Leer antes Los últimos días de Constantinopla
Tal día como hoy, un 29 de Mayo, hace 555 años, en el 1453, los defensores de Constantinopla ocupaban sus puestos en las murallas, preparados para resistir el que sería el asalto final de los otomanos sobre su ciudad. Una fanfarria de trompetas y un redoble de tambores marcó su inicio cuando aún era de madrugada. El honor de ser los primeros en marchar sobre la ciudad cayó sobre los Bashi-bazouk un cuerpo de mercenarios en el que aparte de turcos, eslavos o italianos también se contaban griegos. Su única paga sería el botín que pudieran conseguir durante el saqueo en caso de victoria.
El Sultán pretendía aprovechar su superioridad numérica para superar la resistencia de los defensores. Así había preparado una serie de ataques en cadena para agotar las fuerzas de los defensores. A su vez los ataques no se producirían en un sólo punto, sino que los muros serían atacados desde varios puntos a la vez, lo cual obligaría a los defensores a repartir sus fuerzas a lo largo de las murallas.
El grueso de los ataques se concentró en el punto más débil de los muros terrestres, Mesoteichion, sobre el que también disparaban los cañones otomanos. El primer asalto que duró más de dos horas, tal como se esperaba, no logró vencer la resistencia de Giustiniani y sus hombres acompañados de los mejores soldados griegos, que defendían ese punto crítico, pero si había conseguido dejar a los defensores exhaustos y con poca munición.
Tras la retirada de los Bashi-Bazouk empezó el segundo asalto, esta vez por parte de soldados de la Anatolia, que fue seguido por un tercero, el de los jenízaros, la fuerza de élite del ejército otomano, tal vez la mejor infantería de la época. El asalto parecía un flujo continuo de atacantes, que parecían venir de todos los lados con arietes, catapultas, cañones... que hicieron que al final secciones de los muros empezaran a ceder. Los primeros en conseguir atravesarlos fue un grupo liderado por Ulubatli Hasan, que consiguió hacerse fuerte en una torre de la parte noroeste de la muralla de la ciudad y colocar allí su bandera. Aunque no consiguieron penetrar en la ciudad, por lo que aunque esta acción supuso un buen golpe en la moral de los defensores, ni mucho menos fue decisivo.
Mientras, Constantino y Giustiniani dirigían los defensores situados en el espacio entre el muro exterior y el interior en la zona de la puerta de Kerkoporta. Genoveses y griegos luchaban juntos hasta que Giustiniani fue herido de gravedad, teniendo que ser evacuado de manera apresurada a un barco. Los intentos del Emperador de convencerlo para que no abandonara el campo de batalla resultaron inútiles. Su evacuación causó momentos de confusión y tal como había temido Constantino, sus hombres huyeron tras él. De esta manera los bizantinos quedaron solos defendiendo el muro exterior.
Los turcos viendo este desconcierto decidieron atacar con más fuerza, quedando los defensores rodeados y viéndose superados decidieron huir por la pequeña puerta de Kerkoporta, que antes había sido usada para evacuar a Giustianiani, pero fueron masacrados y la puerta quedó abierta. Unos cuantos soldados turcos aprovecharon la ocasión y consiguieron entrar por ella y abrieron las puertas principales desde dentro. Hay otras versiones un tanto contradictorias para explicar porque la puerta estaba abierta, desde que fue por un mero descuido o una traición.
Se dice que el Emperador Constantino sin escuchar las súplicas de sus consejeros que le imploraban que se salvara, lideró la última carga contra los turcos luchando hasta el final tal como había prometido a Mehmed II en la puerta de San Romanus, donde fue visto vivo por última vez. Se desconoce con exactitud que le ocurrió, algunos cronistas afirman que su cadáver fue decapitado y su cabeza fue paseada por la ciudad. Otros sostienen que fue enterrado con honores en Constantinopla, mientras que otros afirman que los turcos fueron incapaces jamás de reconocer su cadáver y habría sido enterrado de forma anónima en una fosa común, lo cual no sería de extrañar pues el Emperador conociendo el deseo de los turcos de capturarlo podría haberse despojado de sus ropajes reales y haber luchado hasta el final vestido como un defensor cualquiera.
La muerte del último emperador bizantino también sirvió de inspiración a numerosos relatos y leyendas, una de ellas nos cuenta que un ángel lo rescató justo cuando los otomanos entraron en la ciudad, convirtiéndolo en un estatua de mármol que colocó en una cueva, donde espera un día volver a la vida. Otros prefirieron creer que no habría muerto sino que seguiría vivo, lo cuál alentaba las esperanzas que un día la ciudad volviera a manos cristianas. En cualquier caso se cree bastante probable que muriera en el frente, pese a que nadie de su entorno sobrevivió para relatar los últimos momentos del último Emperador.
Giustiniani también moriría días más tarde en la isla de Quíos, isla en la que se encontraba anclada la prometida escuadra veneciana esperando los vientos favorables que nunca llegaron. Algunos cronistas venecianos, anti-genoveses, intentaron manchar su memoria diciendo que simplemente había huido por cobardía lo cuál generó un cierto conflicto diplomático entre Génova y Venecia.
En la ciudad sin su emperador y sin el líder genovés, algunos grupos aislados aún intentaban resistir luchando de manera desesperada y heroica, como fue el caso una compañía de marineros de Creta, que resistieron en tres torres cerca de la entrada del Cuerno de Oro hasta bien entrada la tarde. Cuentan, que los turcos en reconocimiento a este comportamiento heroico les permitieron abandonar la ciudad libres.
Pero toda la resistencia fue inútil, y la misma tarde del 29 el Sultán Mehmed II hizo su entrada triunfal en la ciudad. Delante de él había enviado una guardia para proteger los edificios más importantes de la ciudad, pues no quería establecer su nueva capital sobre una ciudad en ruinas. Cuando este ejército llegó a Santa Sofía, se encontraron con una multitud desesperada encerrada buscando la última protección divina. Cuenta otra leyenda que al entrar los primeros soldados en la catedral, dos sacerdotes que estaban dirigiendo la eucaristía desaparecieron repentinamente, pero sólo hasta el día que Constantinopla vuelva a manos cristianas, aquel día volverán.
Sea leyenda o no, el resto de la congregación no corrió la misma suerte, sino que fueron separados en grupos buscando primero los jóvenes, los ricos y las mujeres hermosas, otros como los viejos y algunos niños fueron ejecutados en el acto. Por toda la ciudad se podían ver los soldados entregados al saqueo llegando a pelear unos con otros por mujeres o por el botín.
También ese mismo día 29, la catedral de Santa Sofia fue convertida en mezquita. La ahora mezquita, antes catedral, escapó del saqueo al que se sometió la ciudad. En un inicio este saqueo tenía que alargarse durante tres días, sin embargo Mehmed cambió de opinión tras ver que los destrozos de sus tropas y sólo duró 24 horas. Lamentablemente para entonces la mitad de los 50,000 habitantes que había en la ciudad ya habían sido violados, asesinados o esclavizados. Los que aún permanecían libres recibieron autorización para continuar residiendo en la ciudad, pero bajo la autoridad espiritual de un nuevo patriarca designado por el sultán.
Tras la caída de la ciudad, sobrevivieron unos años más un par de enclaves bizantinos aislados. Uno de ellos fue la fortaleza de Mystras en el Peloponeso, donde los hermanos de Constantino, Tomás y Demetrio gobernarían enfrentados el uno con el otro hasta 1460, año en que también fue tomada por Mehmed. La última porción de Bizancio en caer, sería el Imperio de Trebisonda, un estado bizantino independiente en la costa del Mar Negro, que nació después de la Cuarta Cruzada y sobrevivió hasta el 1461.
Muchos historiadores consideran la caída de Constantinopla como el evento que marcó el final de la Edad Media y propicio el inicio del Renacimiento, en parte debido a la huida hacia Occidente, en especial Italia, de muchos griegos con sus conocimientos y documentos. Los que optaron por quedarse en la ciudad se concentraron en los distritos de Phanar y Galata. Algunos de ellos llegaron a ocupar importantes puestos de consejero de los sultanes y precisamente por eso eran visto por otros griegos como unos traidores.
La caída supuso la desaparición del último vestigio del Imperio Romano y causó una gran conmoción en Occidente, pues se temía que fuera el principio del fin del cristianismo. Por lo que el Papa llamó a un contra-ataque inmediato en forma de cruzada pero unas naciones por falta de recursos otras por conveniencia declinaron participar. Con Constantinopla y el Bósforo bajo dominio musulmán el comercio entre Europa y Asia declinaría súbitamente hasta el descubrimiento de rutas alternativas por parte de españoles y portugueses.
La muerte del Imperio Bizantino supuso el nacimiento de otro imperio, el Otomano.
PS: Como curiosidad, muchos griegos aún consideran el Martes, el día de la semana que Constantinopla cayó, como el día más desafortunado de la semana.
*foto 1: Sitio de Constantinopla, de un manuscrito del siglo XV por Jean Chartier
*foto 2: Constantino XI, el último Emperador Bizantino
*foto 3: Porta Charisiou, Puerta de Charisius, por donde el Sultán Mehmed II entró en la ciudad
post relacionados:
- Fuego Bizantino, el arma secreta del Imperio
- Guardia Varega, los vikingos al servicio del Emperador Bizantino
+info:
- Caída de Constantinopla en es.wikipedia.org
- Fall of Constantinople in en.wikipedia.org
- Walls of Constantinople in en.wikipedia.org
- The Siege of Constantinople por Ralph Vickers
- The Fall os Constantinople por Donald M. Nicol
- The Siege of Constantinople, according to Nicolo Barbaro
- Byzantium: Constantine XI and the Fall of Constantinople in BBC
Gracias por el relato. He estado un buen rato entretenido.
ResponderEliminarNo me dejas trabajar ;)
De nada anónimo me alegro que te haya interesado.
ResponderEliminarEso sí, no me hagas sentir culpable por empeorar la ya maltrecha productividad del país ;-)
Saludos!
Caramba! Has dado con otro de mis temas predilectos. No solo soy un enamorado del bizantinismo, sino que esos días que anteceden a la caída me parecen uno de los momentos históricos que concentran mayor dramatismo y que más llenos están de lo mejor y lo peor, de los extremos del carácater humano: pasión, obcecamiento, coraje, traición, cobardía, astucia, fe, desesperación.
ResponderEliminarSupongo que habras leído la obra clásica de Runciman, aunque en caso de no ser así te la recomiendo sin reservas.Además, está muy hermosamente editada por Reino de Redonda.
Por cierto, como sabrás, en la defensa de la ciudad también perecieron compatriotas nuestros: Pere Julià y sus catalanes que fueron encargados de un sector marino de la muralla. Pero no abundaré en ello, porque yo hace semanas que perfilo un apunte sobre el particular que espero que pueda completar a estos tuyos tan buenos...
Alexandre,
ResponderEliminarVeo que coincidimos en muchos intereses ;-) La verdad que Bizancio es un tema que me fascina a parte de por su arte, por el encanto de todo lo perdido, su subsistencia al límite durante tantos años.
Los últimos días debieron se de un dramatismo... viéndose rodeados... esperando el fin casi inevitable, buscando el último refugio en la religión. Que me parecen apasionantes.
Muy interesante esto de Pere Julià, espero tu post con interés. Había leído, aunque al final no lo puse, sobre la ayuda material enviada por el Rey de Aragón. Pero la verdad que es difícil hablar de todo porque es un tema tan denso.
Nos leemos Alexandre!
"la mitad de los 50,000 habitantes que había en la ciudad ya habían sido violados, asesinados o esclavizados"
ResponderEliminarVaya, me parece muy fuerte este proceder del ejército turco, y que hace solo 500 años no se respetasen los derechos humanos más básicos.
Al fin y al cabo, tampoco hemos avanzado demasiado, si echamos un vistazo a Guantánamo y lo que hacen las tropas de EE UU en Irak...
Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra.
ResponderEliminarPlatón.
De hecho, tengo oído que la toma de Constantinopla por el imperio otomano se retrasó entre 50 y 60 años. Y el causante fue el terrorífico ejército mongol de Tamerlán, la horda dorada, que aplastó al grueso del ejército otomano en la batalla de Angora, posiblemente la batalla con más efectivos humanos de la historia. Gracias a esta batalla, relatada por el embajador del reino de Castilla que estaba invitado, el ejército otomano necesitó 20-30 años para rehacerse, dándole ese medio siglo de tranquilidad a Constantinopla...
ResponderEliminarMe sonaba sí, pero no conocía esta batalla.
ResponderEliminarMirando en la wiki. Interesante como los italianos acabaron ayudando a evacuar a los otomanos derrotados.
Saludos!
Excelente. Te felicito por u blog
ResponderEliminar