemia.
Es admirable que pese a toda esta atmósfera de miedo e incertidumbre sólo dos personas abandonaron Eyam durante la cuarentena. La comunidad sufrió una pérdida de vidas enorme, 76 familias se vieron afectadas por la plaga, en total 260 víctimas murieron, sólo sobrevivieron 83 personas de una población de unas 350.
Cuando los primeros forasteros se aventuraron a entrar en Eyam un año después, esperaban encontrar un pueblo fantasma, pero milagrosamente no era así, un cuarto de la población había conseguido sobrevivir. Los motivos por los que unos habían sobrevivido y otros no parecían aleatorios, muchos de los supervivientes habían estado en contacto directo con la bacteria, pero no se habían infectado. Elizabeth Hancock, por ejemplo, tuvo que enterrar a su marido y a sus seis hijos en tan sólo ocho días, sin embargo, sobrevivió. Otro superviviente fue el sepulturero no oficial del pueblo, que pese a tocar muchos cadáveres infectados tampoco se infectó.
Investigaciones posteriores parecen indicar que los aldeanos de Eyam podrían haber presentado algún tipo de protección genética frente a la peste bubónica. Una mutación del gen CCR5 designada como Delta 32 fue encontrada en un 14% de los descendientes directos de los supervivientes de la peste, un número estadísticamente significativo. La mutación Delta 32 parece ser bastante rara, de hecho, los niveles encontrados en Eyam sólo se pueden comparar con los encontrados en otras regiones de Europa que sufrieron la plaga. Algunos se han atrevido incluso a sugerir que esta mutación, en el caso de heredarse de ambos padres, podría proporciona inmunidad frente al SIDA.
Una investigación más reciente del Scripps Research Institute, pone en duda que la mutación Delta 32 hubiera podido proporcionar protección alguna frente a la plaga, y sugiere que es más probable que hubiera podido inmunizar frente a otra enfermedad común de aquel tiempo, como podía ser la viruela. Esta última teoría tampoco es firme y está siendo probada.
Aunque la actuación de Mompesson tras declarar la cuarentena fue totalmente ejemplar, algunos consideran que una de sus actuaciones anteriores sí que es merecedora de tacha. Pese a insistir a los aldeanos para que no marcharan del pueblo, Mompesson envió a sus propios hijos a Sheffield en junio del 1666, cuando la plaga estaba en su momento más virulento. Como disculpa, en aquel momento aún no se había acordado el establecimiento de la cuarentena.
Según la versión de William Wood sobre lo acontecido en Eyam, escrita en el siglo XVIII, Mompesson también trató de convencer a su mujer para que se acompañara a sus hijos, aunque esta decidió quedarse al lado de su marido. Su trágica muerte a causa de las pestilencia en 1666 ayuda a ensalzar la reputación de Mompesson.
En cualquier caso, la actuación de Mompesson durante la plaga no le reportó más que problemas en un primer momento. Mompesson se convirtió en una figura tan fuertemente asociada con la peste que no fue del todo bien recibido en su siguiente parroquia, Eakring.
Quizás más que a actuaciones individuales, el mérito y reconocimiento deberían recaer sobre todo el pueblo de Eyam. Fueron todos ellos los que aceptaron la decisión de librar a los que vivían más allá del pueblo, del sufrimiento y la plaga que se había llevado la vida de sus familiares y amigos, arriesgando su propia vida. Su sacrificio no fue en vano, la peste no se extendió, ni siquiera a Grindleford o Bakewell, los pueblos más cercanos.
PS: ¿Qué pasaría hoy en Eyam, o cualquier otro pueblo, si se diera una situación similar? Una posible respuesta.
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- Eyam, living with the plague in BBC Legacies
- Eyam en es.wikipedia.org en.wikipedia.org
- Commemorating a Heroic Act in TIME.com
- The story of the Eyam Plague in Mad Dog Leer más »
lunes, 11 de mayo de 2009
La casa encantada de los Winchester
Durante 38 años los carpinteros no pararon ni un día de construir la casa Winchester, una casa llena de extrañas rarezas que van desde escaleras que no suben a ningún piso a habitaciones secretas o puertas detrás de las que sólo hay una pared o el vacío. La casa es una especie de laberinto gigante construido con el objetivo de confundir a los espíritus, los espíritus de los muertos con los rifles que habían hecho rica a la familia de Sarah Winchester y que estaba convencida vendrían a vengarse.
La historia de la Casa Winchester comienza en setiembre de 1839 con el nacimiento de Sarah en New Haven, Connecticut. Sarah nació en una familia acomodada y cuando se hizo mayor fue muy bien recibida en la vida social de la ciudad gracias a sus habilidades musicales, su dominio de los idiomas y su encanto natural. Pese a no ser demasiado alta, su personalidad y su hermosura la convirtieron en una chica popular.
Mientras Sarah se hacía mayor, en casa de otra prominente familia de New Haven, los Winchester, el joven William hacía lo propio. Su padre, Oliver, había sido fabricante de camisas, pero en 1857 adquirió la compañía que fabricaba el Volcanic Repeater, un rifle de repetición que mediante una palanca cargaba las balas en la recámara. Se trataba de un avance respecto del resto de los rifles de la época, pero Winchester todavía creía que se podía mejorar y en 1860 desarrolló el Henry Rifle.
El rifle tenía un cargador tubular debajo del cañón y se podía recargar rápidamente, se decía que en manos expertas podía hacer un disparo cada tres segundos, y se convirtió en primer rifle de repetición y en el arma favorita de los ejércitos de la Unión durante la Guerra Civil Americana. Los modelos posteriores serían muy populares en el Oeste, lo que le serviría para ser reconocido como “el arma que conquistó el Oeste” por la ventaja tecnológica que proporcionó a los conquistadores estadounidenses respecto a los guerreros nativos.
El dinero empezó a llover y Oliver Winchester enseguida amasó una fortuna gracias a los contratos con el ejército y las ventas a los civiles, del modelo 1873 se fabricarían entre 1873 y 1919 más de 700.000 unidades. Oliver reorganizó la compañía y cambió su nombre por el de Winchester Repeating Arms Company. La familia prosperó y el 30 de setiembre de 1862, en pleno apogeo de la guerra, el joven William y la “bella” Sarah se casaron.
Cuatro años más tarde, el 15 de julio de 1866, Sarah dio a luz a una niña, Annie. La felicidad duró poco, justo unos días después, el 24 del mismo mes, Annie murió de marasmo. Fue un golpe durísimo para Sarah, que quedó destrozada y se encerró en sí misma. Sarah necesitó casi una década para superar la tragedia. Fueron unos años muy duros en los que estuvo al borde de la locura. Pero cuando Sarah había conseguido volver a su hogar con su familia la tragedia la volvió a golpear. Su marido William, entonces el heredero del imperio Winchester, murió de tuberculosis el día 7 de marzo de 1881.
Sarah heredó más de 20 millones de dólares, además de la mitad de la Winchester Repeating Arms Company, lo cual representaba unos ingresos diarios de unos 1.000 dólares, lo que equivaldría a unos 21.000 actuales. Sin embargo, todo este dinero no podía hacer nada para aliviar su dolor. Sarah estaba otra vez profundamente afligida no sólo por su marido, sino también por el recuerdo de la pequeña Annie. Poco después, y aconsejada por un amigo, Sarah buscó respuestas a través de una médium. “Tu marido está aquí”, le dijo la médium describiéndolo. “Dice que hay una maldición sobre vuestra familia, que se llevó la vida de vuestro hija y la suya. Pronto se llevará la tuya también. Es una maldición provocada por la terrible arma creada por la familia Winchester. Miles de personas han muerto por culpa suya y sus espíritus ahora buscan venganza”.
Sarah tenía que vender sus propiedades en New Haven y poner rumbo al oeste. Según parece, la misma médium le dijo que su marido la guiaría y cuando encontrara un nuevo hogar, ella lo reconocería. “Debes empezar una nueva vida y construir un hogar para ti y para los espíritus de los caídos también. Nunca pares la construcción de esa casa. Si continuas construyendo, vivirás. Para y morirás”.
Escaleras circulares. Foto original Winchester Mystery House, San Jose, CA.
Poco tiempo después de la sesión espiritista, Sarah vendió su casa y con la gran fortuna de la que disponía se mudó a California. Convencida que había sido guiada hasta allí por su difunto marido, no paró de moverse hasta que en 1884 llegó al valle de Santa Clara. Allí compró una casa de seis habitaciones, que todavía estaba en construcción y los 162 acres de terreno que la rodeaban. Sarah desechó los planes del antiguo propietario y empezó a construir sin arquitecto su hogar. Contrató albañiles y carpinteros de la zona y durante los siguientes 36 años, construyeron y reconstruyeron, alteraron y cambiaron, levantaron y demolieron, una tras otra todas las partes de la casa. Sarah tenía contratados a 22 carpinteros para que las obras no pararan ni un solo día del año, las 24 horas del día. Los ruidos de los martillos y las sierras resonaban día y noche.
La casa crecía y crecía, ya tenía 26 habitaciones. Pese a que Sarah sostenía que no tenía una idea clara ni cerrada del proyecto, cada mañana se reunía con el capataz al que le enseñaba el croquis de los trabajos para ese día, según cuentan algunos las instrucciones eran fruto de sus comunicaciones con los espíritus “buenos” durante sus sesiones de espiritismo. Los planes eran a menudo caóticos, pero demostraban que Sarah tenía una cierta habilidad constructiva.
Mientras los meses pasaban, la casa continuaba creciendo. Se añadían habitaciones a habitaciones y entonces se convertían ya en alas del edificio, las puertas se unían a las ventanas, se construían torres y porches. Había incontables escaleras, muchas de ellas no conducían a ninguna parte, chimeneas ciegas que no llegaban al techo, puertas de armario que daban a paredes, claraboyas encima de otras claraboyas, puertas por las que si alguien cruzaba caía al piso de abajo o habitaciones con una entrada y tres salidas.
Aparte de estas y muchas otras rarezas, la casa contaba con muchas comodidades que no eran habituales en su época, calefacción por aire, modernos inodoros y tuberías, luces de gas que se encendían mediante un botón, duchas de agua caliente y tres ascensores. El lujo tampoco faltaba, suelos del mejor parquet y candelabros de oro y plata.
Aunque toda la casa pueda parecer producto de la locura, Sarah diseñó la casa como un laberinto para confundir y desanimar a los espíritus malignos que habían muerto a causa de los disparos de un winchester, proscritos, forajidos o criminales que volvieran con ganas de venganza y de hacerla daño. Existe otra explicación más simple, tal vez demasiado, y que además es bastante menos popular, según la cual la casa no fue la obra de una mujer atormentada, sino simplemente de una mujer excéntrica y con demasiado dinero que se construyó la casa que le pareció. Las rarezas, escaleras que acaban en el techo, chimeneas,… serían simplemente errores de diseño.
Fuente y vista exterior de la casa. Foto original Winchester Mystery House, San Jose, CA.
Los años pasaban, las obras continuaban y la casa no paraba de crecer, en 1906 ya tenía 7 plantas. Sarah continuaba viviendo en ella entregada a su expansión. Su vida era melancólica, acompañada sólo por el servicio, su cuadrilla de trabajadores incansables y, por supuesto, los espíritus. Se cuenta que las noches que no podía dormir, Sarah tocaba su gran piano hasta altas horas de la madrugada.
La mayor tragedia que sufrió la casa ocurrió durante el Gran Terremoto de San Francisco, en 1906. Varias partes de la mansión quedaron en ruinas y las tres plantas superiores, que no volverían a ser reconstruidas, se derrumbaron sobre el jardín. La chimenea de la habitación donde dormía Sarah también se derrumbó y quedó atrapada durante unas horas en el cuarto.
El terremoto no hizo más que acrecentar los temores de Sarah. Estaba convencida que había sido causado por los espíritus enfurecidos porque ella había casi acabado la casa. Para evitar que esto volviera a suceder, Sarah ordenó a los trabajadores que cerraran con tablas las treinta habitaciones de la parte delantera, que estaban casi acabadas, de manera que la construcción jamás pudiera ser completada y, de paso, encerrar para siempre los espíritus que se podían haber quedado atrapados bajo sus ruinas.
Los meses después del terremoto, los trabajadores se esforzaron en reparar los daños, aunque la estructura de la mansión resistió mejor que la mayoría de edificios de la zona. Aparte de la pérdida de los pisos superiores, la mansión perdió varias cúpulas y torres. Superado el incidente, la expansión de la casa volvió a comenzar. El número de habitaciones se incrementó de 15 a 20 y después hasta 25. Se instalaron chimeneas por todos los sitios, en total 47, aunque extrañamente, muchas de ellas no servían para nada. Algunos creen que la obsesión por las chimeneas se debía a que en las historias antiguas los fantasmas parece gustarles aparecer y desparecer a través de ellas.
También parece que Sarah tenía una cierta fijación con el número “13”. El “13” se repetía en el número de cúpulas del invernadero, el número de paneles de cristal de las ventanas o el de las paredes de madera. Los tramos de muchas escaleras eran de 13 escalones o el número de candelabros en algunas habitaciones, que volvía a ser 13. Probablemente sólo otra superstición más de las que dominaban a Sarah.
El 4 de setiembre de 1922, después de una sesión de espiritismo, en la habitación dedicada, Sarah se retiró a su habitación. En algún momento de la madrugada, murió mientras dormía a la edad de 83 años. Dejó toda sus posesiones a su sobrina, Frances Marriot, que ya gestionaba sus negocios desde hacía tiempo. Aunque pocos lo sabían, para entonces la fortuna Winchester había menguado de forma considerable. Un rumor afirmaba que en algún lugar de la casa había una caja fuerte que escondía una fortuna en joyas y la cubertería de oro macizo con la que Sarah entretenía a sus fantasmagóricos invitados. Sus familiares abrieron algunas de las cajas fuertes (algunas triples, es decir, un caja dentro de otra caja dentro de otra caja), pero solo encontraron cosas sin valor y recuerdos personales.
Los muebles, los objetos personales y los materiales extra de construcción y decoración se quitaron de la casa y fue vendida a un grupo de inversores que planeaban convertirla en una atracción turística. Los primeros en visitar la casa quedaron sorprendidos, se cuenta que resultó difícil determinar el número total de habitaciones, en torno a las 160, puertas también había muchas, 467. Se cuenta que los trabajadores encargados de retirar los muebles se perdían en el laberinto que formaban las habitaciones y tardaron seis semanas en sacarlos todos.
Hoy en día, la casa ha sido declarada “Historical Landmark” por el gobierno de California. Algunos todavía creen que en ella moran unos cuantos fantasmas. Expertos en lo paranormal que han acudido a la casa han salido, o eso dicen, convencidos de que es así. Los hay que han visto luces extrañas o los que han oído ruidos sospechosos. Según una espiritista local, uno de sus causantes es Clyde, el espíritu que daba instrucciones a Sarah cada noche durante sus sesiones de espiritismo para continuar las obras al día siguiente. Sarah le pidió que se quedara para cuidar de la casa y Clyde aceptó. Contento con su promesa, Clyde vuelve de tanto en tanto para recordar los tiempos felices junto a Sarah y la maravillosa música de su piano.
Muchísimas gracias a mi amiga Arbocenk por el chivatazo.
PS: el coste de la casa se calcula en un 5.5 millones dólares de la época, lo que vendrían a ser unos 70 millones de hoy en día.
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+info:
- The Winchester Mystery House by Troy Taylor in AmericanHauntings
- Winchester Mystery House in en.wikipedia.org
- Sarah Winchester in en.wikipedia.org
- Inside the Winchester Mystery House (artículo con interesante video) in ABC News
- Where the Mystical Meets the Bizarre in The New York Times
- Here’s to You, Mrs. Winchester in San Francisco Cronicle Leer más »
lunes, 4 de mayo de 2009
Los arbereshe italianos, vestigio de una Albania que ya no existe
La conquista de Albania por los turcos inició el gran éxodo albanés hacia el sur de Italia. Muchos cristianos prefirieron dejar su tierra y escapar de la represión otomana. Más de 500 años después, los pueblos en los que se asentaron aún conservan su idioma, una versión arcaica del albanes, sus costumbres, su identidad y sus ritos religiosos. En total, son unos 80.000 arbereshe y su relación con los “primos” de Albania no siempre es fácil, demasiadas diferencias y demasiado tiempo los separan.
Con anterioridad a la invasión otomana de Albania, arberesh era la palabra utilizada para referirse a todos los albaneses. Fue entre los siglos XI y XIV cuando algunos clanes albaneses empezaron a establecerse en pequeños grupos formando colonias en el sur de Grecia (Corinto, Peloponeso y Ática). Sus habilidades militares en seguida los convirtieron en los mercenarios favoritos de francos, serbios, catalanes, italianos y bizantinos.
En 1448, el rey de Aragón, Alfonso el Magnánimo, que también era rey de Nápoles, pidió la ayuda de su aliado, Gjergj Kastrioti i Krujes, conocido como “Skanderbeg”, jefe de la Alianza Albana, para reprimir la rebelión de sus señores italianos. Varios clanes arberesh acudieron a la llamada del rey Alfonso y este consiguió aplacar la rebelión. En agradecimiento por su ayuda, Alfonso les recompensó con tierras en la provincia de Catanzaro, cerca de Calabria. Otro segundo contingente de llegaría en torno al 1450, se trataba de otra fuerza arberesh que intervino en Sicilia y que acabó estableciéndose cerca de Palermo.
Con la invasión de Grecia por parte de los otomanos en el siglo XV, muchos arbereshe se vieron forzados a emigrar al sur de Italia y a las islas bajo control veneciano. Además cuando estalló la Guerra de Sucesión de Nápoles, Fernando de Aragón volvió a pedir su colaboración, esta vez para combatir los ejércitos franco-italianos, esta vez Skanderbeg desembarcó en Brindisi. Tras conseguir la victoria, los arbereshe aceptaron tierras en Puglia, mientras Skanderbeg regresaba a Albania para organizar la resistencia contra los turcos.
Skanderbeg que todavía hoy en día es considerado el héroe nacional de Albania. Se había convertido en el defensor de la causa cristiana en los Balcanes, recibiendo del Papa el título de Athleta Christi. Sus éxitos militares contra los otomanos, habían despertado la admiración no sólo entre el Papado, sino también entre Venecia y el reino de Nápoles, que también se sentían amenazados por el creciente poderío turco en el Adriático. Alfonso V, fuen uno de los máximos partidarios de Skanderbeg y lo tomó bajo su protección como vasallo.
La resistencia de 25 años de Skanderbeg contra el imperio otomano en Albania, se considera que proporcionó un tiempo vital a las ciudades-estado italianas para preparar su defensa ante los turcos. Uno de los aliados de Skanderbeg fue Vlad III Dracuela , personaje real en el que se basó Bram Stoker para crear el Conde Drácula. Vlad y Skanderbeg mantuvieron una alianza que proveía de ayuda mutua en su lucha contra los invasores turcos.
Skanderbeg murió de malaria en 1468 y su muerte trajo consigo la pérdida de la unidad y de las alianzas que él había ayudado a construir. Aunque sus seguidores consiguieron resistir diez años más la presión turca, ya no hubo más grandes victorias ante estos y su muerte marcó el que sería el gran éxodo arberesh. Se trataba que de albaneses que se resistían a la ocupación turca y a su conversión forzosa al Islam. Aunque algunos de estos emigrantes se dirigieron hacia el norte y el sur siguiendo la costa adriática, hacia Dalmacia y Grecia respectivamente, o Venecia, la mayor parte cruzó el mar rumbo al sur de Italia, donde se asentaron en una docena de pequeñas comunidades dispersas en Calabria, Sicilia y otras regiones.
Una segunda ola de arbereshe llegó a Italia más tarde, entre 1500 y 1534, una vez más huían de los turcos, pero esta vez no provenían de Albania sino de Grecia central. Empleados como mercenarios por Venecia, los arbereshe tuvieron que evacuar las colonias del Peloponeso con la asistencia de las tropas de Carlos V, mientras los turcos invadían la región. Carlos V estableció estas tropas en el sur de Italia para reforzar la defensa ante una posible invasión turca.
Estos arbereshe se establecieron en pueblos aislados, lo cual les ha permitido mantener su cultura, lengua y tradiciones hasta nuestros tiempos. Se trataba principalmente guerreros y campesinos, por lo que una vez en Italia muchos tradicionalmente fueron soldados, del Reino de Nápoles o de la República de Venecia, desde las Guerras de Religión hasta la invasión napoleónica. Algunos estudiosos, consideran que la emigración de los arbereshe, a finales de la Edad Media, supuso para Albania la pérdida de una gran parte de su élite política e intelectual, lo que trajo como consecuencia el empobrecimiento cultural y económico del país.
El siglo XVIII vería la última llegada de arbereshe, se trataba de un grupo proveniente de Himare, un pueblo en el sur de Albania, que huyó a causa de una masacre instigada por Ali Pasha, que había matado 6000 albaneses cristianos por haber rechazado convertirse al Islam. Estos últimos arbereshe se asentaron en Hora e Arbereshevet (Piana degli Albanesi) y más tarde fundaron el pueblo de Sendahstina (Santa Cristina Gela).
A principios del siglo XVIII, se estima que había unos 100.000 arbereshe en Italia. Esa cifra ascendería a 200.000 en los primeros censos italianos de principios del siglo XIX, sumando la población de la cincuentena de pueblos arberesh.
Los arbereshe jugaron un papel destacado en la recuperación de la consciencia nacional de Albania a finales del siglo XIX. Pero también jugaron un papel importante en la unificación italiana, Francesco Crispi, uno de los personajes considerado determinante en dicho proceso era de origen arberesh.
Al igual que resto de pueblos del sur de Italia, los pueblos arbereshe también sufrieron los efectos de la ola de emigración masiva a América entre el 1880 y 1910. La mitad de los pueblos arberesh desaparecieron, y pese al revival cultura del siglo XIX apareció un cierto riesgo de desaparición cultural.
En la actualidad, se estima que en total los arbereshe son unos 80.000 distribuidos en varios “islas” dentro de Italia. Tras la caída del comunismo en Albania, llegaron nuevos inmigrantes albaneses a los pueblos arbereshe, tanto de Kosovo como de Albania. El encuentro generó sentimiento encontrados hacia los “nuevos albaneses”. Por un lado, y pese a las diferencias entre las dos comunidades, aún se aprecia un sentimiento de cierta familiaridad entre ellas, que queda reflejada en un dicho que usan ambos grupos: “Todos somos primos y nuestra sangre está dispersa, pero nosotros somos los arbereshe y ellos los shqiptare”.
Pero por otro lado también se generó una serie de sentimientos encontrados, como es la desconfianza entre la “vieja” y la “nueva” diáspora. Pese a tener orígenes comunes la evolución de ambas comunidades ha sido demasiado diferente, lo que tal vez provoque que no haya un sentimiento de unión étnica entre ellos. El dialecto arberesh es el albanes de la Edad Media, la lengua que se hablaba en Albania antes de la invasión otomana, substancialmente diferente del albanes moderno.
Además los nuevos inmigrantes, que son en su mayoría musulmanes, muestran escaso interés por otro de los signos de identidad de los arbereshe, los ritos cristianos que han preservado fielmente. Hoy en día, la mayoría de arbereshe pertenece a la Iglesia Católica Bizantina Ítalo-Albanesa (católica pero con rito oriental) y una minoría que es católica.
Un estudio del 2003 analizó el encuentro entre los arbereshe de Piana degli Albanesi, una ciudad de unos 7.000 habitantes en Sicilia, con unos 70 inmigrantes recién llegados de Albania. El estudio reveló algunas tensiones entre la mayoría, que se veían a sí mismos como los “aristócratas” de la cultura tradicional albanesa, y los nuevos inmigrantes que viven pisos baratos y se encargan de los empleos más precarios. Eda Derhemi, el autor del estudio, dijo haber encontrado escasas muestras de solidaridad entre los dos grupos, que están en realidad demasiado separados en el tiempo para tener mucho en común.
De hecho, los arbereshe tendían a replicar los típicos estereotipos del resto de italianos hacía los albaneses, que los consideran inmigrantes de clase baja, con una tendencia hacia la prostitución y la delincuencia, incluso cuando no existe evidencia alguna que esa tendencia se haya manifestado en la Piana degli Albanesi.
Como recuerdo de su origen y su pasado, la calle principal de muchos pueblos arberesh acostumbra a llamarse Via Giorgio Castriota, en honor de Skanderbeg. Curiosamente, las plazas principales de Tirana y Pristina (Kosovo) también llevan su nombre y en ambas hay dos estatuas ecuestres que honran su memoria. Gjergj Kastriot, Skanderbeg, el último líder que aunó a unos y a otros.
Gracias a mi amigo Francesc, conocedor de primera mano de Italia, por descubrirme esta historia hace ya muchos años.
PS: D’una Albània somniada, lectura más que recomendable, una crónica sentimental del encuentro de los arbereshe y su Albania “soñada”, a Rastres, vestigis, derelictes
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+info:
- Arbereshe en en.wikipedia.org y es.wikipedia.org
- Albanian in Italy in EuroMosaic
- The new Albanian migration by Rusell King et al. in googlebooks
- Out of Albania by Rusell King and Nicola Mai in googlebooks
- Albanian leadership in the Unification of Italy (1860-1871) in Tirana Magazine
- Arberesh language in en.wikipedia.org Leer más »