lunes, 27 de abril de 2009

Stanislav Petrov, el hombre que salvó al mundo de la destrucción nuclear

Eran las 12.14 de la madrugada del día 26 de setiembre de 1983, cuando la alarma se disparó en el bunker Serpukhov-15, la pantalla en frente del oficial de guardia, Stanislav Petrov, se tiñó de rojo, el ordenador mostraba que los americanos acababan de lanzar un misil nuclear contra la URSS, en menos de 20 minutos el misil haría impacto. La peor pesadilla se había hecho realidad, la estupefacción se apoderó de Petrov y sus subordinados.

Stanislav Petrov, foto del Washington Post, 2002

Petrov, teniente coronel de las fuerzas aéreas soviéticas, era responsable de la supervisión de la red soviética de satélites de alarma temprana sobre Estados Unidos. Petrov ocupaba una posición intermedia en la cadena de mando y supervisaba el personal que monitorizaba los datos que enviaban los satélites. De detectar una amenaza inminente, la obligación de Petrov era informar a los superiores en el cuartel general del sistema de alerta que llegado el momento informarían al personal encargado de consultar con el líder soviético, Yuri Andropov, sobre la posibilidad de iniciar una operación de contraataque.

La noche del incidente los ordenadores del bunker informaron del lanzamiento desde Estados Unidos de un misil balístico intercontinental con dirección a la Unión Soviética. Petrov tenía que pensar rápido y decidir si se trataba de una alarma real. Petrov recuerda que fueron cinco minutos de gran stress, en los que era consciente que se la estaba jugando. Mientras sostenía en teléfono con una mano, con la otra sujetaba un interfono intentando recabar toda la información necesaria, al mismo tiempo que los mapas electrónicos y las consolas no paraban de hacer destellos y el sonido de las ensordecedoras sirenas no cesaba.

Pese a toda esta presión y la responsabilidad de ser la persona que desencadenara la Tercera Guerra Mundial, Petrov fue capaz de mantener la cabeza fría y llegó a la conclusión que todo era sólo una falsa alarma. Petrov creyó que era improbable que los americanos iniciaran un ataque nuclear con un solo misil, puesto que siempre le habían dicho que de hacerlo lo harían a gran escala, es decir, con el lanzamiento de cientos de misiles de manera simultánea, con el objetivo de imposibilitar que la Unión Soviética contraatacara. Además, la fiabilidad del sistema de satélites ya había sido cuestionada en el pasado.

Reagan y Andropov. Portada de la revista Time del 1 de febrero de 1984. Foto original

Sin embargo, al poco rato los ordenadores identificaron el lanzamiento de un segundo misil. Después un tercero, y después un cuarto y un quinto. En total cinco misiles americanos en el cielo, todos ellos dirigidos a la Unión Soviética. La situación se había complicado, quizás sí que fuera un ataque en serio. Petrov, aún sin saber si a estos cinco misiles los seguirían más, tenía que volver a evaluar la situación, y pese a no contar con ninguna otra fuente de información que confirmara sus sospechas, siguió desconfiando del sistema. El sistema soviético de radares terrestres, que hubiera podido confirmar el ataque, era incapaz de detectar los misiles más allá del horizonte. Aunque esperar a que estos radares los detectaran, de ser real la amenaza, hubiera limitado la capacidad de respuesta soviética a sólo unos minutos.

Fue una larga y desconcertante espera, 15 minutos, hasta que el sistema de radar confirmó su suposición, no estaban lloviendo misiles sobre la Unión Soviética, quedaba claro que el sistema informático había estado enviando falsos positivos. Los que estaban con él en el bunker le felicitaron y respiraron aliviados.

La gente no empieza una guerra nuclear con sólo cinco misiles”, con esta frase Petrov dejaba claro cuál fue la suposición (aunque fue eso sólo, una suposición) que le sirvió para tomar las decisiones de aquel día. También influyó que el sistema de detección de lanzamientos era todavía muy nuevo y se había puesto en servicio con demasiadas prisas. Según Petrov, que llevaba en el centro de alarma temprana desde su creación y lo conocía bastante bien, no era aún fiable del todo.

En todo el incidente hay una cierta confusión sobre si Petrov llegó a informar a sus superiores de la falsa alarma. Según unos sí que lo hizo, pero según otros no fue así y esto fue motivo de represalias a posteriori.

Tras el incidente, Petrov fue felicitado por su decisión. El comandante de la Unidad de Misiles de Defensa de las fuerzas aéreas soviéticas, Yuri Votintsev, reconoció que Petrov llevó a cabo las “acciones correctas” y que estas estaban “correctamente anotadas”. El mismo Petrov afirma que Votintsev le prometió una recompensa, aunque más tarde fue objeto de una reprimenda con el pretexto de no haber descrito del incidente adecuadamente en su diario militar. Finalmente, Petrov no fue castigado pero tampoco recompensado, según él mismo, porque los errores del sistema avergonzaron a sus superiores y a los científicos responsables. Según Petrov, si le hubieran recompensado a él, los demás tendrían que haber sido castigados.

Stanislav con su hijo, Dmitri y “Dzhek”, foto de 1999. Stanislav tiene también una hija, Yelena. Su esposa, Raisa, murió hace unos años. Autor Nikolai Ignatiev

El sistema soviético de detección de lanzamiento de misiles funcionaba de una manera diferente al americano. En vez de controlar toda la superficie terrestre, los satélites soviéticos “miraban” al borde de la tierra, reduciendo así el número de fenómenos naturales que podían ser confundidos con el lanzamiento de un misil. La silueta de los misiles, una vez estos se hubieran elevado unos kilómetros, aparecerían de manera clara contra el negro del espacio.

Para detectar la silueta de un misil, el satélite tenía que estar en una posición concreta. Para obtener esa vista, los soviéticos escogieron una órbita de un tipo especial que era usada por sus satélites de comunicaciones. Esas órbitas, conocidas como órbitas de Molniya , se aproximan mucho a la Tierra en el hemisferio sur, pero se alejan hasta casi hasta un décimo de la distancia entre la Luna y la Tierra, cuando pasan por el hemisferio norte. En esa posición, los satélites Oko (“ojo”) del sistema de alerta temprana pasan un gran parte de su tiempo “observando” los puntos de lanzamiento continentales situados en el Estados Unidos continental, mirando en el ángulo correcto.

Sin embargo, la noche del incidente, el Sol, el satélite, y los puntos de lanzamiento americanos se alinearon en una manera tal que maximizaba la luz del sol que se reflejaba en las nubes situadas a alta altitud. Fueron unos cuantos de estos reflejos los que fueron erroneamente confundidos con el lanzamiento de misiles. Es difícil saber si este efecto fue del todo inesperado. Podría ser que hubiera sido la primera vez que este alineamiento hubiera ocurrido desde la puesta en marcha del sistema de satélites el año anterior. En cualquier caso, el programa que se suponía debía filtrar este tipo de reflejos se corrigió y pasó a cruzar los datos con los provenientes de un satélite geoestacionario.

Petrov se sintió el chivo expiatorio de todo el incidente, acabó reasignado a un puesto menos sensible y se jubiló voluntariamente de manera anticipada. Después del incidente, su salud se vio afectada, debido al stress, sufrió varias crisis nerviosas y parece ser que pasó varios meses en hospitales. El incidente y la acción de Petrov pasaron totalmente inadvertidos en Occidente e incluso en la URSS. La primera vez que se supo de él fue en los 90, después de la publicación de las memorias del comandante Yury Votinsev.

En mayo del 2004 Petrov recibió un premio de 1.000 dólares de manos de la asociación Ciudadanos del Mundo “en reconocimiento por el papel que jugó en evitar una catástrofe”. En enero de 2006, Petrov viajó a Estados Unidos donde fue homenajeado en una reunión de la Naciones Unidas.

Portada de la revista TIME del 12 de setiembre de 1983 sobre el derribo del 007 de KoreanAir

Todos estos homenajes y reconocimientos no gustaron a todo el mundo, en especial entre los herederos de la Unión Soviética, la Federación Rusa. El mismo día que Petrov recibió los honores de las Naciones Unidas, la misión rusa en la ONU rebajaba la importancia del papel jugado por Petrov afirmando que “bajo ninguna circunstancia la decisión de usar armas nucleares podía ser tomada o incluso considerada en la URSS o en los Estados Unidos en base a la información proveniente de una única fuente o sistema. Para que esto ocurriera, era necesario una confirmación de varios sistemas: radares terrestres, satélites, informaciones de inteligencia,…”.

Pero realmente ¿qué hubiera sucedido si Petrov se hubiera limitado a dar por cierta la alarma del sistema y hubiera informado a sus superiores de un ataque americano?, ¿hubieran ordenado una respuesta nuclear?

Algunos analistas de la Guerra Fría cuestionan que el protocolo descrito por los actuales líderes rusos se hubiera seguido de manera estricta en el caso de Petrov. Las relaciones entre americanos y soviéticos se encontraban en un momento especialmente difícil. La alarma coincidió con el comienzo de unos desafiantes ejercicios militares de la OTAN, los Able Archer 83, y apenas tres semanas después que los soviéticos derribaran un avión de pasajeros surcoreano, el vuelo 007 de KoreanAir, que había invadido el espacio aéreo de la URSS.

La falsa alarma de Petrov no podía haber llegado en un momento más complicado. Reagan llamaba a los soviéticos el “Imperio del Mal” y según Blair “los rusos veían un gobierno norteamericano preparándose para el primer ataque, dirigido por un presidente capaz de ordenarlo”, los informes del KGB así lo corroboraban y la URSS estaba preparada para responder. Oleg D. Kalugin , un antiguo agente del KGB y que conocía bien al presidente Andropov, afirma que la desconfianza de este hacia los lideres americanos era profunda. Andropov estaba obsesionado con la posibilidad que los americanos lanzaran un ataque nuclear por sorpresa, así que es probable que hubiera considerado la alerta de los satélites como la confirmación de sus temores, por lo que podría haber ordenado un contraataque que hubiera producido la destrucción mutua.


The Man Who Saved the World, ver video en youtube.com

Petrov vive hoy en día retirado en la ciudad e Fryazino y pese a los premios que ha recibido no se considera a sí mismo como un héroe. Según afirmó en una entrevista: “era mi trabajo, y era la persona correcta en el momento apropiado”. Su última mujer, que durante años no sabía nada del incidente, a menudo le preguntaba: “¿Qué hiciste?” y el respondía: “No hice nada”. En la actualidad, se está preparando un documental, “El hombre que salvó el mundo”, que se espera que se estrene en julio de este año, 2009, tal vez ayude a que este héroe reciba finalmente el reconocimiento que se merece.

PS: ¿Qué hubiera hecho Petrov si el sistema en vez de confundir los reflejos con unos cuantos misiles, los hubiera confundido con cientos de ellos?

posts relacionados:
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- La heroica cuarentena de Eyam contra la Peste

+info:
- I Had a Funny Feeling in My Gut in TheWashingtonPost
- Stanislav Petrov en es.wikipedia.org en.wikipedia.org
- Ex-Soviet officer honored for prudence in USAToday
- How I stopped nuclear war in BBC
- Important Insight - Nuclear War in Bright Star Sound, interesante la sección de Clarifications

lunes, 20 de abril de 2009

El sueño que revolucionó la fabricación de perdigones

Una noche de 1782, un fontanero de Bristol acabó borracho. Incapaz de llegar a su casa, pasó la noche durmiendo a los pies del campanario de Saint Mary Redcliffe. Esa noche tuvo un sueño gracias al cual se le ocurrió un curioso método para fabricar perdigones, unos perdigones más esféricos que los que producían los métodos que se usaban hasta entonces. Tal vez no fuera un sueño, pero la patente hizo del borracho un hombre rico y sus torres de perdigones, en las que "llovía" el plomo fundido, se convirtieron en el método más usado.

La torre de Watts en Bristol

A mediados del siglo XVIII se usaban dos métodos distintos para fabricar las balas y perdigones en función de su tamaño. Los perdigones grandes se fundían en moldes, un método bastante obvio, aunque muy laborioso y que además producía marcas en las juntas, poco aerodinámicas. Otro método, el que se usaba para los perdigones más pequeños, consistía en verter plomo fundido a través de un tamiz suspendido varios centímetros sobre un barril de agua. El tamaño de los agujeros de este tamiz determinaba el calibre de los proyectiles.

Este segundo método tampoco era perfecto, el resultado eran perdigones con forma de lágrima, ovalados y con “cola”. Era necesario entonces pasar esos perdigones por una máquina que eliminara las imperfecciones más importantes para finalmente obtener un proyectil más o menos esférico. Para que el plomo fundido pasara a través de los agujeros formando “gotas” era necesario añadir antes arsénico, de otra manera el plomo caía formando un flujo constante y el resultado era aún peor. El problema de este método, aunque nadie había reparado en ello, era que la caída de las “lágrimas” de plomo hasta el depósito de agua era demasiado corta, unas pulgadas sólo.

Sin embargo, no sería la investigación ni la experimentación científica la que detectaría ese problema, sino que la solución le fue revelada en sueños a un fontanero de Bristol. Todo ocurrió una noche de borrachera, cuando William Watts fue incapaz de llegar a su casa y acabó durmiendo a los pies de la torre de la iglesia de Saint Mary Redcliffe. Allí Watts, se dice, soñó que la iglesia ardía y el plomo del tejado caía fundido al suelo, donde iba a parar a los charcos de agua donde se solidificaba formando perdigones que, en el sueño al menos, eran perfectamente esféricos.

Vertiendo plomo en la torre de Watts en 1940

Existe otra versión del sueño, tal vez más acorde con los temores de un borracho casado, en el cual Watts sueña que es su mujer, la que arroja plomo fundido desde la torre de la iglesia a través de los agujeros de una sartén. En otras versiones de la historia se cambia incluso la persona que tuvo el sueño, según estas no fue Watts, sino su mujer.

Poco se conoce de Watts, aunque es muy probable que por su negocio y por su profesión tuviera más que un buen conocimiento de las propiedades y usos del plomo. Además Bristol era en esa época un centro de la fabricación con plomo, por lo que Watts podría haber oído de los problemas de la fabricación de balas pequeñas de algún conocido, tal vez durante alguna borrachera. Sin embargo, no hay ninguna evidencia que indique que Watts tuviera conexión con la fabricación de proyectiles. Por increíble que parezca la historia del sueño, según David John Rowe, autor del “Lead Manufacturing in Britain”, tampoco hay otra teoría más racional que explique mejor la ocurrencia.

Viniera de donde viniera la idea, Watts y su esposa decidieron probarla. Escogieron para ello la torre de la iglesia del sueño donde colocaron un barril con agua en el suelo. La prueba fue todo un éxito, tras verter el plomo fundido este caía como una lluvia. Durante la caída, el aire empezaba a enfriar los glóbulos del metal, el agua amortiguaba la caída y los acababa de solidificar. No había que esperar más, Watts decidió patentar este procesopara producir pequeños proyectiles perfectamente globulares en su forma y sin hoyuelos, muescas o imperfecciones”. En la patente que obtuvieron en diciembre de 1782, se especificaba que para perdigones pequeños la altura de caída tenía que ser de cómo mínimo 3 metros, y para los mayores de 45 metros. La patente también describía el método para producir “plomo envenenado”, es decir, plomo con arsénico, aunque no había nada nuevo en ello.

El proceso tenía una explicación científica, aunque esta no le fuera relevada en el sueño al fontanero “prodigioso”. Las gotas de lluvia, aunque muy habitualmente son dibujadas de forma similar a una lágrima, tienen realmente una forma más o menos esférica. Cuando ya llevan cayendo una cierta altura, la tensión superficial las hace adoptar la forma con menor superficie, la esfera. En el caso del plomo, su tensión superficial es mucho mayor que la del agua, por lo que al caer forma esferas mucho más perfectas.

El interior de la torre de Watts

Watts esperó unos años, hasta principios de 1785, para poner en práctica su idea. Muy probablemente dedicara este tiempo a reunir el dinero necesario, que fueran necesarios varios años, se puede interpretar como una muestra que la patente no despertó gran interés hasta que no se vio que era válida para la producción a gran escala. Ese año Watts alquiló una casa en Redcliff Hill, la misma calle en la que ya tenía su negocio de fontanería, y empezó la que sería la primera shot tower”.

Primero, hizo más profundo un pozo que ya había en el sótano de la casa, luego conectó todas las plantas haciendo un agujero en el suelo de todas ellas. Para conseguir más altura además construyó una pequeña torre en el tejado, en total una caída de 18 metros, menos de lo que especificaba en la patente, pero parecía ser suficiente. Pese a decorar la torre en un estilo que Watts llamó “gótico”, la nueva manufactura no tardó en despertar las quejas de los vecinos, que se quejaban por las molestias que esta les causaba, especialmente por el olor. Aunque Watts parece que les hizo poco caso.

Hay una cierta confusión sobre lo que ocurrió después. Parece ser que Watts se asoció con Philip George y Samuel Worrall, un industrial cervecero y un banquero de Bristol, respectivamente. La empresa conjunta construyó una segunda torre de perdigones en Londres, donde estaba la demanda. Aunque según otros, Watts les vendió la patente por 10.000 libras. En cualquier caso, parece ser que en 1790 Watts ya estaba desvinculado de la empresa y decidió invertir el dinero obtenido en varios proyectos especulativos en Bristol. Watts compró un terreno en el desfiladero del río Avon y empezó a construir lo que sería la Windsor Terrace.

El terreno tenía unas vistas inmejorables sobre Bristol, pero su gran inclinación hizo que los costes de construcción del muro de contención se dispararan. Estas dificultades unidas a la depresión en la que se encontraba sumida Inglaterra por las Guerras Napoleónicas hicieron que Watts perdiera todo su dinero y además no pudiera acabar el proyecto. Según se cuenta, en 1794 Watts arruinado tuvo que volver a su negocio de fontanería.

Sección de la Jackson Ferry Tower en Virginia, original del Virginia Department of Conservation and Recreation

Los socios de Watts también pasaron por dificultades y tuvieron que vender la torre de Londres, obteniendo un beneficio de 2.000 libras. Con ese dinero ampliaron las instalaciones de Bristol para adaptarlas a la fabricación de más productos de plomo. Finalmente los herederos de George venderían el negocio en 1863 a Sheldon Bush and Patent Shot Co que lo mantendría funcionando hasta 1994.

Aunque Watts acabara arruinado, su método fue todo un éxito y se extendió rápidamente. A partir de 1789 empezaron a aparecer otras torres de perdigones por Londres, luego por toda Europa y más tarde en Estados Unidos. La expansión de la técnica se aceleró a partir de 1796, cuando la patente expiró. Algunos fabricantes aprovecharon para empezar a construir sus torres antes de esa fecha, y así tenerlas preparadas para cuando la patente se acabara.

Las “torres de perdigones” fueron remplazadas a finales del siglo XIX por las “torres de viento”, que usaban chorros de aire frío para reducir de manera drástica la altura necesaria. Aunque no dejó de ser un cambio menor, prueba de ello es que la torre original de Watts siguió fabricando perdigones hasta el 1968, cuando tuvo que ser derribada para ensanchar la carretera.

Fueron muchas las torres construidas, la más alta en 1882 en Melbourne, de 80 metros de altura. Aunque la altura siempre se intentaba que fuera la mínima necesaria, la construcción de la torre era de lejos la parte más costosa de una fábrica de perdigones y a más altura, más costosa. En muchos casos se intentó utilizar las ventajas de proporcionaba el terreno para hacerlas más bajas, se aprovechaban pozos mineros abandonados o precipicios. Ese fue el caso de una torre bastante peculiar la de Jackson Ferry en Virginia (USA), construida en 1807.

Torre de los perdigones en Sevilla

Una de las peculiaridades de esta torre es que al contrario que la mayoría, no fue construida con ladrillos sino con piedra, sus paredes de 75cm de grosor mantenían su interior a una temperatura fresca y constante, lo que mejoraba la calidad de los perdigones que producía. La torre se construyó al borde de un precipicio, lo que permitió que la altura del edificio fuera de sólo 23 metros, para alcanzar los 45 necesarios según la patente de Watts, se excavó un pozo vertical de otros 23 metros al que se accedía por otro lateral desde la orilla del río que discurría a los pies del precipicio.

En España hoy aún se conserva la Torre de los Perdigones de Sevilla, construida en 1890 y de 45 metros de altura. La torre formaba parte de la antigua fábrica “San Francisco de Paula”, una fundición más de las muchas que existían en la ciudad y que estaba dedicada de pleno a la fabricación de perdigones, balas y zinc en plancha. La fundición cerró en los años 50 y la torre es lo único que queda de ella.

Hoy en día se han adoptado nuevos métodos para la fabricación de perdigones. Para los más pequeños se usa el método Bliemeister, mientras que los más grandes se producen mediante troquelación y extrusión de cables de plomo. El método Bliemeister aún guarda un cierto parecido con el de Watts, aunque prescinde de sus costosas torres al reducir la altura de la caída a sólo una pulgada. Los perdigones caen sobre un recipiente con agua caliente, ruedan sobre un plano inclinado y después continúan cayendo a través del agua caliente durante más o menos un metro. La temperatura del agua se usa para controlar la velocidad de enfriamiento.

Por otro lado, los problemas medioambientales del plomo han hecho que los perdigones de acero hayan ido reemplazando los de plomo. Los perdigones de acero son producidos mediante el uso de moldes. El punto de fusión del acero, mucho más alto que el plomo, hace imposible construir una torre para perdigones de acero. Pese a todo, hoy aún existen una treintena de torres de perdigones de plomo en todo el mundo, 5 de ellas en Estados Unidos. Una de las americanas dedicada no a la producción de perdigones sino a la fabricación de polvo de plomo.

PS: En la Antigua Grecia ya se usaba el plomo para fabricar la munición de las hondas. Gracias a la gran densidad del plomo, estos proyectiles llegaban más lejos que las simples piedras.

Muchas gracias a Golias, por el descubrimiento de este tema. Un saludo!

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+info:
- Lead Manufacturing in Britain by David John Rowe in googlebooks
- The Shot Tower by Walter Minchinton in AmericanHeritage.com
- Shot Tower, in Engines of Our Ingenuity
- Shot Tower in en.wikipedia.org
- Lead working in Bristol

lunes, 13 de abril de 2009

El monasterio imposible de la isla de Skellig Michael

La isla de Skellig Michael en Irlanda es un lugar en el que parece imposible vivir. Sin apenas un palmo de tierra llano, sus inclinadas pendientes y acantilados convierten un simple paseo en una peligrosa aventura los días en los que las tormentas y vientos azotan la roca. Pese a todas estas dificultades, o tal vez por ellas, en el siglo VI una comunidad de monjes ascetas escogieron sus salientes sobre el océano para huir del mundo y construir un austero monasterio.

Vista de la vecina Little Skellig desde el monasterio. Danny O’Brien

La vida monástica cristiana tiene su origen en la creencia que la unión con Dios es más fácil de alcanzar escapando de la civilización a áreas aisladas, donde la supervivencia es difícil. En el siglo III los cristianos egipcios huían de las tentaciones y distracciones que abundaban en las ciudades al desierto para llevar una vida solitaria de oración, meditación y ayuno. En el siglo IV, sin embargo, estos grupos de de ascetas empezaron organizarse en comunidades en las que aún seguían viviendo separados, pero en proximidad unos de los otros, reuniéndose los sábados y domingos para las celebraciones religiosas.

Con el tiempo aparecieron las primeras comunidades de monjes que llevaban una vida en común, aunque la vida monástica aislada en zonas desoladas, inaccesibles y duras siguió siendo considerada la forma más pura. En toda Europa se admiraba a los primeros anacoretas del desierto, pero en ningún otro lugar se les imitó tan fielmente durante tanto tiempo ni a tan gran escala, como en Irlanda. El primer paso para imitar a los eremitas del desierto era encontrar un equivalente irlandés del desierto egipcio. Algunos lo buscaron en tierra firme en los desiertos de árboles, los bosques, pero los más decididos lo buscaron en las islas del “mar sin caminos”.

La segunda mitad del siglo VI vio el comienzo de otra forma de vida monástica irlandesa, comunidades de monjes dispersas geográficamente, pero unidas bajo el abad del monasterio principal. Con el tiempo algunas de estas comunidades pasaron a depender de las familias aristocráticas y empezaron a alejarse de sus valores. Durante el siglo VII las confederaciones monásticas se hicieron aún más importantes y habituales en Irlanda. Pero los ideales de simplicidad ascética y austeridad no se habían olvidado, y los monasterios seguían animando y apoyando a los que se decidían a seguirlos.

La isla en un día de niebla. HighTower3

Vista desde el pico sur, próximos a la cresta se pueden distinguir los clocháns del monasterio. Christopher Earls Brennen

Vista aérea del monasterio

Es el algún momento del siglo VI cuando la isla de Skellig Michael un grupo de monjes ascetas desembarcó en la isla y tras escalar sus acantilados la convierte en su refugio. Skellig Michael es un islote rocoso y abrupto, y aún hoy es un lugar de difícil acceso y bastante inhóspito a 15 kilómetros de la costa de Kerry. Al ser la cima de una montaña submarina, ofrecía pocas zonas llanas, excepto pequeños y peligrosos salientes. La isla cuenta con dos picos, uno a cada lado de “el valle de Cristo”, una pequeña depresión con forma de U. El pico del noreste es de 185 y otro en el sudoeste de 218 metros.

El nombre de la isla viene del irlandés “Sceilig Mhichil”, la roca de Miguel, refiriéndose al Arcángel Miguel, que según cuenta la leyenda acudió a Irlanda en ayuda de San Patricio en su lucha contra las serpientes y demonios. El eremitorio se construyó en un saliente de la cara sur de la cumbre del noreste, buscando así la protección de los vientos. El conjunto se encuentra dividido entre dos terrazas situadas a 168 y 183 metros sobre el nivel del mar, la inferior está delimitada por un muro de contención. Era un monasterio muy sencillo, compuesto sólo por seis clocháns (barracas de piedra típicas de Irlanda) con forma de colmena y dos oratorios.

Los dos oratorios parecen la aplicación de la arquitectura típica de los clochán sobre una planta rectangular. Son estructuras pequeñas con una puerta en la parte oeste y una pequeña ventana en la este. Uno de los oratorios está situado entre las celdas, mientras que el otro un poco más al noreste. Bastante cerca del primer oratorio se encuentran las ruinas de la iglesia de Saint Michael, aunque tradicionalmente se cree que esta construcción es posterior a los demás edificios del monasterio, las pruebas del carbono-14 han permitido datarlo en el siglo VIII.

Para la construcción de los edificios y muros de contención del monasterio se utilizó el único material que abundaba en la isla, las piedras, que fueron encajadas cuidadosamente unas con otras mediante el uso de la técnica de la piedra seca, sin cemento o mortero. El único edificio en el que se usó con mortero de la isla fue el de la Iglesia de Saint Michael.

El conjunto no es muy grande, probablemente jamás vivieran en él más de doces monjes y el abad simultáneamente. El monasterio lo completaban cruces de piedra, lápidas y unas cuantas estructuras con forma de “leacht”, la mayor de las cuales es conocida como el “Cementerio de los Monjes” y dos cisternas para recoger y purificar el agua de la lluvia. Los leacht son estructuras de forma cuadrada o rectangular construidas habitualmente también en piedra seca y muy habituales en las islas monasterio de Irlanda. Aunque su función exacta aún se desconoce, se cree que podían servir para señalar los lugares de entierro de santos o para guardar sus reliquias. También sería posible que hubieran sido usados como altares o tal vez para ambas cosas.

Plano del monasterio. The Archaeology of Early Medieval Ireland by Nancy Edwards

Posible reconstrucción del oratorio. Por Grellan Rourke

Los clocháns del monasterio fueron construidos en al menos dos fases. El primer núcleo está compuesto por cuatro clocháns circulares en su planta exterior pero cuadrangulares internamente. Posteriormente se construyeron otros dos, que además podían haber estado cubiertos por un manto de césped para mejorar su aislamiento térmico.

Los monjes también construyeron una serie de peldaños y tramos de escaleras, para subir al monasterio se dice que hay que subir 600, que partían de los tres puntos de desembarco, lo cual y debido a la pendiente del terreno fue toda una proeza. Más alta que el monasterio, en el pico sur, se encontraba una ermita que se agarraba a los salientes de la roca para no caerse. Al no existir una superficie llana donde construir, esta se tuvo que crear construyendo muros en el borde los salientes naturales. Como en la construcción del resto de terrazas, manipular piedras pesadas al borde de un precipicio era una tarea arriesgada y habría requerido del uso de sogas para asegurar a los monjes mientras las construían.

El pico sur cuenta también con tres terrazas, una de ellas con una pequeña iglesia, una cruz de piedra y otro leacht. La inferior de todas ellas es conocida como la “del jardín” y hubiera sido desde luego el mejor sitio de este pico para esa función. Eran tres trozos de tierra nivelados gracias a muros de contención, ninguno de ellos muy grande. La del jardín tenía una longitud de 13 metros de largo por una anchura que iba de entre los 2 a los 4 metros.

Clocháns y cruz celta. Rene Kolmer

Diagrama del pico sur

Las condiciones de vida en Skellig debieron ser siempre muy difíciles hasta el punto de que algunos historiadores sostienen que los monjes abandonaban el lugar en invierno. El acceso debió de ser también un problema y la comunidad podría haber permanecido aislada durante largos periodos, incluso en verano. La dieta de los monjes, adaptada al entorno, habría estado compuesta de pescado, huevos y aves marinas. Según algunos historiadores los monjes llevaron vacas y ovejas a la isla, aunque estas acabaron cayendo por sus laderas. En cualquier caso, es probable que los monjes intentaron complementar su dieta con verduras mediante el cultivo de la terraza “del jardín”. El resto de alimentos, tales como el trigo, les tenía que ser traído desde tierra firme, aunque se desconoce hasta qué punto los monjes eran dependientes del suministro externo de provisiones.

Por si el duro entorno no fuera suficiente, los monjes de la isla fueron visitados por los vikingos. El primer saqueo del que se tiene constancia es del año 824, durante el cual los vikingos se llevaron consigo al abad Etgal, que, según se cuenta en el “Annals of Inisfallen”, acabó muriendo de hambre. Era una creencia habitual entre los vikingos que todos los monasterios poseían valiosos objetos de oro y plana, o hombres importantes, como el abad, por los que se podía obtener un buen rescate.

Los vikingos repetirían, al menos, la visita en el 850. Los monjes del monasterio tenían motivos para temerlos, los accesos al monasterio no eran fáciles de defender. El monasterio, de hecho, era accesible a través de tres tramos de escaleras diferentes situados en los diferentes lados de la isla, que aparte de su inclinación, no ofrecían ningún otro obstáculo. Sin embargo, la situación era muy diferente en el pico sur, su único acceso era un pasaje obscuro, una chimenea estrecha y fácil de defender, el “Needle’s Eye”, en el que un único monje arrojando piedras podía detener el ascenso de los saqueadores.

La ermita situada en el pico sur, y que además era invisible desde los niveles inferiores de la isla, habría podido constituir así un refugio seguro durante períodos de tiempo cortos, siempre y cuando lo monjes hubieran tenido suficiente tiempo para prepararse y esconder sus tesoros. Como en otros monasterios costeros irlandeses la protección más efectiva la ofrecía el mar y sus tormentas, como cuenta un poema irlandés del siglo IX: “El viento es violento esta noche – agitando el rizado blanco océano. – No tengo que temer que los fieros vikingos – crucen el Mar de Irlanda.”.

En el siglo XIII, las ya duras condiciones de vida de las islas atlánticas de Irlanda empeoraron de tal manera que muy probablemente pasar todo el año en Skellig Michael, entonces sí, se convirtió del todo en imposible. Un deterioro general de clima producido por un desplazamiento hacia el sur del vórtice circumpolar, había comenzado en torno al 1200 y trajo como resultado una expansión del casquete polar. Un tiempo más frío y unas tormentas marinas más frecuentes y severas parece que podían haber obligado a los monjes a abandonar el lugar y mudarse a tierra firme, al monasterio agustino de la bahía de Ballinskelligs, en el Condado de Kerry.

Skellig Michael views. HighTower3

Skllig Michael Stairway by kcmac

Leacht en la isla monasterio de Inishmurray

Existen también otras razones históricas para que el monasterio dejara de ser ocupado permanentemente. Por un lado la búsqueda del “desierto marino”, llevó a los imitadores de los primeros ascetas a fundar monasterios en sitios cada vez más alejados de Irlanda. Los monjes irlandeses fundaron monasterios en las islas de la vecina Escocia, Inglaterra, las Feroe o incluso Islandia. El ideal monástico de ir al exilio por el amor a Dios prendió entre la iglesia irlandesa. Al mismo tiempo, se empezaron a implantar en Irlanda nuevas órdenes monacales provenientes de Europa que nada tenían que ver con la tradición de las islas monásticas. La gran época de las colonias eremíticas de Irlanda tocaba a su fin.

A partir del siglo XVI la peregrinación a Skellig se convirtió en habitual, y la isla atraía numerosos penitentes que acudían de toda Irlanda y Europa para buscar la reparación por sus pecados. Por si lo remoto del monasterio no fuera suficiente, los peregrinos ascendían aún más alto, hasta los 218 metros del pico sur. En este pico, conocido como el “nido del águila” había una losa de piedra (desaparecida en torno al 1977) que tenía que ser besada como culminación de la peregrinación. Muchos sólo se atrevían a llegar a la losa gateando y aún así los fuertes vientos y la altura lo convertían en todo un desafío a la muerte. Además la cresta del pico, que es conocida como “the spit”, es de unos 3 metros de longitud y su anchura es variable, siendo en su punto más estrecha de tan sólo 20 centímetros.

Durante este tiempo, los monjes del vecino monasterio de Ballinskelligs, seguían cuidando y usando el monasterio, aunque sólo de manera intermitente, tal vez como retiro estival. El Skellig Michael permanecería en mano de los monjes de Ballinskelligs hasta el 1578, cuando la reina Elizabeth I disolvió algunos monasterios y la isla pasó a manos privadas, en las que permaneció hasta que en 1820 fue comprada por una corporación del puerto de Dublín con objeto de construir dos faros en ella. De este manera la isla volvió a estar habitada de manera permanente, esta vez por turnos de guardafaros.


Video de la BBC sobre la roca, ver video en youtube.com

En la actualidad el segundo faro aún sigue operativo, aunque fue reconstruido en los 60 y automatizado en los 80. En 1986 se llevaron a cabo una serie de trabajos de restauración de los restos del monasterio y sus terrazas, y se estableció una oficina de turismo para promocionar la isla. Sin embargo, recientemente se han establecido restricciones al acceso de turistas, al constatar que este estaba dañando los restos arqueológicos, en especial las piedras de las antiguas escaleras. El monasterio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.

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+info:
- The Forgotten Hermitage of Skellig Michael by Walter Horn et al. University of California Press
- The Archaeology of Early Medieval Ireland by Nancy Edwards in googlebooks
- Skellig Michael in Diocese of Kerry
- To Skellig Michael, Monastery in the Sky by Daniel Taylor in ChristianityToday.com
- Skellig Michael in en.wikipedia.org

sábado, 4 de abril de 2009

La gran inundación de melaza

A veces las historias parecen repetirse. Si la explosión de un tanque de cerveza en Londres dio un significado trágico al festivo “cerveza gratis”, el reventón de un tanque de melaza 100 años después en Boston acabó convirtiendo millones de litros de este dulce y espeso líquido en una ola amarga que arrasó todo un barrio.

87.000 horas de trabajo fueron necesarias para quitar la pegajosa melaza de las calles adoquinadas, teatros, negocios, automóviles y casas.

Seguir leyendo “La gran inundación de melaza“ en el gran Meridianos, un blog ecléctico y de más que agradable lectura.