martes, 18 de noviembre de 2008

Cuando las semanas eran de 10 días y los días de sólo 10 horas

A finales del siglo XVIII los revolucionarios franceses se propusieron adaptar el calendario al sistema decimal a la vez que eliminar de él todas las referencias religiosas, así como otras rarezas fruto de la tradición y la historia. El resultado convertiría las semanas en décadas de 10 días, los días pasarían a ser divididos en 10 horas, las horas en 100 minutos y los minutos en 100 segundos. Una de las medidas que menos entusiasmo despertó sería que las décadas sólo tendrían un día de fiesta, es decir un domingo.

A menudo se considera que la Revolución Francesa comenzó del 14 de Julio de 1789 con la toma de la Bastilla. Sin embargo, el período de cambios radicales asociado con el Reino del Terror de Robespierre y la guillotina no empezó hasta el tumultuoso verano de 1792, cuando la nueva asamblea legislativa, en su mayor parte jacobina llamó a la primera Convención Nacional e inmediatamente proclamó a Francia como república.

Un año después de esa proclamación, el 20 de Septiembre de 1793, un matemático llamado Gilbert Romme presentó su propuesta para un calendario totalmente nuevo. Era un período marcado por el sentimiento de comienzo de una nueva era y de reformas radicales en muchas áreas de la vida pública y privada de Francia. La iglesia Católica que había tenido una posición tan dominante en la Francia pre-revolucionaria era considerada ahora anti-revolucionaria, y el calendario gregoriano, con sus santos del día y fiestas religiosas, era un poderoso símbolo de la influencia subyacente de la iglesia.

Romme había recibido la misión de crear una “división más científica del año, con más conexión con el movimiento de los astros, las estaciones y la tradición”. El resultado fue puesto en práctica durante 13 años entre 1792 y 1805 y es conocido como el “Calendario Revolucionario Francés”.

El año en este calendario “racional” ya no comenzaría el 1 de Enero, sino en el equinoccio de otoño y el aniversario de la proclamación de la república: 21 de Setiembre. Cada mes tenía 30 días, divididos en 3 décadas de 10 días cada una. Cada día “métrico” estaba dividido en 10 horas, cada una de las cuales de 100 minutos de 100 segundos cada uno. De esta manera, cada hora era más larga que una hora convencional, el minuto un poco más, y el segundo ligeramente más corto.

Gracias a la “racionalidad” del nuevo calendario, ahora las décadas encajaban perfectamente en los meses y al ser todos los años iguales, a excepción de los bisiestos, no hacía falta comprar un calendario nuevo cada año.

Los 10 días de la década se llamaban: primidi, duodi, tridi, quartidi, quintidi, sextidi, septidi, octidi, nonidi y décadi. Cada décadi era el día de descanso de los trabajadores. Cada fecha individual recibía un nombre, que reemplazaba los santos del día católicos, los quintidi y los décadi recibían el nombre de un animal y de una herramienta del campo respectivamente, y el resto de los días nombres de árboles, arbustos y plantas. Así había días de la zanahoria, pera, miel, burro, arado o pico.

Como todos los meses tenían 30 días, en total sumaban 360, por lo que sobraban, o faltaban, 5 días en un año no bisiesto. Estos días, llamados complementarios, eran colocados al final del año (16-22 de Septiembre) y eran días de fiesta: les Fete de la Vertu (virtud), de la Génie (talento), du Travail (trabajo), de l’Opinion y des Récompenses. Los años bisiestos contaba con una fiesta más: Fete de la Révolution.

El poeta Fabre d’Églantine fue el encargado de encontrar un nombre para los meses de Romme, escogiendo apelaciones evocativa de los cambios de las estaciones y la belleza de la naturaleza. Empezando por el mes que substituiría Septiembre/Octubre serían: vendimiario (de vendimia), brumario (de niebla), frimario (de escarcha), nivoso (de nieve), pluvioso, ventoso, germinal, floreal, pradeal (de pradera), mesidor (de cosecha), termidor (de calor), fructidor (de fruta). La mayoría de estos nombres eran neologismos derivados de palabras similares en francés, latín o griego. Como una prueba más de racionalidad, el nombre de todos los meses de la misma estación tiene la misma terminación.

El nuevo calendario fue adoptado por la Convención Nacional el 5 de Octubre de 1793, y todos los documentos fueron datados con referencia a la proclamación de la república, el 21 de Septiembre de 1792 como primer día del año I. De Septiembre de 1792 a Septiembre de 1793 era el año I, 1793/4 era el año II y así sucesivamente. De esta manera el calendario comenzaba un año antes de su adopción. Su aplicación se extendería a territorios ocupados militarmente por Francia y a sus colonias en América y África.

La gente normal tuvo dificultades para adaptarse al nuevo calendario, especialmente a la semana de 10 días, lo que además implicaba 3 días más de trabajo sin descanso, y rompía las convenciones establecidas en el mundo del comercio, tales como días de mercado y ferias. Por esto se considera que la semana, tal vez la agrupación de días más persistente de todos los calendarios de la historia, fue la causante de la poca popularidad del calendario revolucionario. La gente tampoco recibió con agrado la substitución de las festividades tradicionales por las nuevas.

Otra de las dificultades era la carencia de una patrón regular para los años bisiestos, lo cual dificultaba datar eventos futuros debido a la imprecisión de los conocimientos astronómicos de la época. El decreto que estableció el nuevo calendario por una lado decía: “cada año empieza a la medianoche, con el día que el equinoccio de otoño cae sobre el observatorio de Paris”, pero también: “el período de 4 años, al final del cual esta adición de un día es habitualmente necesaria, es llamada Francíada, el cuarto año de la Francíada es llamado Sextil”. Ambas normas eran incompatibles, ya que los años bisiestos definidos en base al equinoccio no ocurren de manera regular cada 4 años.

El ocaso del nuevo calendario comenzaría en 1801, pero no por sus dificultades sino por motivaciones políticas. Napoleón, que en aquel entonces era Primer Cónsul, estaba convencido que un acuerdo con la Iglesia Católica sería crucial para sus intereses. Por lo que decidió mejorar sus relaciones con ella mediante la negociación de un Concordato con el Papa Pio VII que entre otras cuestiones restablecía el nombre de los días de la semana y el domingo como día de fiesta a partir del 18 de Abril del 1802.

El resto del calendario continuaría en vigor unos años más, pero su abolición total llegaría la medianoche del 31 de Diciembre de 1805 (10 de nivoso del año XIV), en aquel momento Napoleón ya se había anexionado los Estados Pontificios y había sido excomulgado por Pío VII, que sería posteriormente encarcelado por Napoleón. Puesto que Napoleón ya no veía al Papa como un posible aliado, el anterior Concordato parece ser que pesó poco en la toma de la decisión y si lo hicieron más la amplia impopularidad del calendario o la confusión que existía entre el comienzo del año, los bisiestos y el equinoccio. En cualquier caso a Napoleón le convenía eliminar este vestigio de la democracia republicana.

La obligatoriedad y uso del tiempo decimal aún había sido más corta, aunque se llegaron a fabricar relojes adaptados a los días de 10 horas, la idea no llegó a cuajar entre la gente, y el uso obligatorio había sido suspendido el 7 de Abril de 1795.

Tras el derrocamiento de Napoleón el calendario revolucionario se volvería a implantar brevemente. Y sería vuelto a usar por la efímera Comuna de París entre el 6 y el 23 de Mayo de 1871 (16 del Floreal y 3 del Praderal del año LXXIX). Hoy en día su uso oficial queda reducido a los textos legales que fueron adoptados mientras el calendario republicano era oficial y siguen en vigor en Francia que han mantenido sus fechas originales. Sólo algunos entusiastas en Francia siguen empleándolo, más por nostalgia histórica que funcionalidad.

Una de las paradojas de este calendario es que su intento de eliminar las referencias religiosas del calendario para hacerlo más universal, acabó dando como resultado un calendario aún más local, en este caso centrado en Francia, dado que los nombres descriptivos de los meses podían ser confusos e imprecisos en otras latitudes, por ejemplo un Termidor (mes de el calor) helado en el hemisferio sur.

Publicado el día Década III, Octidi (o 28) de Brumario del Año CCXVII de la Revolución a 4h66m9s.

*foto 1: Reloj de 10 horas con equivalencia al de 24.
*foto 2: Calendario Republicano de 1794 dibujado por Debucourt

*foto 3: Alegoría de Mesidor, el mes de la cosecha

*foto 4: Otro reloj, foto original en
Antique-Horology.org


posts relacionados:
- El Calendario Revolucionario Soviético
- La revolución del telégrafo óptico
- El panóptico, una prisión sin rincones

+info:
- The French Republican Calendar in BBC.co.uk
- Calendario republicano francés en es.wikipedia.org
- French Republican Calendar in en.wikipedia.org

14 comentarios:

Anónimo dijo...

MUy interesante el artículo, la idea no era mala pero SOLO UN DIA DE FIESTA CADA DIEZ, en España eso no funcionaría ni de lejos (jejejeje).

Un saludo.

Anónimo dijo...

Hay dos cosas con las que una revolución no es capaz de cargar: Las costumbres altísimamente arraigadas (yo soy de los que esperan que el mundo sea ateo... algún día -. -) y, ante y todo y sobre todo, los días de fiesta (pensaba decir "la vagancia" pero como que no: 9 días de curro a la semana, ¿quién de los presentes los aguanta XD?).

Ya me habían hablado de esto en el instituto pero es la primera vez que lo veo tan concretado.

Interesante artículo ^_^

Bovolo dijo...

Muchas gracias reygodo.

Estoy de acuerdo contigo, un calendario así con una fiesta cada diez no parece muy interesante.

Tal vez lo único que nos podría traer de bueno, es que las siestas de 2 horas.... serían más largas ;-)

Un saludo y bienvenido!

Bovolo dijo...

Jeshua, esta vez bien escrito ;-)

Yo oí de la existencia de este calendario hace poco. Pero me sorprendió mucho la verdad.

Yo creo que se pueden cambiar los nombres de los días, los meses, incluso el número de meses, pero como dice el post, la semana es muy difícil de cambiar, por la cantidad de cosas que se basan en ella, y lo del único día de fiesta, una mala idea ;-)

También lo que me parecía una locura era lo de las horas. La cantidad de cosas que tienen una duración de una hora, decidida de manera arbitraria, como una clase de un colegio. Bueno aunque las unidades de medida también tendrían cosas así, como una pinta de cerveza, por decir una.

En fin un lío, pero bueno el cambio del euro, también costó pero poco a poco. Ahí quedan para la historia los "todo a 100" ;-)

Saludos!

Anónimo dijo...

Buena entrada, interesante y bien escrita.

Anónimo dijo...

Una semana de diez dias? dios que castigo...

Anónimo dijo...

no creo yo que sea cuestión de valorarlo bajo nuestro punto de vista contemporáneo.
En aquellos tiempos el 98% de la gente no tenía ni un solo día de fiesta, ni domingos ni nada... los pobres podían ir a misa, si, a donde los dejaban, pero de fiesta y asueto nada.
Ni siquiera después, en la revolución industrial, muchos tenían un día a la semana, y si lo tenían era a base de 14 horas diarias... echa cuentas.

Bovolo dijo...

Muchas gracias jorge por tu comentario!

Lau, desde luego que las semanas de 10 días se harían eternas, si ya se hacen ahora los 5 días de las semanas de 7, los 9 de las de 10, pues... ;-)

Muy interesante tu comentario cronopio.

Sí, desde luego que la situación era muy diferente a la actual, ya sólo pensar 1 día de descanso en vez de los 2 de ahora, ya es una gran diferencia, eso sin tocar los 7 días por semana.

En el campo o la gente más pobre sin duda no notaría mucho la diferencia, a parte de ir a los oficios religiosos con mayor o menor comodidad. Pero los que sí que tenían la fortuna de tener un día de fiesta a la semana, esos sin duda no debieron recibir muy positivamente el cambio.

En cualquier caso, el lío que montó con los días de mercado y otras actividades semanales ya fue más que suficiente.

Bienvenidos!

Anónimo dijo...

Muy buen blog, muy buena informacion y muy curiosa tambien, te felicito.

Unknown dijo...

La verdad es que lo de la semana de 10 días estaba condenado al fracaso desde el primer momento precisamente por ser tan radical y por hacerse de forma unilateral desde un solo país.

Sin embargo, alguna modificación al calendario que no modificara la semana clásica se podría haber hecho con el fin de racionalizar un poco la estructura de los meses del año. Si en vez de 12 meses de duración variable se hubieran implantado 13 meses tendríamos lo siguiente

- 12 meses de 4 semanas ó 28 días cada uno
- 1 mes de 29 días en años no bisiestos ó de 30 en bisiestos.

Esto se llama año embolismal y, aunque inicialmente se planteó por la similitud de cada mes con una lunación (ciclo lunar), lo cierto es que su mayor virtud sería la simplicidad.

Incluso se podría hacer seguido adelante con la división decimal del día que propusieron los Revolucionarios en 10 horas de 100 minutos cada una, puesto que la división del día actual en 24 horas es bastante arbitraria y basada en el sistema sexagesimal que utilizaban los mesopotamios (un día dura 2 ciclos de 12 horas cada uno). Probablemente la conversión del día al sistema decimal hubiera triunfado y, lel año embolismal, también. Pero fueron demasiado radicales en el cambio de la semana, un patrón que es bastante universal incluso en pueblos no judeocristianos, y eso echó por tierra toda la propuesta.

Bovolo dijo...

Muchas gracias Sebastián,

Un placer que te resulte interesante el blog! Bienvenido!

Bovolo dijo...

Bienvenido Esteban!

Sí, creo que el mayor fallo fue tocar la semana, porque, como dices, es un patrón bastante universal y desde hace bastante tiempo.

Demasiadas cosas se basan en ella, de hecho es tal vez aparte del año, y del día claro, la unidad de tiempo que marca más períodos.

Lo de las horas, pues sería acostumbrarse, un proceso tal vez un poco costoso, pero sí.

Hace unos años los de swatch sacaron algo similar, aunque tal vez fuer más marketing que otra cosa, el swatch time, dividir el día en 1000 unidades, y además una hora para todo el mundo, sin zonas horarias.

Lo de eliminar las zonas horarias también hubiera sido un buen lío. Pero lo de los 1000 cuestión de costumbre.

Pero bueno siempre resulta atractivo pensar un poco "out of the box".

Saludos!

Anónimo dijo...

Se dice en el texto que este calendario tan racionalista como absurdo se aplicó en España durante la ocupación de las tropas napoleónicas, pero también se dice que dejó de aplicarse en 1805, y la invasión gabacha empezó en 1808, ¿entonces?

Bovolo dijo...

Pues sí, parece que había un error. Por lo menos, las fechas no cuadraban, de momento lo he quitado.

Saludos y gracias por hacer cabovolo mejor ;-)